Por el sambódromo pasaron un total de 12 escuelas, las cuales presentaron sus fastuosas carrozas, un centenar de percusionistas, cantantes, las «reinas de la batería» vestidas con lentejuelas, purpurina y plumas, además de entre 2 mil y 3 mil bailarines ante la mirada de más de 20 mil espectadores.
Por Alba Santandreu
Sao Paulo, 26 de febrero (EFE).- Bahía, tierra de todos los santos, se coló hoy en el sambódromo de Sao Paulo, una pasarela de más de 500 metros de samba, purpurina y cuerpos despampanantes en la que los brasileños calentaron los motores para los lujosos desfiles de Río de Janeiro.
La capital paulista dejó de lado su complejo de «ciudad gris» por segunda noche consecutiva y se impregnó del colorido de las escuelas de samba de la «primera división», que de nuevo alardearon de su profesionalismo ante la incredulidad de los cariocas.
Primera en marchar, la agremiación Mancha Verde alabó el nombre de Zé, la expresión popular de José en Brasil, mientras en el «área de concentración» los protagonistas de Unidos do Peruche ultimaban los detalles para su desfile, una exaltación de Salvador, capital de Bahía, un «calderón de razas, cultura, fe y alegría».
Entre bambalinas, Vanesa Nentin ajustaba nerviosa las plumas de su minúsculo disfraz antes de enfrentar la majestuosa pasarela, al tiempo que la «vieja guardia», el sector formado por las personas de mayor edad, conversaba con la tranquilidad que ofrecen más de tres décadas de desfile.
«Es imposible explicar lo que se siente. Cada año es igual de emocionante», aseguró a Efe Joana, de 62 años, quien lleva media vida marchando con Unidos do Peruche.
Desde los altavoces, un voz gruesa da el pistoletazo de salida y la escuela comienza a rendir su particular homenaje a Salvador, la ciudad, que como reza la letra del «enredo» (tema), es «un paraíso singular» y el «origen de los brasileños».
Los bailarines cogen aire y los cuerpos, algunos de ellos prácticamente desnudos, se mueven sensualmente al ritmo de samba, buscando la complicidad del jurado y de los más de 20 mil espectadores que llenan el sambódromo hasta la bandera.
Los primeros acordes de la canción dan la entrada a la «Reina del mar», lemanjá, una diosa admirada en Bahía y protagonista de miles de leyendas; después llegan los colonizadores portugueses y con ellos los esclavos africanos, quienes dejaron impresa en Salvador su huella, parte de su religión y sus tradiciones.
En medio de un torbellino de samba y sensualidad, Peruche alabó la comida «baiana» -acarajé, cararu y vatapá-, así como a los grandes ídolos de Brasil, de sangra nordestina: Caetano Veloso, Gilberto Gil e Ivete Sangalo.
La esclavitud, el capítulo más oscuro de la historia de Brasil, estuvo presente en una enorme carroza que evocó el Pelourinho, un colorido barrio símbolo de Salvador de Bahía y que en el pasado estuvo manchado de sangre.
El nordeste también se colará en la presentación de la escuela Dragoes da Real y de la popular Vai-Vai, la mayor campeona de títulos del carnaval paulista, mientras que Imperio le rindió homenaje a la paz en un momento de tiempos convulsos.
Entrada la madrugada, Nené de Vila Matilde despertará al público con una oda a la ciudad de Curitiba y Rosas de Ouro cerrará los desfiles del Grupo Especial con una lección sobre convivencia.
Con la luz del alba, habrán pasado por el sambódromo paulista un total de 12 escuelas, las cuales presentaron sus fastuosas carrozas, un centenar de percusionistas, cantantes, las «reinas de la batería» vestidas con lentejuelas, purpurina y plumas, además de entre 2 mil y 3 mil bailarines.
Entonces, Sao Paulo le pasará el testigo a Río de Janeiro, la «Ciudad Maravilhosa» y templo mundial de la samba, donde entre la noche del domingo y la madrugada del martes las escuelas cariocas mostrarán al mundo la suntuosidad y grandeza de sus desfiles.