Después de más de cinco décadas de embargo estadounidense y de años de crisis de la economía tras la caída de la Unión Soviética, los cubanos se convirtieron en maestros para inventar soluciones ingeniosas con recursos extremadamente limitados.
La Habana, 16 de noviembre (AP).- Juan Luis Roselló se sentó durante tres horas en la costa a sentir el viento soplar desde el Estrecho de la Florida y ver cómo empujaba las olas con fuerza contra el Malecón de La Habana.
A medida que la oscuridad cubría la ciudad y el aire invertía su dirección, Roselló sacó cuatro condones de un bolso cruzado a su hombro y comenzó a inflarlos. Este empleado de una cafetería estatal de 47 años los ató poco antes del final de la línea de nailon de su caña de pesca, los lanzó al agua y miró cómo se alejaban mar adentro, donde los peces grandes podían picar.
Después de más de cinco décadas de embargo estadounidense y de años de crisis de la economía tras la caída de la Unión Soviética, los cubanos se convirtieron en maestros para inventar soluciones ingeniosas con recursos extremadamente limitados.
Una de las más creativas es la usada por Roselló: la «pesca con globo», un boom en el pequeño mundo de los hombres de mar, algunos de los cuales complementan sus salarios estatales de unos pocos dólares o incluso viven de esta actividad.
La técnica consiste en inflar tres o cuatro preservativos, anudándolos de forma tal que uno de ellos quede hacia arriba, para que sirva de vela. Hay que esperar el cambio del viento, de la tierra hacia el mar, y lanzarlos al agua para que el conjunto flote alejando la línea a unos 300 metros de distancia, por donde pasan pargos, gallegos, bonitos y coronados.
«Cuando hay mucho aire, pocos globos; cuando hay mucho se inflan menos», explicó Roselló, quien lleva más de una década pescando junto a su amigo Iván.
Ambos armaban en silencio sus «globos», mientras el oscuro mar de noche golpeaba las rocas debajo del Malecón habanero, las algas fluorescentes daban toques verdes bajo una enorme luna y los ruidos amortiguados llegaban desde la ciudad.
Los «globos» no se ajustan directamente a la línea: van atados a un hilo de coser que los mantiene lejos del sedal para evitar enredos. La carnada viva se coloca con dos anzuelos para no perderla o que los grandes peces se escapen cuando piquen.
«Nadie puede tirar a mano a esta distancia», comentó a la AP, Iván Muño de 56 años, el amigo de Roselló con quien se quedó casi hasta la medianoche.
Reconocida por los atractivos de su pesca, inmortalizada por el escritor Ernest Hemingway en su libro «El Viejo y el Mar», miles de extranjeros viajan cada año a Cuba para disfrutar de esta actividad.
Aunque hay algunas lanchas autorizadas a hacerse a la mar, la flota estatal cubana quedó diezmada con la crisis de los años 90 y hoy la pesca entre los habitantes de la isla se hace de distintas maneras.
Centenares de pescadores se apuestan a lo largo del Malecón y la Bahía cada día. Unos sólo usan cañas, otros subrepticiamente salen en cámaras de camión infladas o pequeñas planchas de goma espuma, y otros utilizan cada vez más los condones.
Nadie sabe con seguridad cuándo inició la técnica de la «pesca con globos», pero varios coinciden en que se masificó en la última década, cuando las autoridades comenzaron redadas contra las personas que se lanzaban al mar en inflables rústicos para llegar a una distancia apropiada para los grandes peces.
«A mí me dijeron que alguien vio unos videos de Sudáfrica que usaban papalotes para llevar la línea afuera y se le ocurrió esto», contó Leandro Casas, un constructor independiente que suele apostarse sobre la Punta, como se denomina a la parte en la cual comienza a abrirse la Bahía.
En un país a donde hay restricciones legales para la posesión y venta de embarcaciones, también es una técnica más segura.
«No te arriesgas a que te pongan una multa de 3.000 pesos (unos 120 dólares), que te decomisen todos los equipos», dijo Casas, para quien el «globo» cuenta con varios beneficios.
«Extiende la línea y evita además que la carnada se profundice o huya hacia alguna cueva y pierdas el anzuelo, plomo, todo», explicó.
Los pescadores dicen que con los preservativos pueden capturar peces de 20 ó 30 libras y aunque oficialmente no pueden venderlos, si alguna persona se acerca podría hacerse un negocio.
Se les paga unos 25 pesos cubanos (un dólar) la libra de pargo, un lujo en una isla que paradójicamente tiene actualmente muchos más platillos diarios basados en la carne de cerdo, el arroz y los frijoles que en el pescado.
«Hay un boom», dijo Alex Romero, de 42 años y presidente de la Federación de Pescadores de La Habana Vieja. «Ellos juegan con varios factores como cuando el viento está soplando de tierra a mar o con los cambios en la marea».
Esa técnica, además, es económica: los condones suelen regalarse o costar centavos, mientras los globos de cumpleaños cuestan varias veces más y no siempre se encuentran en las tiendas.
«Es muy eficiente y claro, todos recurren a ella», dijo Romero. «Es el ingenio que siempre demuestra el cubano para resolver de manera económica».