Celebrar la comida, hacerle una fiesta a los postres y bailar con las nuevas propuestas culinarias. Eso fue Comilona. A continuación, un relato fotográfico del festival gastronómico.
Ciudad de México, 28 de julio (SinEmbargo).– El fin de semana pasado se llevó a cabo la octava edición de Comilona, uno de los festivales gastronómicos más importantes y con mayor propuesta de la capital mexicana. Ciento de personas se reunieron intermitentemente en las más de 12 horas que duró el evento, que tuvo comida nueva, orgánica y sin conservadores.
Días antes, en Mundano platicamos con Juan Pablo Viedma, su director y co-fundador, quien dijo que uno de los principales objetivos de la feria es «democratizar la comida». «Eso es lo que nos gusta de la plataforma, que acerca a todo tipo de públicos y es muy diverso, queremos democratizar un poquito la comida, es algo que nos toca a todos y todos formamos parte al momento de sentarnos alrededor de una mesa”.
Sin embargo, al llegar a la casona ubicada en General Prim 30, en la colonia Juárez, se podía ver que la audiencia era más bien homogénea. La mayoría jóvenes entre los 25 y los 35 años. Sí, había familias, había algunos abuelos con sus nietos, pero el target era muy evidente.
La casa de Proyecto Público Prim lucía llena de vida, había música, faroles de papel y la identidad de Comilona en cada rincón. En el patio principal había mesas y bancos altos en donde la gente compartía sus alimentos, en un área donde cada restaurante o propuesta gastronómica tenía su propio cuarto.
En la primera zona había expositores que vendían café de extracción en frío, kombucha, chocolates artesanales y galletas.
Para entrar de lleno a la «comilona», había que recorrer los alrededores. Nos encontramos con wraps, cochinita pibil, las deliciosas «porchettas» de Porkit; el pescado de Doña Manta venido desde Mexicali; los tacos al humo de Tizne Tacomotora, que terminaron como ganadores del título del mejor stand y que personalmente fueron el gran descubrimiento de la tarde.
En la parte de atrás, estaba Huaje Gourmet, un colectivo gastronómico proveniente de Oaxaca que resultó uno de los expositores más concurridos, con sus tlayudas con chapulines.
Cerca de ahí estaban las aguas refrescantes de Zumería; las pizzas al carbón de Hacha y Machete; las también muy solicitadas Hops & Burgers y los tacos de Dientes de Sable.
En medio de todo, un rincón dedicado al té y también, varios puntos para comprar tequila, ron o cerveza.
LA BATALLA DE LAS SOPAS
Una innovación que este año trajo Comilona, fue su Sobremesa, es decir, su parte académica que consistió en una cata de cerveza, una de café, una plática sobre el futuro de los alimentos y una batalla de chefs.
Los contendientes eran Hiroshi Kawahito, chef japonés conocido por crear los conceptos de Rokai y Zoku y el mexicano Juan Pablo Sánchez, cocinero de Saigón, un restaurante de comida vietnamita en el Mercado Roma. Cada uno compitió preparando su sopa estrella: ramen y pho, respectivamente.
El jurado consistió en 25 personas, que observaron como cada experto preparó su platillo mientras explicaban la importancia de cada uno de ellos y los sabores que se podrían rescatar.
El ramen de Hiro tenía sabor, mucho sabor, acompañado de su panza de cerdo. El pho de Juan Pablo, era más de olores, ligereza y frescura. Estos elementos le dieron el triunfo al mexicano, quien celebró entre confetis tirados en medio del patio.
LA ZONA DULCE
La parte de arriba de la casa se dedicó a los postres, unos de los más interesantes los de Delicias Cervidae, que se definen como «repostería conceptual de lujo». Todo resultaba encantador, la amabilidad de los expositores, el stand campestre y sus cupcakes de mojito.
Al lado de ellos, los «Helados 100 % artesanales», generalmente ubicados en el Centro Histórico, salieron para compartir sus creaciones con los asistentes. La nieve de mezcal con arándanos, recomendada.
En esta zona había también un comedor y otra zona tipo «lounge» para beber y fumar. Además del lugar donde se recibía el aceite usado, para mantener el ambiente sustentable.