Nicaragua no sería la misma sin el poeta Ernesto Cardenal (1925). Ni tampoco la tradición poética en lengua española sería la misma sin su poesía, en especial Hora cero, Epigramas y Salmos, este último un libro emblemático de la revolución sandinista, que acabó con más de cuatro décadas de dictadura somocista.
En aquel triunfo sandinista de 1979, que tomó su nombre del líder guerrillero Augusto César Sandino, asesinado por el primero de los Somoza, la labor de Ernesto Cardenal y de otros revolucionarios (entre ellos el propio Daniel Ortega, actual presidente de Nicaragua) fue crucial para la liberación del pueblo nicaragüense, agobiado por un régimen despótico apoyado por el gobierno estadounidense hasta su disolución.
Ernesto Cardenal fue nombrado Ministro de Cultura el mismo día que triunfó la Revolución Sandinista y hasta 1987, año en que el ministerio se diluyó por razones financieras. Durante todo este tiempo, Cardenal se dedicó a una tarea de política cultural como no se había visto antes en el siglo. Ordenado sacerdote en 1965, fundó la comunidad de Solentiname, en donde auspiciaba a pescadores y artistas primitivistas. Esta comunidad pronto adquirió una resonancia internacional.
Sin embargo, desde la vuelta de Daniel Ortega al poder en 2007, con claros visos de ser una dictadura, Cardenal no ha dejado de denunciar las corruptelas del ex líder sandinista, con quien rompió lazos cuando se dio «cuenta de los robos y la gran corrupción en la que había caído mi partido», mismas que salieron a la luz pública.
Fue a partir de estas denuncias de Cardenal que el gobierno de Ortega le “sembró” a Cardenal una denuncia millonaria por un supuesto problema financiero con la administración de la comunidad de Solentiname. La multa millonaria es considerada por Cardenal producto de una mera “persecución política” por parte de la dictadura (así la nombra) de Ortega y su esposa, Rosario Murillo.
La gran preocupación en el caso de Cardenal no es sólo lo que se pueda hacer contra él, renombrado poeta a nivel mundial, sino contra todos aquellos ciudadanos de a pie que se encuentran a la deriva del poder absolutista de Ortega, quien no parece cejar en su empeño de destruir al autor de Oración por Marilyn Monroe y otros poemas.
Defender a Ernesto Cardenal debe significar, pues, una defensa a los derechos individuales y humanos de miles de ciudadanos que viven en regímenes, incluido nuestro país, donde el despotismo (velado o descarado) parece ser la norma que rige cada aspecto de su vida.
@rogelioguedea