COLUMNISTA INVITADO | Violeta, tan frágil como un segundo, de Alfredo Sánchez Gutiérrez

13/05/2017 - 12:04 am

Para olvidarme de ti / voy a cultivar la tierra / En ella espero encontrar / remedio para mi pena / Aquí plantaré el rosal / de las espinas más gruesas / Tendré lista la corona / para cuando en mí te mueras…

Por Alfredo Sánchez Gutiérrez

Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).-En febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Violeta. Y el próximo octubre, cien de que nació. Aún tenía cuarenta y nueva aquel día 5 del segundo mes cuando se quedó la vida con un balazo implacable de revolver. Qué lejos de los ciento dos que lleva en este mundo su hermano, el antipoeta Nicanor, longevo como pocos. Era pues, una mujer joven, aunque si la juzgáramos por su biografía persaríamos que era mucho mayor. ¡Qué no hizo Violeta Parra en menos de cincuenta años!, artista múltiple a quien se le conoce por sus sus enormes composiciones musicales pero cuyo talento iba mucho mas lejos: hizo pintura, cerámica, bordados, esculturas; viajó por todos los rincones de Chile recopilando miles de cantos, versos, tonadas; antes de los cuarenta ya había ganado algún premio como folclorista y fue directora de un museo; trabajó en la radio, tuve tres hijas y un hijo, se caso y se descasó dos veces, se enamoró apasionadamente de Gilbert, grabó para la disquera Le Chan du Monde, recorrió Europa, se instaló en París, expuso sus tapices en el Museo de Louvre, inspiró la Nueva Canción Chilena.

Es difícil elegir canciones de su repertorio: hay tantas y tan buenas. Un vistazo a algunas de las páginas disponibles con su cancionero, intimida por su extensión, tanto de temas propios como de os muchos que recopiló: cuecas, zambas, décimas, tonadas. Pero vale la pena el esfuerzo de arribarse a todas esas maravillas. Sus composiciones abrevan de la raíz musical folclórica que tan bien investigó y asimiló, pero tienen sin duda un sello personal que se expresa sobre todo a través de las letras. En sus canciones hay amor y desamor, por supuesto, pero también gritos, maldiciones, humor, guiños, indignación y dolor, todo expresado de manera honda y poética, cosa infrecuente en la canción popular. No era una cantante muy refinada pero sí apasionada, a veces hasta salvaje y en muchas ocasiones arriesgada, hasta experimental, como en aquella impresionante canción llamada «El Gavilán». O jocosa como en la esdrújula «Mazúrquica Modérnica».

A Violeta, izquierdista declarada, comunista confesa, no le tocaron algunas tragedias que la habrían lastimado, como el Golpe Militar en Chile, pero sí las cotidianas que sufría la gente, muchas veces a manos de los poderosos, dueños del dinero o de la religión. A estos últimos les dedicó varios sonoros versos:

Por supuesto que algo genético habría en Los Parra, tan llenos de talentos artísticos que no se terminan con la genración de Violeta y muchos de sus hermanos -Hilda, Lalo, Lautaro, Nicanor, Roberto, Oscar- sino que han continuada con sus propios hijos: Ángel e Isabel, músicos ambos que padecieron el exilio de la época pinochetista; y sus nietos: otro Ángel, miembro éste del grupo Los Tres y Javiera y Tita, quienes desarrollan sus propias carreras solistas; su sobrina, también cantautora, Colombina Parra y otra sobrina, Catalina, quien es artista visual.

Así sucede a veces, aunque no con mucha frecuencia, me temo, en las familias. Si quisiera pensar en otra, me remitiría sin duda a los mexicanos Revueltas, tan llenos de explosivos talentos artísticos como Los Parra: José, Silvestres, Rosaura, Fermín y algunos de sus descendientes.

El caso es que Violeta, frágil de salud como fue en su infancia, iracunda e intratable en su madures, según narran algunos, vivió con intensidad sus pocos años y lo hizo comprometida con su arte y sus causas: miró de cerca la injusticia, la miseria, el hambre y se rebeló contra todo ello. No se resignó a una vida doméstica, de ama de casa convencional, sino que salió a conocer mundo aunque ello le valiera reproches, rupturas, alejamientos, dolor. Su propia hija Rosa Clara murió muy pequeña cuando ella estaba lejos y esa fue una pena imposible de aliviar. Ella quería que su mundo fuera ancho y aunque conoció a detalle la geografía de su país, también quiso mirar más allá. Tuvo reconocimiento, sí, pero también sufrió incomprensión en su propia tierra. Murió por mano propia en su carpa de la Comuna de la Reina, donde se había empeñado en construir un centro de cultura folclórica que fue desdeñado por sus compatriotas. Ese y otros factores contribuyeron, seguramente, a su decisión final: dar por terminada así una vida a la que apenas un año antes acababa de dar gracias emocionadas. Esa era Violeta: contradictoria, impredecible, agradecida y meledicente:

La actriz Francisca Gavilán encarna de modo impresionante a la artista en la película de Andrés Wood Violeta se fue a los cielos, de 2001. Una buena forma de iniciarse en el conocimiento de Violeta es a través de esa cinta, basada en el libro del mismo nombre escrito por Ángel, su hijo, que la muestra como seguramente fue: irónica, irascible, apasionada, inconforme. Artista y ser humano a quien, con todas sus virtudes y defectos, con todas sus contradicciones hoy, a cincuenta años de su muerte y cien de su nacimiento, habremos de celebrar, escuchándola.

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