Diego Petersen Farah
02/12/2016 - 12:00 am
Trump no es un problema…
Decía un buen amigo, vago hasta la pared de enfrente, que él tenía un verdadero escudo contra la difamación. “Me he dado cuenta que soy indifamable: todas las barbaridades que dicen de mí son ciertas”, fanfarroneaba, aunque mucho había de cierto. Algo parecido podemos decir de Donald Trump: todas las barbaridades que nos imaginamos que […]
Decía un buen amigo, vago hasta la pared de enfrente, que él tenía un verdadero escudo contra la difamación. “Me he dado cuenta que soy indifamable: todas las barbaridades que dicen de mí son ciertas”, fanfarroneaba, aunque mucho había de cierto. Algo parecido podemos decir de Donald Trump: todas las barbaridades que nos imaginamos que podía hacer las está haciendo, y todas las cosas malas, diatribas y maldiciones que podamos decir y opinar sobre este personaje son absolutamente ciertas; los insultos no le llegan ni a calor porque resultan frías descripciones.
Una buena parte de la clase política, desde Andrés Manuel López Obrador hasta José Antonio Meade pasando por el mismo Presidente Peña Nieto, han intentado, por diversos motivos claro está, convencernos de que no pasa nada y que la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos no será un problema para el país. López Obrador no quiere que la gente vote con miedo en el 2018, porque sabe perfectamente que él no sería el beneficiario de un voto conservador. José Antonio Meade trata a como de lugar de tranquilizar a los mercados que andan más inquietos que un conejo en celo, y Peña Nieto lo que busca es evitar que el país se le venga abajo como un castillo de naipes.
Los tres están haciendo su chamba, y qué bueno. No hay nada peor que un Presidente o un Secretario de Hacienda con cara de susto o un candidato sin esperanzas, pero el país esta mandando señales de alerta todos los días.
Lo cierto es que tenemos que prepararnos para lo peor. Los mensajes que ha enviado Trump con los primeros nombramientos no dejan lugar a dudas. No sólo no va a suavizar su discurso, lo endurecerá, porque eso es lo que lo hace popular. No va a decir una cosa y a hacer otra: el equipo que está conjuntando son todos duros y en coherencia con lo que dice; se está rodeando de puros personajes que piensan como él. El de Donald Trump será un gabinete monolítico, con poca discrepancia interna o jaloneos ideológicos. Entonces por qué habría que pensar que no va a pasar nada y todo está bajo control.
Decía mi maestro de filosofía que un problema que no tiene solución no es un problema, es un dato. Hay, pues, que dejar de ver a Trump como un problema que vamos a solucionar, quién sabe cómo, o por intermediación de qué santo o virgen, para verlo como un dato de la realidad al que nos vamos a enfrentar. Si en el camino resulta ser menos peor de lo que esperábamos, ¡qué bueno!, pero nuestro trabajo como país y particularmente el del Gobierno no es esperar que las cosas salgan bien sino hacer que las cosas sucedan.
Habrá quien dirá que no hay que esperar el milagro (es decir, que los mexicanos nos pongamos de acuerdo) y que es mejor ir directamente a la solución técnica (esto es, rezarle a la Virgen de Guadalupe).
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