En la tarde de ayer, el escritor Guillermo Samperio, falleció por un paro cardiorrespiratorio a los 68 años de edad. Con él se va un narrador capaz, prolífico al punto de editar 50 libros para la literatura mexicana y sin duda un baluarte del cuento, el arte que aprendió de su amigo, el guatemalteco Tito Monterroso.
Ciudad de México, 15 de diciembre (SinEmbargo).- Guillermo Samperio era muy joven todavía. No había cumplido los 70 años y a lo largo de toda su vida marcó la marcha con gran intensidad. Como si hubiera cumplido 100, 200 y este destacado hombre de letras en las áreas de cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica, declarado por el periodista Rafael Sarmiento como “un gran alquimista”, supiera todos los secretos de la existencia.
Nació en la ciudad de México el 22 de octubre de 1948 y en uno de sus últimos libros, Maravilla Malabares, se dio a la certeza de explicarse a sí mismo: “Yo, Guillermo Samperio, no fui testigo de mi propio nacimiento, no tengo certeza de ser mexicano y por ello me declaro casiopeico”.
Verdadero artista de culto, difícil de clasificar, con virtud independiente y gran recreador del lenguaje desde una perspectiva existencialista y nihilista, Samperio, ha destacado mayormente por el cuento, un arte que aprendió de su maestro guatemalteco Augusto Tito Monterroso (1921-2003).
“En rigor, empecé a trabajar a los diez años o sea que tengo más de cincuenta trabajando. En total éramos seis hermanos, cuatro hembras y dos varones. Yo era el mayor y creo que eso me ayudó muchísimo porque, en las circunstancias en que vivíamos, ser el mayor me daba un lugar predominante. Mi madre protegía más a las mujeres, pero yo tenía el apoyo de mi padre”, dice la larga introducción, de la antología elegida por Javier Fernández.
“En un mundo de mentiras y falsas realidades, nada hay más cierto que la ficción. Y a esa máxima nos aferramos”, dice Javier Fernández, el recopilador, quien ayer, desde la página de Ediciones Cátedra lamentó la muerte del escritor y lo recordó mediante una nota realizada el año pasada, donde el autor destacaba su capacidad de abstracción.
“Aunque la escritura es una forma de hacer un viaje fuera del planeta, pues mi capacidad de abstracción a la hora de escribir es muy potente. Podía escribir en el comedor, no tenía estudio, mientras mis hijos pequeños andaban de aquí para allá o algunas de mis ex parejas teniendo una ardiente conversación con amigas en el extremo de la mesa donde yo escribía”.
LA BREVEDAD ES UNA CATARINA ANARANJADA
Solía decir: la brevedad es una Catarina anaranjada, una frase que hoy revela la pérdida de un hombre llamado Guillóm, que entre otras cosas fue colaborador de SinEmbargo y que entre libro y libro dejó más de 50 a la literatura mexicana.
Samperio ha explorado de manera constante diversos géneros como cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica y ha impartido diversos talleres literarios en México y el extranjero.
En 1969 se incorporó a los talleres creados por Juan José Arreola en el Casco de Santo Tomás del IPN; impartido por Andrés González Pagés, Samperio envió textos a la convocatoria para becas INBA-Fonapas en 1973 con su primera obra titulada Cuando el tacto toma la palabra, de la cual resultó ganador su maestro Augusto Monterroso.
En 1976 ganó el primer lugar del Concurso Museo del Chopo con el cuento “Bodegón”, un año después se llevó el Premio Casa de las Américas en la rama de Cuento con el libro Miedo ambiente; hasta entonces solo dos mexicanos habían ganado ese premio: Jorge Ibargüengoitia y Emilio Carballido.
En 1985 ganó el Premio Nacional de Periodismo Literario al Mejor Libro de Cuentos; ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores del FONCA en 1994-2000 y 2007-2010 y recibió el Premio Instituto Cervantes de París dentro del Concurso Juan Rulfo 2000 de Francia, con el cuento “¿Mentirme?”.
Fue narrador, guionista y productor de los programas La literatura hoy, de Radio Educación y Noticiero Cultural, del INBA.
Muchos son los premios y reconocimientos para un hombre que hoy fue pensado desde la imaginación que dio cordura a su literatura fantástica, como el cuento “Tornillos”, dedicado a su hijo Rodolfo, en el que el robot dice estar cansado de su sopa de tornillos y donde el autor le aconseja a la “Señora, mientras está dormido, quítele un tornillo a su esposo y póngalo a soñar con tirabuzones”.
Una noticia triste como las muchas acontecidas en este 2016: de un paro cardiorrespiratorio falleció a los 68 años de edad Guillermo Samperio. Y los muchos pésames de muchos de sus cómplices y herederos, porque como bien supo decir el poeta Julián Herbert: “una manera de honrar la memoria de David Ojeda (escritor potosino fallecido el mes pasado) y Guillermo Samperio, es intentar enseñar el oficio: ellos hicieron eso con muchos de nosotros”.
“Se me murió Guillermo Samperio, a quien tanto quería. Nos conocimos en 1990 y muchas veces en la Udla y en la Secretaría de Cultura de Puebla estuvo compartiendo con alumnos su saber sobre el cuento. Lo consideraba mi hermano mayor literario y ahora me siento sin un brazo, sin una pierna, sin un ojo. Carajo, 2016, ya termina”, dijo Pedro Ángel Palou. Y lo citamos.