El estudio indica que la mano dura ejercida por Estados Unidos sobre los cárteles de la droga en México y el Caribe a principios de los años 2000 concentró las actividades del tráfico de drogas a través del corredor de Centroamérica… y Centroamérica lo pagó.
«El tráfico de cocaína podría representar entre el 15 por ciento y el 30 por ciento de la pérdida anual de bosques nacionales en estos tres países [Nicaragua, Honduras y Guatemala] durante la última década», sostiene el documento.
Sin embargo, agrega que el problema de la «narcodeforestación» no se centra sólo en el cultivo de la planta de coca, sino en la compra de grandes extensiones de tierra que hacen los capos para lavar las ganancias ilegales obtenidas, mismas que usan para la ganadería y el cultivo, así como para la minería, la construcción de infraestructura habitacional, de turismo y carreteras.
Ciudad de México, 14 de junio (SinEmbargo).- El narcotráfico se ha convertido en un enemigo para los bosques centroamericanos: las actividades ilícitas han provocado la deforestación de grandes extensiones de este ecosistema, de acuerdo con un estudio publicado recientemente en la revista Environmental Research Letters.
El análisis financiado por Open Society Foundations y apoyado por National Socio-Environmental Synthesis Center, arrojó que las actividades criminales asociadas con el tráfico de drogas son causantes de hasta el 30 por ciento de la deforestación los bosques en Nicaragua, Honduras y Guatemala cada año, pues esas áreas son transformados en zonas agrícolas.
«El tráfico de cocaína podría representar entre el 15 por ciento y el 30 por ciento de la pérdida anual de bosques nacionales en estos tres países durante la última década y entre el 30 por ciento y el 60 por ciento de la pérdida ocurrió dentro de áreas protegidas a nivel nacional e internacional», estimaron los investigadores involucrados.
El informe titulado «Un análisis espacio-temporal de la pérdida de bosques en relación con el tráfico de cocaína en América Central» agrega que el problema de la «narcodeforestación» no se centra sólo en el cultivo de la planta de coca, sino en la compra de grandes extensiones de tierra que hacen los capos para lavar las ganancias ilegales obtenidas, mismas que usan para la ganadería y el cultivo.
Otras actividades que son utilizadas con la misma finalidad son la minería, la construcción de infraestructura habitacional, de turismo y carreteras. Las pistas de aterrizaje clandestinas impactan también en este deterioro, aunque en menor medida, sostiene el texto.
La situación, alertan, pone en peligro los esfuerzos de conservación para mantener los servicios ecológicos, los medios de vida rurales e indígenas, la seguridad humana y, por ende, la biodiversidad y las reservas mundiales de carbono en Centroamérica.
«Es probable que los efectos ambientales de las actividades de narcotráfico tengan consecuencias graves y duraderas para la biodiversidad, los servicios de los ecosistemas y el bienestar humano», advierte, y pone en evidencia que ninguna de las problemáticas suele ser considerada dentro de las políticas internacionales que tienen que ver con drogas, desarrollo o conservación.
Incluso apunta que los cambios en la cobertura de la tierra provocados por los narcotraficantes podrían poner en riesgo las estrategias internacionales de mitigación del cambio climático, además de las inversiones destinadas a retener el carbono en los bosques tropicales.
Y cita datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) que exponen que aproximadamente el 86 por ciento de la cocaína traficada en todo el mundo se traslada precisamente a través de América Central para llegar hasta los consumidores. La actividad ilegal, señala, deja ganancias estimadas en 6 mil millones de dólares al año a lo largo y ancho de la región.
El trabajo explica que Centroamérica emergió como una zona privilegiada a nivel mundial para el tránsito de cocaína a principios de los años 2000 y actualmente se mantiene como un corredor de tráfico primario para aquellos que trasladan cocaína del sur del continente al norte. Los especialistas estiman que el 42 por ciento de las drogas es transportado por tierra a través del istmo, lo cual significa un aumento del 14 por ciento con respecto a años anteriores.
«Estas cifras representan un aumento masivo del capital ilícito en la región que se ha convertido en predominante dentro de las estructuras económicas y de Gobierno para los países centroamericanos a través del lavado de dinero», sostiene el estudio.
En consecuencia, señala, es probable que el narcotráfico funcione en mancuerna con otros factores de cambio en el uso de las tierras que aceleran la pérdida de bosques, particularmente dentro de fronteras remotas, donde los terrenos ilegales no están vigilados a causa de la debilidad de las estructuras gubernamentales.
Ante este panorama, los científicos consideraron que abordar el tema de la pérdida boscosa en Centroamérica y otros lugares tropicales del planeta requerirá un vínculo más fuerte entre las políticas nacionales e internacionales en materia de drogas y conservación.
Cita el caso de Colombia donde el Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI), encargado de proporcionar datos espaciales sobre las ubicaciones anuales de campos de coca, ha demostrado «ser vital» para entender cómo las actividades ilícitas son capaces de impulsar la dinámica de los bosques y otros cambios en el uso de las tierras.
Entre otras soluciones para combatir el problema, los autores del análisis incluyen la desmilitarización de la guerra contra las drogas, el fortalecimiento del papel de los pueblos indígenas y las comunidades forestales tradicionales, a fin de que sean ellos quienes administren las áreas forestales que aún sobreviven y finalmente trabajar en el desarrollo de la conciencia regional sobre la situación.