México

México es cada vez más bárbaro y desigual, y alarma su Estado de derecho, coinciden especialistas

04/07/2017 - 12:05 am

México es visto hoy como un país de amplios contrastes: del de las oportunidades de inversión para pocos, abiertas particularmente en la Reforma Energética, al de la barbarie, que se simboliza en el ataque, asesinato y desaparición forzada de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, el 27 de septiembre de 2014, un episodio que ha marcado el sexenio peñista por la incapacidad del Estado para hacer justicia.

César Villanueva y Antonio Payán, especialistas en relaciones internacionales de México y también politólogos, plantean que mientras los gobernantes de este país alimenten la desigualdad y no combatan la corrupción, el Estado de Derecho se descompondrá aún más y pondrá en riesgo la gobernabilidad.

Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).– La imagen de México en el exterior depende de la posición desde la que se observe. Para Laurence D. Fink, presidente de la trasnacional Blackrock que en 2015 se convirtió en una de las principales socias de Petróleos Mexicanos (Pemex), por ejemplo, México vive una “estabilidad sin precedentes, a nivel económico y político” y, por las reformas, es “un ejemplo” que deberían seguir otros países.

“Estamos realmente emocionados en el futuro que percibimos en México, y esperamos desempeñar un papel crucial”, dijo Fink en julio de 2015.

Pero México es, al mismo tiempo, un país con tal cantidad de víctimas de asesinato y de desaparición que, este año, se convirtió en el más letal del mundo para ejercer el periodismo y una organización internacional que mide conflictos armados consideró correcto ubicarlo como el segundo más violento a nivel global, sólo detrás de Siria.

Estas imágenes, explica el investigador César Villanueva Rivas, autor de un estudio sobre la percepción de México en el exterior, coexisten porque reflejan los contrastes de un país que, si bien es percibido como atractivo para la inversión y económicamente estable, al mismo tiempo muestra que aún alberga profundos conflictos sociales.

“Es una sociedad de enormes contrastes y de polarización; es una sociedad donde a algunos les va muy bien y a otro tanto le va muy mal”, dice Villanueva Rivas, también profesor del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana.

“Es una sociedad, en efecto, con un conflicto social permanente; entonces, creo que mucho de lo que escribimos en el texto habla de que el país no puede resolver la base de un conflicto de clase, un conflicto social que abona a que tengamos altos contrastes”, agrega el académico.

La peor cara que se observa desde el extranjero, dice Villanueva, es la de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que, en septiembre de 2014, acabó con la narrativa que, en el extranjero, atribuyó al Presidente Enrique Peña Nieto haber generado un “Mexico’s moment”, como le llamó entonces el periódico británico The Economist.

“En su momento, la imagen de Peña en los medios internacionales se asoció muy bien con una campaña, del ‘mexican moment”, dice Villanueva.

“Pero después de un tiempo, cuando viene todo lo de Ayotzinapa, tampoco importa mucho eso (…) porque ya nada es creíble. Si tú llegas y dices que el país está muy bien y tienes frente a ti una serie de cosas de este tipo, ya no es fácil mantener una campaña de ese tipo, con actos tan severos, tan barbáricos, de parte de los gobiernos ”, agrega.

Luego de seis años de violencia atribuida a una “guerra contra el narcotráfico”, Peña Nieto ganó la Presidencia de la República con más de cinco puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor, Andrés Manuel López Obrador. Esta ventaja fue superior a la que había obtenido seis años antes el panista Felipe Calderón, que ganó al mismo oponente con menos de un punto porcentual.

Lo primero que Peña hizo una vez en el Ejecutivo federal, fue asegurarse con los partidos de oposición los consensos necesarios para la firma del Pacto por México, del que derivó la aprobación de su paquete de reformas “estructurales” detenidas durante años, como la educativa y, sobre todo, la energética.

Y fueron estas reformas las que le ganaron a Peña Nieto los primeros –y únicos– elogios de la prensa internacional, entre la que hubo quienes, como la revista Time en febrero de 2014, le atribuyó estar “salvando a México”.

Las alabanzas, sin embargo, se convirtieron en críticas a partir de la desaparición de los normalistas; caso cuyo mayor misterio en el exterior, dice Villanueva, es que no se pueda establecer a la fecha una narrativa creíble sobre su paradero.

Ese mismo año, el equipo de investigación de la periodista Carmen Aristegui encontró que la familia de Peña vivía en una residencia adquirida de uno de sus principales contratistas y, en los meses siguientes, empezaron a emerger evidencias de actos de corrupción atribuidos a gobernadores a los que había elogiado.

Los niveles de violencia, si bien habían disminuido en los primeros dos años del actual sexenio, mantuvieron después una tendencia creciente y, el pasado mes de mayo, con 2 mil 186 asesinatos en el país, se rompió la marca establecida en mayo de 2011 y fue el mes más violento desde al menos 1997.

“Peña fue el artífice de la incipiente recomposición de la imagen de México en los primeros dos años, y él mismo se encargó de completamente destruirla en los siguientes”, dice Antonio Payán, politólogo y director del Centro México en la Universidad Rice, con sede en Houston.

“El gran problema de México es el Estado de Derecho; es decir, México no ha logrado ningún avance, ni disminuir la violencia, los feminicidios, las desapariciones, el narcotráfico, la expulsión de migrantes, etcétera. Si México no ha logrado eso, pues entonces de qué sirven todas estas reformas estructurales”, agrega Payán.

EL FACTOR TRUMP

En 2016, además, a la percepción internacional de México se sumó la campaña presidencial encabezada por el hoy titular del Ejecutivo norteamericano, Donald Trump, que basó parte de sus discursos en atacar a los connacionales que han emigrado a ese país y en ofrecer un muro en la frontera sur así como una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

“El problema es que la totalidad de la imagen de México es más negativa que positiva y, para mí, eso hace que México sea un país vulnerable para las andanadas y ataques de Donald Trump”, dice Payán.

“Si México tuviera una imagen positiva en Estados Unidos y en Canadá no hubiera quedado vulnerable a los ataques de Trump, ni hubiera servido como su capital político. Lo que lo hace capital político de racistas, antiinmigrantes, populistas de derecha, y de candidatos como Trump es, precisamente. que la imagen de México no es buena”, afirma.

La situación, explica por separado Ivan Briscoe –director de programa para las Américas de la organización Crisis Group–, ha obligado al Gobierno de Peña Nieto a apoyar los planes de Estados Unidos para el resto de América Latina, estrechando la vigilancia sobre la migración en la frontera sur y encabezando la exigencia de un posicionamiento internacional contra el Gobierno de Venezuela.

“Fueron todo parte de un plan de buscar puentes con la Casa Blanca para tener algo de crédito cuando venga la negociación del TLCAN”, dice Briscoe.

“Seguramente que, si no logra sus propósitos y se observa que México está dando mucho en términos del control de la migración en Centroamérica y no está recibiendo nada; entonces, obviamente se verá como una política en términos internacionales que hay que cambiar”, agrega.

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