Jorge Zepeda Patterson
04/06/2017 - 12:05 am
Frank Underwood no es Peña Nieto, pero…
Frank Underwood maquina un escándalo informativo horas antes de unas elecciones que está a punto de perder. Hoy mismo, un capítulo más tarde, sabré si pudo revertir la tendencia.
Hoy no podré escribir sobre lo que verdaderamente importa en términos políticos, las elecciones por la gubernatura en el Estado de México, debido a la veda electoral que se impone a los medios de comunicación. Y cuando digo que verdaderamente importa no hago sino reproducir el consenso abrumador que considera a estos comicios regionales como decisivos para las elecciones presidenciales del próximo año.
O quizá lo haga (aludir a esta jornada electoral) de la misma forma en que lo hizo el PRI, velada y sinuosamente, cuando se anunció la orden de aprehensión en contra de Roberto Borge, el infame ex Gobernador de Quintana Roo.
Perdón, el PRI no libera órdenes de aprehensión, por lo menos no lo hace directamente, pero el hecho de que proceda de un tribunal del Estado de México y suceda dos días antes de una jornada electoral clave para el futuro de este partido, no deja muchas dudas sobre la naturaleza política de la decisión y su muy probable procedencia.
Roberto Borge, junto con Javier Duarte de Veracruz, fueron los jóvenes gobernadores a los que Enrique Peña Nieto presumió como ejemplo de las nuevas generaciones priistas. Esa probablemente sea la frase más honesta y exacta que el Presidente llegue a pronunciar durante su mandato. Es cierto que al afirmarlo su pretensión era otra, pero los hechos le imprimieron un giro dolorosamente exacto: Borge y los dos Duarte (Javier y César, Veracruz y Chihuahua) han sido el epítome de lo que significó el arribo del nuevo PRI. Más cínicos, más frívolos y más atascados que los de la generación anterior.
Díganme si no. Estábamos acostumbrados a las obras públicas con presupuestos ordeñados, a la compra ventajosa de terrenos alrededor de carreteras y nuevos desarrollos públicos, a los negocios de proveeduría montados en la víspera de la toma de posesión. Lo que no habíamos visto, o al menos no en esa escala, fue la apropiación personal y familiar del patrimonio público sin mediaciones ni cortapisas.
Uno de los motivos de la acusación en contra de Borge es la venta de 24 inmuebles propiedad del gobierno local en Cancún y Cozumel a un precio que no supera el 6 por ciento de su valor comercial. En teoría tienen un valor de mercado de 5 mil millones de pesos, pero podría ser aún mayor tratándose de terrenos codiciados por capitales turísticos. Se afirma que diez de los inmuebles no eran susceptibles de venta por tratarse de reservas naturales; algunos correspondían a las escasas áreas verdes a las que tienen acceso los pobladores. La mayor parte de todos estos terrenos fueron adquiridos por familiares del Gobernador o por empleados de absoluta confianza de sus parientes.
En plata pura, algo así como si el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México comenzara a parcelar y vender pedazos del bosque de Chapultepec a precios irrisorios y todos ellos quedaran en manos de su madre (como es el caso de Borge) y de amigos íntimos. La Colina del Perro de López Portillo es cosa nimia comparado con esto; y el hermano del 10 por ciento, como le decían a Raúl Salinas por sus “servicios”, casi inspira ternura (es un decir).
Durante años se supo que las tropelías de los tres gobernadores citados excedían a todo cuanto se conocía. Y no obstante, la clase política los protegió hasta la ignominia. Fue necesario que en las tres entidades ganara la oposición para que las evidencias recabadas y el escándalo obligaran a Los Pinos a ceder, y permitiera que los tribunales hicieran su trabajo. E incluso eso, lo han hecho solo cuando se han visto contra la pared o cuando creen que pueden, al menos sacarle provecho político.
Como ahora que se libera la noticia justo dos días antes. Y ya está. Completé esta columna sin violar la veda. Sin hablar de lo que sucede en el Estado de México. ¿O no?
PD: Seguramente porque no viene al caso, dedicaré parte del fin de semana a ver la última temporada de House of Cards. Me quedé en el capítulo en que el tortuoso Presidente que encabeza la serie, Frank Underwood, maquina un escándalo informativo horas antes de unas elecciones que está a punto de perder. Hoy mismo, un capítulo más tarde, sabré si pudo revertir la tendencia.
@jorgezepedap
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