Palmarito por dentro es un pueblo de contrastes. Hay pobres que viven del campo, hombres prósperos que han hecho riqueza, modesta, de las hortalizas. Pero también huele a vacío del Estado. Como en Tamaulipas, hay niños halcones, celulares, trimotos, autos de lujo y circuito cerrado para vigilar; hay leyendas de hombres “bondadosos” que pagan las fiestas y casas que huelen a recién pintadas.
Se sabe desde hace años que aquí, en esta región, la mafia del robo de hidrocarburos ha asentado sus reales. Pero no se conoce del resto de la cadena criminal: ¿quién vende tanta gasolina robada y quién la compra? ¿Quiénes dan protección y quiénes dejaron que este pedazo de México se descompusiera?
Por Viridiana Lozano Ortiz / Edmundo Velázquez
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Palmarito Tochapan, Puebla, 10 de mayo (Periódico Central/SinEmbargo).– “Dios se apiade de Palmarito”, reza un espectacular en la entrada de este pueblo en Quecholac, a una hora y media de la capital de Puebla. Metros más adelante, sobre la carretera hay establecimientos que venden bidones de todos los tamaños para trasladar combustible.
Combustible robado, claro. Desde hace años, el saqueo de hidrocarburos a Petróleos Mexicanos (Pemex) en esta región es una industria tan poderosa que atrajo la atención de los cárteles de la droga y ha atrapado en sus redes a habitantes, autoridades y policías.
El pueblo dice que se dedica al campo. Pero en Palmarito no faltan los autos de lujo y cuenta con su propio circuito cerrado, desde donde se tomaron los videos de la incursión del Ejército Mexicano el pasado 3 de mayo.
“Hay cámaras en muchas casas, si se fija. Pero es porque antes aquí robaban mucho. Por eso la gente se cuida”, dice una de las habitantes mientras señala el poste donde estaban las dos videocámaras que grabaron la ejecución de Raúl Jiménez y el asesinato de uno de los militares que participaron en el operativo.
El pueblo está al pie de la carretera México-Puebla. En cuanto alguien entra, los habitantes toman las placas del carro. Los halcones bajan en camionetas y motos a revisar de quién se trata. Igual a como operan las estructuras criminales que tienen en guerra a Tamaulipas, por ejemplo.
En el aire sobrevuela un helicóptero del Ejército mexicano. La mirada de muchos se clava al cielo porque quieren ver hacia dónde va. Algunos lo saludan. Los locatarios salen de sus negocios y alzan la mirada.
Por las calles destacan casas recién remodeladas, de dos pisos, con barandales anchos, pintadas de colores vistosos. Circulan camionetas BMW y Lobo, y decenas de motonetas con jóvenes y niños que halconean, es decir, que vigilan para dar parte más delante.
Hasta abril de 2017, el gobierno recuperó dos millones de litros de combustible sustraído de los ductos de Pemex. Ha detenido a 340 personas y recuperado mil 80 automóviles que se robaron los huachicoleros (llamados “chupaductos” en otras regiones de México) para trasladar el hidrocarburo que se vende de manera ilegal.
A la fecha, el Gobierno federal no ha explicado cómo operan las redes de distribución. Muchos han dicho, durante años, que incluso negocios formales –como las gasolineras– participan. No hay datos.
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Desde marzo, el Ejército Mexicano se instaló permanentemente en la zona del Triángulo Rojo —principalmente en Quecholac y Palmar de Bravo— y el pasado 3 de mayo, los roces caminaron hacia un enfrentamiento mayor con los pobladores de Palmarito Tochapan.
La versión de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) —difundida al día siguiente— fue que el Ejército recibió una llamada anónima en la que se denunciaba una toma clandestina en la zona. Los militares llegaron y fueron emboscados por huachicoleros que viajaban en cinco camionetas.
El comunicado de las Fuerzas Armadas dijo que los criminales usaron mujeres y niños como escudos humanos y que en esa primera incursión fueron asesinados dos militares.
También dijo que habían regresado a las 10:00 de la noche y entrado al pueblo para buscar a los responsables; que ahí habían sido atacados por pobladores desde los techos de las casas.
Pero los videos publicados este día por el periódico Cambio y El Sol de Puebla revelan que los hechos fueron diferentes.
El Ejército entró a Palmarito, alrededor de las 20:15 horas, detuvo a Paulino o Paulo Martínez pero cometió una omisión: no lo desarmó ni lo esposó.
Entonces el hombre disparó y mató a un militar. Y, en respuesta, fue asesinado.
Poco después, a las 20:40, un militar aparece en el video y, sin más, ejecuta a uno de los hombres que bajó de un automóvil. Le da un disparo en la cabeza. El hombre se movía y, aparentemente herido, no representaba una amenaza. Aún así, fue asesinado. El arma fue disparada a apenas unos centímetros de su cabeza.
Los videos fueron sacados del circuito cerrado que existe en la avenida Hidalgo, en donde los pobladores aseguran que tenía su casa Antonio Martínez, “El Toñin”.
“El Toñín” está identificado como uno de los líderes más poderosos entre las bandas que se dedican al saqueo de hidrocarburos.
“Ellos ya hasta se fueron. Nosotros no nos dedicamos al huachicol. Vienen personas de otros lados, viven aquí un tiempo y luego se van. Se van, y nos dejan todo el problema a nosotros”, dice una señora que vive en esa calle.
La mujer carga con tres celulares para comunicarse: dos son teléfonos inteligentes (smartphones) y el tercero es un aparato muy sencillo, que sirve solo para recibir llamadas y enviar mensajes de texto.
Desde el 3 de mayo, el pueblo pasa la mayoría de las horas en la oscuridad.
La gente dice que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) les cortó el servicio para castigarlos.
También afirma que cada vez que el Ejército hace rondines por las calles, les quitan el servicio.
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El caso que más indignó a los vecinos es el de Felipa. La mujer, de 43 años, se dedicaba a la pisca de hortalizas y buscaba cualquier trabajo para conseguir dinero.
“La pobre tiene a su mamá muy anciana. A eso se dedicaba, a cuidar de su madre que tiene más de cien años y a un hijo con discapacidad. ¿Ahora quién va a ver por ellos? No tienen a nadie. Ella los mantenía. Pobres, ¿qué van a hacer?”
La señora también fue herida en la zona de los lavaderos de verdura. El féretro de Felipa fue usado por los pobladores en la manifestación ante Casa Aguayo, sede de la Secretaría General del Gobierno de Puebla y oficina del Gobernador Tony Gali Fayad.
Eso fue el 4 de mayo, un día después de las refriegas del Ejército.
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Antonio Martínez, “El Toñín”, el capo del huachicol en el Triángulo Rojo, tiene una propiedad apenas a unas calles de la intersección de la calle Hidalgo, Camino Nacional y las calles 10 Norte y 10 Sur de Palmarito Tochapan, en Quecholac.
En esa esquina se encontraba el sistema de circuito cerrado que grabó los hechos del 3 de mayo.
Ahí donde fue asesinado Paulo Martínez, “El Paulino”, su primo y escolta. En esa misma equina murió otro poblador de Palmarito Tochapan y un agente de la Policía Militar, según los videos difundidos por los propios vecinos de la junta auxiliar.
Palmarito Tochapan tiene esos contrastes. Es una zona totalmente agraria, dedicada a la siembra de hortalizas, pero existen sistemas de circuito cerrado que funcionan mejor que los Centros de Respuesta Inmediata (CERI), colocados en distintos municipios urbanos de Puebla.
Algunos de los pobladores se emplearon desde 2007 en la empresa cementera Cruz Azul —cuya planta se encuentra instalada en el municipio vecino de Palmar de Bravo— pero la gran mayoría se dedica a la siembra de hortalizas.
“Aquí la gente es pobre. Se dedica a la hortaliza. Casi todos trabajan en el campo. El Ejército les echó la culpa a los campesinos y atacó a gente inocente”, dice uno entre los pobladores.
Pero el robo de hidrocarburo es una bruma que cubre la región.
Afuera de las ferreteras se exhiben las garrafas industriales para la carga de combustible robado y los ductos de Pemex se encuentran a pocos minutos de la población, sobre la carretera.
La junta auxiliar de Quecholac dista de ser un pueblito: alcanza una población de 27 mil 700 habitantes según el INEGI.
Los vecinos usan motocicletas para transportarse y algunos hasta camionetas de lujo. Hay halcones por todos lados, usan motocicletas donde viajan hasta de a cuatro y tres personas. Uno de ellos siempre debe de ir armado.
Sin embargo, los vecinos insisten que el Ejército mató a muchos inocentes y que los militares fueron aturdidos por los fuegos pirotécnicos de tres distintos barrios en la zona que festejaban el Día de la Santa Cruz.
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El primero en ser asesinado fue José Sánchez, dicen en el pueblo. Era un hombre que cargaba su camioneta Ford Lobo con cebolla en la zona que utilizan los campesinos para lavar sus legumbres.
“Estaba aquí, el señor, con sus cebollas. Nomás porque lo vieron con su camioneta le dispararon. Aquí quedó”, señaló una mujer y apuntó al arreglo de flores que ahora se encuentra en el sitio, como ofrenda.
Un sobrino de ese hombre quien pidió el anonimato aseguró que se llamaba José Sánchez; que tenía 47años de edad y que se dedicaba a la siembra de hortalizas.
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El gran benefactor es un fantasma. En Palmarito Tochapan todos hablan de él como “El Señor”.
Es una especie de Robin Hood sin rostro.
La banda de Antonio Martínez, “El Toñín”, mantiene el control gracias a las dádivas a sus pobladores. Las madres, este 10 de mayo extrañaron sus regalos.
“Nos quedamos sin festejo del 10 de mayo”, refunfuña una mujer de Palmarito. “El señor cada año hacía el festejo, nos daban regalos y rosas el 10 de mayo, pero ahora por el chistecito del Ejército ni nos festejaron”, dice la mujer que no pasa de unos 30 años.
Este año, en Palmarito Tochaban, esperaban que “El Toñín” realizara la fiesta a la que acuden las madres de todo Quecholac e incluso de otros pueblos a la redonda.
Fue cancelada después del enfrentamiento del 3 de mayo.
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El ejecutado por el Ejército fue identificado como Raúl Jiménez Martínez, de 47 años de edad. Este 10 de mayo, su familia llevó la cruz al lugar donde murió. Hicieron una ceremonia para que su espíritu descanse.
“Andaba buscando quién le arreglara la camioneta, estaba tirando aceite. No sabemos cómo fue que vino a parar aquí”, dijo su madre, Efigia Martínez.
En entrevista, detalló que el Ejército dejó a seis hijos sin su padre.
“El señor ni era de aquí, de por estas calles. Se ve que es de dinero porque le va bien con las hortalizas. También son de dinero desde hace mucho su familia”, dice una vecina de la calle Hidalgo.
La familia de Raúl Jiménez pide justicia. Sus acompañantes a la ceremonia solicitaron que no se les hicieran más preguntas y que se respete su duelo.
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Junto con Raúl Jiménez se encontraba Misael Monterrosas, de 17 años de edad. Una bala le rosó el rostro, pero cuando vio c®omo mataron a Raúl, cayó desmayado. Los militares, al ver su cara ensangrentada, pensaron que había muerto. Eso le salvó la vida. Reaccionó cuando ya estaba en la funeraria.
“Fue solamente un rosón en la cara. Pero se ensangrentó todo y el muchacho se desmayó. Quedó ahí tirado en el suelo y lo pensaron muerto. Por eso ya no le hicieron nada. Cuando llegó la funeraria para levantarlo el muchacho reaccionó. Solamente fue un rosón, pero se salvó de que lo detuvieran por desmayarse […]. No creo que quiera hablar, está muy espantado, quedó como traumado”, dice una vecina.
Un tercer hombre que se encontraba en el lugar es uno de los nueve detenidos que fueron enviados al penal de Tepexi de Rodríguez el 7 de mayo pasado. Los pobladores apenas y saben de quién se trata.
“Sí sabemos que lo detuvieron. Se lo llevaron. Eran tres. El muchacho, el señor muerto y él. Pero pues no sabemos cómo se llama. Sabemos que es de acá, lo conocemos de vista. Palmarito es muy grande, apenas y nos conocemos todos”.