ADELANTO | Los usurpadores… y los corruptos. La tercera entrega de Zepeda Patterson

22/10/2016 - 12:00 am

Jorge Zepeda Patterson sorprendió con su primera novela, Los Corruptores (Planeta, 2013), que vendió miles de ejemplares en todo Hispanoamérica. Luego vino Milena o el fémur más bello del mundo (Planeta, 2014) y el Premio Planeta. Ahora, el periodista, con una sólida y reconocida carrera (Premio Maria Moors Cabot 1999), cierra su trilogía con Los usurpadores, donde toma elementos del México contemporáneo (la corrupción, la política como método de reparto y control) para construir una nueva novela que atrapa de principio a fin. Muchos encontrarán, en sus personajes, una recreación de las mujeres y los hombres que cohabitan en la cúpula del poder. Otros verán, simplemente, un thriller bien armado, bien escrito, que entretiene porque conducir a otros mundos es, sin duda, una de las misiones de la literatura.

Puntos y Comas, suplemento de SinEmbargo, les lleva a ustedes el extracto del libro Los usurpadores, de Jorge Zepeda Patterson, publicado en el sello Planeta. Se trata del primer capítulo, cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

Con velocidad de Kaláshnikov, el autor es capaz de meternos a un mundo del que sólo es posible salir por las últimas páginas del libro.

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Sábado 25 de noviembre, 11.30 a.m.

«Jodidos pero solemnes», se dijo Cristina Kirchner después de las tediosas peroratas de tres funcionarios durante la ceremonia de inauguración de la Feria del Libro de Guadalajara. Aun en calidad de expresidenta se sabía más importante que cualquiera de los veintiún miembros del presídium. No obstante había tenido que conformarse con ser ubicada en la primera fila del enorme recinto; después de todo, se encontraba allí simplemente como autora de un libro de memorias con el que esperaba cimbrar a la política argentina. Y en efecto la cimbró minutos más tarde, aunque por motivos totalmente distintos de los que hubiera deseado.

Quince filas más atrás la actriz Salma Hayek se preguntaba si la vida de Cristina Kirchner constituiría material para una buena película. La noche anterior se habían encontrado en el hall del hotel y la idea no la había abandonado desde entonces. Aunque la actriz era trece años más joven, se dijo que compartían el mismo fenotipo; con un poco de maquillaje podría interpretar a la viuda de Kirchner en distintas épocas de su vida. Lamentó una vez más que los organizadores no las hubieran colocado en la misma fila para tener oportunidad de conocerla mejor.

El Premio Nobel de Literatura Cristian Wolfe también lamentó que Salma no se encontrara en la primera fila. Abrigaba desde años antes una secreta devoción por la artista. Desde su silla en el presídium observaba en la distancia el rostro seductor de la mexicana y fantaseaba con la posibilidad de un romance entre la pantalla y la literatura, a la manera de Marilyn Monroe y Arthur Miller. Se dijo que la abordaría tan pronto terminase la ceremonia de inauguración. Seis minutos después estaba muerto. Él y otro centenar de asistentes. Las imágenes difundidas viralmente en YouTube mostrarían posteriormente que el escritor estadounidense fue uno de los primeros en caer. Se encontraba en el estrado, a dos sillas de distancia del secretario de Educación, principal candidato a la presidencia de México, destinatario de los primeros disparos. En el pandemónium que siguió, la cámara fija continuó grabando indiferente a las ráfagas que barrieron al resto de los miembros del presídium. Solo tres de los veintiuno sobrevivieron.

Las primeras tres filas no corrieron con mejor suerte. Los agresores y sus armas automáticas se desentendieron del resto de la sala para volcar ochocientos setenta y dos proyectiles sobre políticos y celebridades a lo largo de cuatro minutos. Cuando terminaron, los setecientos cincuenta asistentes a la ceremonia se encontraban tirados en el suelo, muchos de ellos cubiertos de sangre propia o ajena.

Casi al inicio del tiroteo Cristina Kirchner sintió un pinchazo en el omóplato y se dobló en el asiento aprisionando el bolso en el que guardaba sus memorias. Luego perdió el conocimiento. Los que la rodeaban perdieron la vida. Entre ellos, el enviado de la Casa Blanca y el embajador de Estados Unidos, además de escritores e intelectuales de ese país, invitado especial en la edición del 2017 de la Feria de Guadalajara. También murieron el alcalde de Guadalajara, la secretaria de Cultura, un expresidente colombiano, el director editorial de McMillan, el presidente de Univisión, el director del diario La Opinión de Los Ángeles, el corresponsal de The New York Times, además de muchos otros artistas, políticos y editores. Se salvó Lula da Silva, expresidente de Brasil, gracias a su impuntualidad, que le obligó a sentarse en el fondo de la sala.

En la segunda hilera de butacas se encontraban Tomás Arizmendi y Claudia Franco, respectivamente director y dueña de El Mundo, el diario más importante del país. Malherida, la mujer susurró algunas palabras al oído del periodista, antes de entrar en coma. En total fallecieron ciento cuarenta personas, además de catorce miembros del comando ejecutor, en lo que fue considerado el peor atentado en el continente americano desde el ataque a las Torres de Nueva York.

Las primeras reacciones de la prensa dieron por descontado que se trataba de un operativo destinado a cambiar la sucesión presidencial en México; otras versiones privilegiaron el aparente origen rural de algunos de los atacantes y lo interpretaron como un acto de resistencia política de grupos revolucionarios; estas versiones fueron negadas categóricamente por aquellos que veían en las armas automáticas utilizadas la presencia de los cárteles de la droga. La muerte de Frank Pizolatto, subsecretario del Departamento de Estado a cargo de Asuntos Hemisféricos, y Brad Douglas, embajador de los Estados Unidos, llevó a la prensa de Washington a suponer que era obra de terroristas de origen islámico.

En realidad la tragedia fue resultado de una semilla sembrada dos meses antes en un partido de tenis disputado en Flushing Meadows por protagonistas y testigos que, sin saberlo, cambiaron el curso de la historia.

 

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