Con el TLCAN, coincidieron especialistas, en México se instauró un “imperialismo alimentario”. El acuerdo desmanteló la producción alimentaria del país; sustituyó el sistema de alimentación de los mexicanos por productos industrializados; se impuso un sistema de comida rápida, con alimentos con baja o nula calidad nutricional y un alto contenido de saborizantes y colorantes artificiales, conservadores químicos y con hormonas, pesticidas, toxinas y grandes cantidades de carbohidratos. El resultado, el país hoy atraviesa una epidemia de obesidad, sobrepeso y diabetes.
Ciudad de México, 4 de febrero (SinEmbargo).- El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y las políticas permisivas del Gobierno mexicano favorecieron el ingreso de alimentos chatarra al país, los que hoy lo tienen sumergido en una epidemia de obesidad, sobrepeso y diabetes. Mientras, diversas industrias estadounidenses y canadienses se llenan los bolsillos.
En entrevista para SinEmbargo, el doctor Abelardo Ávila Curial, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, señaló que el efecto del TLCAN fue devastador en muchos aspectos. Por ejemplo, dijo, la mentalidad que generó en torno a las políticas públicas: se concibió el modelo de libre comercio como el eje de la solución de los problemas de pobreza, nutrición, desarrollo social e infraestructura comunitaria.
«Construimos el peor de los mundos posibles alrededor del TLCAN. La política alimentaria en México es marginal, excluyente, fragmentada. En el país lo que menos importa es el bienestar humano, lo que más importa son las ganancias», aseguró.
Victor Suárez Carrera, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), señaló que el acuerdo además sustituyo el sistema de alimentación de los mexicanos.
«Con el TLCAN no sólo se desmanteló la producción alimentaria de México, sino que también sustituyó su sistema de alimentación por productos industrializados importados por empresas estadounidenses. Impuso un modelo de alimentación de comida rápida, hiperindustrializada, con baja o nula calidad nutricional y un alto contenido de saborizantes y colorantes artificiales, conservadores químicos y con hormonas, pesticidas, toxinas y grandes cantidades de carbohidratos. Éste modelo se impuso desde EU para México y es lo que yo llamo un ‘imperialismo alimentario'», explicó.
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EL BOOM DE WALMART Y LA COMIDA CHATARRA
En 1993, la primera tienda Walmart Supercenter llegó al país y fue ubicada en Plaza Oriente, en la zona oriente de la Ciudad de México. La cadena se instaló y puso a disposición de los consumidores principalmente alimentos procesados, azucarados, grasosos y con altos contenidos calóricos.
Un estudio del Instituto de Políticas de Agricultura y Comercio (IATP, por sus siglas en inglés) señala que entre 1994 (año en que se firmó el TLCAN) y 2001, el número de tiendas Walmart creció en México de 114 a 561, y ya para 2005 controlaba el 20 por ciento del sector de menudeo de alimentos.
Actualmente cuenta con más de 3 mil sucursales en seis países de Centroamérica y abarca las marcas Aurrerá, Superama Vip´s, Sam’s Club y Suburbia, todas ellas con presencia en México.
«El boom de Walmart genera desigualdades, empobrece, destruye la cohesión social, la vida de los barrios, de las colonias y los negocios locales», recriminó Victor Suárez, de la ANEC.
De acuerdo con datos del Foro Nacional de Alimentación y Nutrición de 2012, el 45 por ciento de los alimentos que consumen las familias mexicanas se adquieren en tiendas de autoservicio.
Julieta Ponce Sánchez, directora del Centro de Orientación Alimentaria, explicó que dicho modelo de negocio está basado en los productos que tienen mayor vida de anaquel, mismos que son fabricados con altos contenidos de sodio y jarabe de maíz de alta fructuosa.
En el documento del Foro se lee: «Las tiendas de autoservicio y supermercados participan con el 45 por ciento del abasto minorista de alimentos, así han ido desplazando a los mercados públicos y tiendas. Tan sólo Walmart aumentó sus ventas en México de 57 mil 810 a 183 mil 119 millones de pesos entre 1998 y 2006 respectivamente».
En Walmart los consumidores pueden hallar una extensa variedad de bebidas azucaradas y alimentos procesados, que de acuerdo con especialistas han contribuido de forma importante en la epidemia de sobrepeso y diabetes que fue declarada por el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto hace pocos meses.
EL IMPERIO DE COCA COLA
La estadounidense Coca Cola, que vende principalmente refrescos, jugos y bebidas isotónicas, con azúcares en exceso ha estado presente en México desde 1929, pero con el TLCAN también pudo ver una fuerte consolidación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que si un adulto consume diariamente 2 mil calorías, podría ingerir cerca de 200 calorías provenientes del azúcar añadido, o sea, 10 cucharadas cafeteras, sin embargo para tener beneficios extras en su salud no debería exceder las 5.
Pero no se trata sólo de los problemas de salud que ha originado la industria del refresco en México. Además, el acceso a los ingenios azucareros, los «enormes privilegios» en la explotación del agua que el Gobierno mexicano ha otorgado, prácticamente, de forma «gratuita», y un régimen fiscal «tremendamente favorable» han favorecido la prevalencia de estas empresas en el país, acusó la especialista Julieta Ponce. Recordó, que aquí esas empresas «pagan fracciones ridículas de sus utilidades, impuestos bajísimos».
Victor Suárez puntualizó que «bajo el TLCAN hubo un sistema de privilegios a la inversión extranjera que les permitió pagar menos impuestos aquí en México que en Estados Unidos, tener menos regulaciones ambientales, incentivos, etcétera. Con el TLCAN el Gobierno mexicano dio todas las facilidades a la inversión extranjera».
Ponce agregó: «hemos cantado el karaoke del capitalismo que ha dictado el TLCAN en cuestión de alimentos. Tomamos el papel de consumidores y hemos tenido más perjuicios que beneficios con el Tratado. México no necesitaba traer alimentos de otro lugar, debió proteger la alimentación con más cuidado».
La refresquera de origen estadounidense, la más grande del mundo, llegó a México en 1929 a la capital mexicana a través de Grupo Mundet. Y lo cierto es que el acceso a la popular bebida de color negro ha sido cada vez más fácil, sobre todo en comunidades indígenas y en los sectores más pobres del país en el que el 36.3 por ciento de los adolescentes y 72.5 por ciento de los adultos viven con sobrepeso y obesidad, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Alcance (Ensanut) 2016.
«En los Altos de Chiapas, por ejemplo, el Gobierno pavimentó, metió luz para facilitar la entrada de los tráilers cargados de refrigeradores llenos de Coca Cola. La Coca Cola entra al biberón de los niños, con efectos devastadores sobre la salud y eso ha provocado la tragedia que estamos viviendo [epidemia de sobrepeso y diabetes]. El Estado está financiando a estas industrias», denunció el investigador Abelardo Ávila.
Criticó que no sólo se les ha brindado infraestructura: «Tenemos a políticos de altísimo nivel promoviendo el consumo de Coca Cola», dijo en referencia a que en septiembre pasado, el Presidente Peña Nieto, al inaugurar el Centro de Innovación y Desarrollo de la empresa, aseguró que todos los días se bebe una lata de la bebida en su presentación Light.
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MÉXICO INUNDADO DE PRODUCTOS CHATARRA
Otras marcas presentes en el país provenientes de Estados Unidos que se han arraigado, también con el apoyo del TLCAN, a la dieta de los mexicanos son Pepsico, Gamesa, Quaker, Sonric’s y Gatorade. Todas estas marcas comercializan comida chatarra o bebidas con alto contenido calórico.
«Desde 1994 a la fecha se sustituyó gradualmente la comida tradicional mexicana con base en maíz, frijol, calabaza, nopales, hortalizas, frutas, por la comida hipeindustrializada, producida por las grandes empresas y distribuida por las grandes cadenas de mercados», dijo Victor Suárez.
En 2014, la Secretaría de Economía informó que Estados Unidos se había convertido en el primer socio comercial de México; en su principal proveedor, con el 49.9 por ciento de las importaciones del país, y el primer destino de sus exportaciones, con el 77.6 por ciento. La dependencia indicó que de los principales productos importados provenientes de EU, el de mayor tasa de crecimiento anual promedio (TCAP) entre 2008 y 2013 fueron los azúcares, incluidas la lactosa y glucosa, con el 30 por ciento.
Las franquicias de comida rápida procedentes del vecino del norte, que comprenden un sector importante en México, y que han inundado las calles y las plazas comerciales del país son McDonald’s, Burger King, Pizza Hut, Dunkin’ Donuts, Subway, KFC, Starbucks, Wendy’s, Carl’s Jr, entre otras.
«Gracias a las fuertes campañas publicitarias, señalo, el consumo de estos productos [chatarra] se convirtió en identidad y estatus para muchos mexicanos», lamentó el director de la ANEC.
En 1991 se abrió el primer restaurante de Carl’s Jr. en México. Actualmente la cadena cuenta con 248 sucursales en todo el país. La conocida franquicia pertenece al consorcio CKE Restaurants Holdings, liderada por Andrew Puzder, nominado como Secretario de Trabajo de Donald Trump.
El primer día de McDonald’s en México fue el 29 de octubre de 1985 para instalarse en la capital del país. Hoy, ya existen más de 400 restaurantes en toda la República Mexicana de esta firma, además de cerca de 500 puntos de venta de McCafé y Centros de Postres, estos últimos se expandieron por distintas estaciones del Metro de la Ciudad de México y en plazas comerciales a partir de 2009.
Víctor Suárez dijo que si bien McDonald’s llegó a México nueve años antes de la firma del TLCAN, con este acuerdo se disparó «el boom» de las cadenas de comida rápida.
Timothy A. Wise, investigador en Small Planet Institute, en Cambridge, Massachusetts, señaló que el TLCAN promovió no sólo el comercio de bienes, sino la inversión. Esto último abrió la puerta a las trasnacionales en la comida y en otros sectores.
“La calidad de la dieta en México decayó y en ello contribuyó la expansión de fastfood y de comidas industrializadas […] La dieta tradicional tiene muchas ventajas y valdría la pena rescatarla porque tiene menos procesados y menos azúcares, por lo que es mucho más saludable”, dijo.
El investigador planteó la posibilidad de renegociar el Tratado e imponer un arancel más alto a la entrada de alimentos y bebidas chatarra al país.
Por otro lado, Suárez consideró que Canadá ha apostado más por la importación y exportación de materias primas, productos lácteos y avícolas, y no lo ha hecho en gran medida por la comida chatarra. «Allá tienen más cuidado que acá en ese sentido», comentó.
La especialista Julieta Ponce subrayó que la posición geográfica de Canadá no es favorable para producir, por lo que es también un potencial consumidor de los productos estadounidenses.
La canadiense McCain, marca líder de comida congelada a nivel mundial con presencia en más de 160 países, de acuerdo con su información corporativa, produce 1 de cada 3 papas a la francesa distribuidas en el mundo y comercializa otros productos como vegetales, aperitivos y postres congelados.
Próximamente, la cadena Tim Hortons –también de origen canadiense– llegará a México para competir en el mercado de donas y café.
¿QUÉ OPCIONES SALUDABLES TIENEN LOS MEXICANOS?
Los especialistas consultados por éste medio pidieron «agradecer» la urgencia de Donald Trump por renegociar o dejar el Tratado, y a partir de ello construir un sistema alimentario «racional», que no genera daños a la salud, ni a la agricultura, medio ambiente, recursos naturales, cultura o al tejido social. Los especialistas recordaron que México eliminó barreras para importaciones de maíz y frijol, productos clave en la dieta mexicana y en la economía rural.
El investigador Abelardo Ávila hizo un llamado a la sociedad mexicana para «recuperar lo que consumíamos antes del TLCAN»; disminuir el consumo de productos como el refresco y otros que contienen azúcares añadidos, harinas refinadas, alimentos procesados y con alto contenido de grasas, y optar por alimentos como el maíz, amaranto, nopal, frijol, chile, jitomate, calabaza, quelites, entre otros.
De esa manera, puntualizó: «nos ahorramos contaminación, gastos en publicidad, transporte, huella de carbono, cambio climático».
«Los círculos viciosos del sistema que se generaron alrededor del TLCAN nos conducen a desastres sanitarios, ecológicos, sociales, económicos. También hay la posibilidad de revertir, a partir del sistema alimentario nacional, círculos virtuosos que activen la economía, combatan pobreza, recuperen medio ambiente, salud, cultura, tejido social, etcétera. El Gobierno debe impulsar el campo», subrayó.
Julieta Ponce agregó que es necesario implementar una estrategia emergente para terminar con el TLCAN paulatinamente, otorgar incentivos para la producción nacional y reestructurar la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), que «no ha respondido en la cuestión alimentaria, sólo en la productiva».