Un libro coordinado por Bernardo Barranco da cuenta de la presencia absolutamente central en la Iglesia Católica de un arzobispo alejado de la gente, totalmente consustanciado con el poder, que no deja avanzar a la institución, de la que muchos fieles se han distanciado.
Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo).- “Tantas razones para la desilusión con la cúpula de la Iglesia católica y su representante en México, Norberto Rivera. Y este libro enuncia los motivos de este desencanto, persistente y dolorosamente. Marcial Maciel, pederasta, Juan Pablo II, encubridor, Legionarios de Cristo, cómplices. El personaje principal de esta obra, omiso. Difícil reconocerlo, entenderlo, admitirlo.”, dice la prologuista Denise Dresser en el libro El Pastor del Poder, opuesto a lo que significa “un buen pastor”.
La renuncia obligatoria del cardenal Norberto Rivera por derecho canónico estipula que a los 75 años debe presentarla al Papa. Aunque la renuncia no se acepte de inmediato, el hecho es motivo para un balance profundo y de diferentes voces, que es al mismo tiempo una valoración de la Iglesia en estos más de veinte años, dice Bernardo Barranco.
“A Rivera no sólo se le reprochan contenidos tradicionalistas, sino la incongruencia de practicar una doble moral. En su discurso y actuación ha sido un actor polarizante. Ante un jugador rudo no se puede pedir imparcialidad. Las posturas del cardenal han sido intransigentes para reclamar tolerancia hacia la intolerancia”, agrega.
Al final de la nota, un capítulo del libro, para entender cómo se documentan estas páginas: “el cardenal encarna al obispo sinuoso, rodeado de lujos, protector de pederastas, centavero, solapador a conveniencia propia de sus amigos: actores de doble moral dentro y fuera de la Iglesia”.
Participan Denise Dresser –en el prólogo-, una introducción de Bernardo Barranco, Rodrigo Vera (“El Chato”), Alberto Athié (“Norberto Rivera o el tótem de la impunidad”), Mónica Uribe (“Las alforjas de la Arquidiócesis Primada de México, 1995-2016”), Marilú Rojas Salazar (“Análisis del sistema patriarcal eclesial y del discurso teológico del cardenal Norberto Rivera Carrera”), Jenaro Villamil (“Norberto Rivera y Desde la Fe, la secuencia de escándalos”), Guadalupe Loaeza (“El padre Beto”), Eugenia Jiménez Cáliz (“Cardenal Rivera: controversial entre los obispos mexicanos”), Fátima Moneta (Norberto Rivera, ¿buen pastor?) y Bernardo Barranco (“Norberto Rivera, el cardenal del poder”).
–¿Quién es Norberto Rivera? ¿Se parece mucho a Onésimo Cepeda, verdad?
–Es un estilo de ser obispo. Se sienten príncipes, tocados por la sociedad y relativamente son pocos pastorales, en la cercanía con la gente, son mucho más afectados por los lujos, a las buenas comidas, a las buenas relaciones, los intercambios con las élites. Es como el universo social en el que se desenvuelve Norberto, lo que es paradójico, porque viene de las etnias más excluidas de México, viene de sectores muy empobrecidos, nunca ha sido sensible al tema de los indígenas, por ejemplo. Combatió a Samuel Ruiz a muerte.
–¿Por qué hacerlo ahora, cuando le tocó recibir al Papa, cuando se vio la enorme diferencia entre Francisco y la representación de la Iglesia Católica Mexicana?
–No, es evidente. Son dos extremos, dos posturas muy diferentes de cómo entender el papel del obispo, del sacerdote. Quedó muy claro de cómo el Papa reprocha el estilo que tienen para vivir muchos obispos, entre ellos Norberto Rivera. “Yo no quiero príncipes, yo quiero obispos que suban al carro de los faraones”, dijo el Papa. “No quiero obispos que hagan acuerdos debajo de la mesa”, dijo Francisco, en una crítica profunda a la manera de cómo ha venido actuando Norberto Rivera. Cuando le preguntaron cómo había sido la reunión con el Papa, Rivera contestó que había sentido fortalecida su labor episcopal, es decir, hay una cerrazón terrible. Hay una actitud burlona con la que marca la diferencia que hay entre el Papa Francisco y él.
–Hay una cuestión evidente en torno a la falta de debate, él piensa en la Iglesia como una institución muy antigua e inamovible
–Con una postura absoluta. Norberto Rivera cree que las normas y las doctrinas son palabras de Dios y que por tanto no deben ser cambiadas, es inamovible, pese a que la sociedad cambie. Efectivamente, hay cero autocrítica del cardenal, nunca le hemos visto que pida perdón. Salvo una vez pidió perdón con los homosexuales, pero notamos una actitud de soberbia en él. La manera en cómo debate es brusca, es tosca, nunca Norberto Rivera ha entrado al fondo del debate, siempre se queda en la descalificación del contrario. Por ejemplo el aborto, cuándo empieza la vida, los debates médicos, científicos, antropológicos, debates en las universidades, en los poderes legislativos, nada de eso tiene que ver con él.
–Acá hay estadísticas que las adolescentes se embarazan muchísimo, poder estar con ellas antes, aclarándoles el punto…
–El problema de Norberto es que él se autoelige como el guardián moral de la sociedad. Él decide que es lo que permitido y que es lo prohibido, que es lo correcto y qué lo incorrecto y desde una postura condenatoria. Como el árbitro que saca las tarjetas. Esto que señalas, un trabajo previo, un nivel de contención, no existe. Él está sobre los hechos consumados. Las mujeres lo ven como un agresor de su sexualidad.
–Todos los ensayos críticos de su libro contribuyen a ver cómo muchas iglesias paralelas han copado la fe, la militancia eclesiástica
–La caída de la Iglesia Católica es muy evidente, sobre todo en la ciudad de México. Está el Movimiento Pentecostal con mucha fuerza, una de sus ramas más exitosas es “Pare de sufrir”, esa iglesia brasileña. Ha habido un desarrollo importante de cultos, como la Santa Muerte, que es la versión guadalupana, digamos la versión heavy, la versión dura. Una construcción religiosa idéntica a los planteamientos que él difunde.
–¿Qué es un buen pastor?
–Es una figura bíblica, una metáfora de la antigüedad. El pastor era el que guiaba a la gente y esa figura se usa dentro de la creencia. El buen pastor lo define el Papa Francisco “es aquel que no sólo cuida a sus ovejas, sino el que da la vida por ellas”. En este caso, Norberto Rivera es un ser lejano a la fe popular y por ende lejano a ser un buen pastor. Para él los cambios vienen de arriba hacia abajo, una posición muy distinta a la del Papa Francisco. La teología popular de Francisco es precisamente lo contrario.
–Lo de Marcial Maciel es lo que más se lo acusa en su libro
–Hay dos elementos que cruzan el libro. Los reproches a la pederastia, con un señorío soberbio de impunidad que hasta ahora lo ha logrado y la otra es su relación con Marcial Maciel, uno de los personajes más retorcidos que haya tenido la Iglesia Católica en el mundo. Un personaje sombrío y enfermizo que define a México como país, no sólo referencia con la Iglesia. Eso no se le perdona a Norberto Rivera.
–En momentos terribles de México, ¿no hay cercanía de la iglesia con la gente, verdad?
–Bueno, hay pastores y hay regiones donde se brinda mucha solidaridad, donde la iglesia es muy sensible. Está Raúl Vega, está Solalinde, con gran ayuda a los migrantes, no podemos decir que Norberto es toda la iglesia, pero sí podemos decir que Norberto ha contribuido para que la iglesia esté lejos de la gente. Hace 30 años los forajidos, los delincuentes, respetaban a los curas, tenían una consideración porque el cura representaba una figura sacra, espiritual, hoy esto se ha perdido. La violencia ha afectado de manera terrible a los elementos religiosos, de 1993 para acá han sido asesinados 44 curas, entre ellos el cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo. Esto refleja, como un sistema de violencia del país, también la desacralización de esas figuras religiosas, que han dado personajes como Onésimo Cepeda, como Norberto Rivera, estos sacerdotes frívolos, condescendientes con el poder.
–¿Hay una posibilidad de una mejora para la Iglesia Católica Mexicana?
–Yo creo que sí, el Papa Francisco va a tener la posibilidad de darle un giro a esta Iglesia tan conservadora, que venga un cardenal que pueda dialogar con la sociedad mexicana, tan en cambio, una sociedad moderna, dinámica, que acepta la diversidad como un principio y Norberto Rivera ha sido como un polo anacrónico.