Arnoldo Cuellar
03/11/2016 - 12:00 am
Guanajuato: el poder no cambió, el PAN sí
Obnubilados por grandes logros económicos, sobre todo los que derivan de una industrialización de dos caras que lo mismo ha traído prosperidad en algunas sectores que nuevas marginaciones a otros, los responsables de la política panista en el estado de Guanajuato no se percatan de que se han venido convirtiendo en la imagen de un […]
Obnubilados por grandes logros económicos, sobre todo los que derivan de una industrialización de dos caras que lo mismo ha traído prosperidad en algunas sectores que nuevas marginaciones a otros, los responsables de la política panista en el estado de Guanajuato no se percatan de que se han venido convirtiendo en la imagen de un nuevo despotismo, parecido y quizá peor al representado por el viejo PRI.
El PAN sobrevivió en la oposición y relevó al PRI en Guanajuato, sobre todo, de la mano de una esperanza: la de construir una democracia real y no simulada, para darle voz a sectores de población tan amplios como marginados y, sobre todo, para lograr nuevos equilibrios en la forma de ejercer el poder.
La esperanza no sobrevivió por mucho tiempo. Carlos Medina fue el primer traidor a la historia del PAN al convertirse en un simple instrumento en las manos de Carlos Salinas de Gortari quien le dio salida a una coyuntura conflictiva al mismo tiempo que satisfacía una venganza personal contra el que veía como un insolente empresario panista: Vicente Fox.
Por su parte, el ex directivo de Coca Cola y fracasado agroexportador no fue mejor solución, pues la promesa de democracia y mejor gobierno en Guanajuato quedó subordinada al sueño de la aventura presidencial, una carrera ciega donde Fox alcanzó su meta pero ya en ella, nunca supo para qué la quería.
Carente de proyecto, Fox es el gran liquidador de la esperanza en la alternancia como fuente de cambios positivos para el país.
Machacada por sus primeros grandes campeones, la democracia panista quedó vulnerada para siempre en Guanajuato.
Uno de los grandes vicios antidemocráticos del PRI fue la construcción de candidatos a modo para el relevo del poder: el mítico tapadismo. El PAN operó así en el caso de Juan Carlos Romero Hicks, un perfil formulado en ese cenáculo de empresarios y políticos de ideología conservadora que por comodidad llamamos “El Yunque”.
Juan Manuel Oliva, el Gobernador que siguió, irrumpió como cabeza de una rebelión de operadores políticos que decidieron que su tiempo había llegado. Sin embargo, el propio Oliva dio un paso atrás cuando hizo crecer a su propio delfín prácticamente de la nada, pensando probablemente en cuidar su legado e influencia lo que, por supuesto, nunca ocurrió.
Con Oliva, además, irrumpió la corrupción en gran escala en el manejo de las decisiones gubernamentales relacionadas con la obra pública y las adquisiciones. El pretexto era el financiamiento de las campañas políticas aquí y en otras entidades. A la postre, el fin no justificó los medios y la de Oliva fue corrupción simple y llana.
Hoy Márquez sigue el molde que lo creó a el mismo, con poca imaginación y prácticamente siguiendo el manual olivista para su propia sucesión: ha hecho a Diego Sinhué Rodríguez Vallejo su encargado de política social y le allana el camino ya no frente a un grupo de disidentes, sino ante sus viejos camaradas de armas, colocados en la tesitura de alinearse o ser expulsados del paraíso de la nómina.
Recreando instituciones como el tapadismo, utilizando dinero público y recursos de la política social para potenciar candidatos, solapando funcionarios incompetentes por complicidad partidista o personal, evadiendo la rendición de cuentas y amañando la obra pública y las adquisiciones gubernamentales, el PAN que gobierna Guanajuato es el digno continuador del PRI despótico del siglo XX.
Lo grave, lo delicado, lo preocupante, es que hoy no tenemos una oposición como la del PAN histórico, que pueda abonar a la construcción de una esperanza y sirva de contención a los excesos del poder.
No es malo solo para la sociedad, también lo es para los propios políticos azules que sin contrapesos pierden el toque y ya ven normal todo lo que les pasa, incluyendo la rampante corrupción.
Vaya manera de dilapidar una valiosa herencia histórica y perder la perspectiva del futuro.
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