Jesús Robles Maloof
13/10/2016 - 7:11 am
Javier Duarte y el amor a Veracruz
“Me identifico … con el Generalísimo Francisco Franco … su fortaleza, su entusiasmo su energía es una parte importante a resaltar.” Javier Duarte. 2010. pre candidato al gobierno de Veracruz “Lo hago por el enorme amor que le tengo a Veracruz” decía ayer Javier Duarte al pedir licencia como gobernador. Si dice amar al estado […]
“Me identifico … con el Generalísimo Francisco Franco … su fortaleza, su entusiasmo su energía es una parte importante a resaltar.”
Javier Duarte. 2010. pre candidato al gobierno de Veracruz
“Lo hago por el enorme amor que le tengo a Veracruz” decía ayer Javier Duarte al pedir licencia como gobernador. Si dice amar al estado no alcanzo ni quiero imaginar que habría pasado si lo odiara.
Recordé que en 2012 frente a mi se encontraba Duarte con el brazo extendido a manera de saludo. Apenas concluía un debate que tuve con el ex Juez Baltazar Garzón, quien contratado (millonariamente) por su gobierno apoyaba la conocida “Ley Duarte” que cual castigaba con prisión a quien eventualmente publicarla un tuit, que bajo la consideración de alguna autoridad, fuera causa de un desorden social. El gobernador lo había intentado meses antes con Maruchi Bravo y Gilberto Martínez, quienes sentenciados a 30 años de prisión por tuitear, lograron su libertad por la movilización social que su caso generó.
Como en muchas ocasiones entré de último momento en el panel “Foro Libertad con Seguridad” en el que Grazón intentaría explicar las bondades de la citada Ley. Las voces disidentes no tenemos cabida en esos eventos, a solo que públicamente disputemos el sin sentido de los auto elogios y exijamos ser incluidos, como finalmente lo logré tras publicar una “Carta a Baltasar Garzón” en el blog de la Revista Nexos.
No suelo estar frente a personajes como Duarte por lo que su presencia al terminar el evento, me tomó por sorpresa. ¿Qué debo hacer? ¿Lo saludo? pensé en apenas segundos. Siguiendo el popular dicho “si ya me conocen, pa’ que me invitan“ y antes que él articulara frase alguna, le dije “pienso que debe enviar una iniciativa para derogar su Ley ya que eventualmente será decretada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación”. (Lo que en efecto logramos). Duarte solo sonrío y mirando al ex Juez Garzón aproximarse, me dio la espalda. Frustrada la intención evento, ningún medio local lo consignó. Solo una nota de El Universal quedó como testimonio.
No era la primera opinión que vertía sobre Duarte. Desde el 2011 me alarmó que este personaje viera, en el dictador Francisco Franco, un modelo a seguir. ¿Cómo alguien que admira a un genocida puede ser electo por el voto democrático? En casi todos los países del mundo una declaración así sepultaría las aspiraciones políticas de cualquiera, pero México las leyes de la física aplicadas a la política producen efectos inversos.
A nadie engañó Javier Duarte porque nunca no lo intentó. Por el contrario el recuento de su trayectoria política es el prístino ejemplo de la orgullosa corrupción forjada “en la plenitud del pinche poder”, en palabras de su maestro de andadas Fidel Herrera. El paso de Duarte Ochoa por el Fideicomisco del Fondo de Desastres Naturales, por la Secretaría de Finanzas del PRI y finalmente en el mismo cargo pero del gobierno veracruzano, lo prepararon para el objetivo que Herrera Beltrán pensaba asignarle, a saber, el de usar las finanzas estatales para sus ambiciones políticas. Javier Duarte cumplió esa tarea, pero cambió de beneficiario.
Traicionando a Herrera hizo de las ya maltrechas finanzas de Veracruz, un desastre de tal magnitud que ni mismo priistas soportan y eso no es poca cosa para quienes hacen de la política patrimonio propio. Esta carrera de corrupción se interrumpió ayer (por el momento) con la licencia al cargo.
Poco sabemos del tamaño del despojo cometido durante estos años a pesar que los escándalos recientes suman ya millones. Con su dimisión, apenas inicia la tarea de documentar el saqueo. Es importante no olvidar que el único factor que mantuvo a Duarte en el poder, fue su alianza con Enrique Peña Nieto y los recursos que desde Veracruz fluyeron escandalosamente a la campaña presidencial.
En 2012 el incidente de la detención del Secretario de Finanzas estatal, Vicente Benítez González, con 25 millones de pesos en efectivo en el aeropuerto de Toluca, es solo un ejemplo de la citada alianza. El decomiso del inexplicable monto en el ocaso del gobierno panista, no derivó en procesos judiciales sino en la devolución del dinero y en la candidatura de Benítez González ya en el gobierno de Peña, Vicente Benítez es actualmente diputado electo y poseedor de una fortuna de 25 millones de dolares en Costa Rica.
Tras el fugaz encuentro que tuve con Duarte, recibí la cancelación de una entrevista acordada que más tarde tenía en televisora estatal. Con ello entendí que ya no era bienvenido en el estado y debía salir pronto. Si bien esta anécdota me resultó desagradable, en nada se compara con lo que han vivido las y los veracruzanos.
El relato de las fechorías del ahora ex gobernador podría parecer uno más de los cientos que podríamos hacer de los gobiernos estatales actuales e históricos en México. Pero cuando decimos que la corrupción mata, nos referimos de manera muy concreta a las consecuencias humanas que gobiernos como el de Javier Duarte tienen en la vida de millones de personas.
Bajo Duarte, Veracruz se convirtió en sinónimo del infierno. Decenas de miles de personas migrantes han sido asesinadas en la ruta migratoria. Miles de personas han sido desaparecidas a lo largo y ancho del estado con la participación activa y la complicidad de las policías estatal y municipales. Ser joven en el estado, es ser objetivo de la violencia homicida como los recientes y dolorosos casos de Tierra Blanca y el de Génesis, Leobardo y Octavio, nos demuestran.
Con quienes reportaron e investigaron las tropelías de Duarte y sus secuaces, el sistema se ensañó particularmente amenazándoles, agrediéndoles y asesinándoles. Por lo menos 19 periodistas fueron silenciados para siempre durante el gobierno que concluye. El destino no fue mejor para colegas defensores de derechos humanos a quienes se les persiguió y reprimió brutalmente. Como mi amiga Nadia Vera dijo meses antes de ser asesinada, “… queremos dejar muy marcado que es totalmente responsabilidad del Estado nuestra seguridad porque son los que no están mandado a reprimir”.
Contar la verdad de lo sucedido en Veracruz es insuficiente para esta columna pero comprende por igual el despojo a comunidades indígenas y campesinas de sus territorios ancestrales, la venta y privatización de zonas naturales protegidas y la entrega directa de rutas, ciudades y poblaciones al crimen organizado que junto con Duarte aún gobierna impunemente. Al hacerlo, desmanteló la exigua institucionalidad desde el Congreso, el Poder Judicial, los organismos independientes, llegando a la asfixia de la prestigiada Universidad Veracruzana.
Al tamaño de la tragedia que Javier Duarte representa debería corresponder una inmediata detención por las autoridades federales y un cúmulo de procesos penales bien documentados y no la simulación en curso que a manera de discreto deslinde, busca hacer Enrique Peña Nieto. Esa tarea no se cumplirá por quien se benefició del despojo, pero estoy seguro llegará tarde o temprano.
Basta con ver la fortaleza y dignidad de una pluralidad de movimientos sociales que resisten afirmando la vida y la libertad en el hermoso territorio del golfo mexicano. Empezando por las plumas libres que desde el periodismo o en redes sociales siguen informando aún bajo el riesgo, como Las Patronas empeñadas en afirmar el amor en medio del infierno, el Movimiento de Personas Desaparecidas como El Solecito y tantos, que hasta encontrarles buscan sin descanso a los suyos, hasta los grupos estudiantiles, artísticos y académicos que desde la Universidad que generan formas de consciencia alternativa, quienes juntos son luz y futuro entre tanta obscuridad.
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