Andrés Manuel va a El Paso, Texas, como líder social de un gran movimiento que ha dicho basta, y que pretende cambiar el régimen nacional, y ahora se manifiesta en Estados Unidos en defensa de los latinoamericanos que viven allá.
El Paso es una ciudad con gran peso en la historia de México.
Cuando se pasea por las calles de su Centro Histórico, se descubren los lugares más interesantes relacionados a la Revolución mexicana; ahí se organizaron los hermanos Flores Magón en su lucha contra Porfirio Díaz y se reunieron todos los revolucionarios para planear la toma de Ciudad Juárez, que llevó a su posterior renuncia.
Allí está la casa donde Mariano Azuela escribió “Los de Abajo”, el hotel donde Francisco Villa se reunía con su gente (donde ahora se hospeda López Obrador) e incluso está la tumba de Victoriano Huerta. Es una ciudad que histórica, familiar, cultural y socialmente se encuentra más vinculada con México que con Estados Unidos.
Actualmente tiene una increíble dinámica social impulsada fundamentalmente por mexicanos; hay grupos que luchan en las universidades por los derechos de los juarenses que estudian allá y organizaciones derechohumanistas formadas por los exiliados que huyeron de la muerte segura durante la primera guerra de los cárteles (ya que actualmente parece que comienza una segunda).
Trabaja ahí tal vez el grupo más importante de solidaridad con los migrantes: Casa Anunciación, por la que hemos pasado más de 100 mil mexicanos que alguna vez necesitamos refugiarnos bajo la sombra de Rubén García, y Kerry Doyle y Simon Chandler; esta pareja destaca porque ella, nacida en Chicago, es una reconocida curadora de arte y Simon, su esposo nacido en Inglaterra, es un docente que apoya a los jóvenes chicanos mediante el futbol.
Está el cuartel de la organización de trabajadores del campo más importante de la región, el activista Carlos Marentes declinó la medalla del Gobierno a los connacionales que apoyan a mexicanos en el exterior, y está también Casa Obrera, la unión de obreros más fuerte y persistente de la zona. Además opera allí el Border Network for Human Rights, red que defiende los derechos humanos de los migrantes; la dirige un refugiado más de la guerra, Fernando García.
Tampoco pueden faltar los abogados que optaron por la defensa de los mexicanos, Carlos Spector y Carmen Rodriguez, y los políticos: el senador local Jose Rodriguez y el representante federal Beto O’Rourke.
Todos estos grupos e individuos desarrollan diferentes actividades con dinámicas propias y pocas veces logran coincidir en un solo esfuerzo, pues tienen objetivos y visiones diferentes.
Sin embargo, muchos de ellos y la gran cantidad de mexicanos no organizados que viven legalmente en El Paso han sido convocados por Andrés Manuel López Obrador para un mitin en la Plaza de Armas de aquella localidad, conocida popularmente como la plaza de los lagartos porque durante muchos años fue el hogar de una amplia colección de cocodrilos vivientes.
Resulta increíble el reconocimiento de muchos mexicanos en el extranjero por la figura de Andrés Manuel López Obrador y lo pronto que responden a su convocatoria.
Cierto es que no va a buscar ni conseguir un solo voto para su eventual candidatura a la Presidencia de la República, pero está logrando algo que parecía difícil: la unión y coincidencia de muchas gentes y grupos que actuaban independientemente, y que ahora repiten un mismo mensaje a los indocumentados: ¡No están solos!