Arnoldo Cuellar
13/10/2016 - 12:00 am
Romero Hicks, un Senador que se cree rector
La riqueza de pensamiento, la pluralidad y la apertura a toda clase de experiencias nuevas son, sin duda, componentes básicos de la tarea académica y de la vida universitaria. Por eso es importante que Universidades como la de Guanajuato reciban a nuevos investigadores en sus unidades académicas, lo que permite el enriquecimiento de sus cátedras […]
La riqueza de pensamiento, la pluralidad y la apertura a toda clase de experiencias nuevas son, sin duda, componentes básicos de la tarea académica y de la vida universitaria.
Por eso es importante que Universidades como la de Guanajuato reciban a nuevos investigadores en sus unidades académicas, lo que permite el enriquecimiento de sus cátedras y la apertura a nuevas formas de pensar por parte de sus estudiantes.
La endogamia académica, referida al hecho de que sean profesores egresados de una institución educativa quienes retornen a las aulas a formar a los futuros profesionistas, constituye sin duda una práctica que no debe ser propiciada.
Esto era común hasta hace no mucho en la Universidad de Guanajuato y ha sido verdaderamente lenta la incorporación de docentes de diferentes procedencias a las distintas divisiones y departamentos de la institución.
Sin embargo, eso no parece ser el argumento de peso en el inminente anuncio de la designación de un exrector de la Universidad Veracruzana, Raúl Arias Lovillo, como nuevo Secretario Académico de la Universidad de Guanajuato, en relevo de José Luis Lucio Martínez.
En realidad, Arias Lovillo no llegará a compartir un trabajo académico, con base en un desarrollo previo en otro espacio, sino que viene a realizar labores de dirección en una institución a la que conocerá por primera vez, después de estar virtualmente en el desempleo político.
Su experiencia como rector está muy ligada a su cercanía con un grupo político en Veracruz, el que encabezó Fidel Herrera Beltrán. Lo pone en evidencia el hecho de que su antecesor en la rectoría e impulsor de su carrera, Víctor Arredondo, fue el secretario de educación de ese Gobernador priista.
Es decir, el próximo secretario académico de la UG es un hombre de poder, más que un académico, por lo menos así lo han mostrado los últimos años de su actividad profesional.
Y es aquí donde viene la pregunta a los oficiosos defensores de una decisión que margina a académicos de la Universidad de Guanajuato que tienen los méritos suficientes para aspirar a cargos de esta naturaleza: ¿qué viene a aportar Arias Lovillo a la Universidad de Guanajuato?
No parece ser que su contribución vaya a ser académica, sino más bien política, lo que no deja de sugerir que esa es una de las debilidades en el equipo del rector Luis Felipe Guerrero Agripino.
Desde luego, también cabe la posibilidad de que la idea no haya surgido en el ámbito de la rectoría general, exclusivamente, sino que haya sido consensuada con quien se encuentra convertido desde hace tiempo en un influyente consejero de Guerrero: el Senador Juan Carlos Romero Hicks, quien ha colaborado con Arias Lovillo a lo largo de su carrera e incluso en tiempos recientes en la Organización Universitaria Interamericana, un membrete que ha sido impulsado fuertemente por el ex Gobernador.
¿Rompe la endogamia la llegada de un alto directivo universitario con una carrera política en la última década? Probablemente no. Habrá que ver cuáles fueron los indicadores de desempeño mientras fue rector de la Universidad Veracruzana, así como su comportamiento al frente de la institución.
Lo cierto es que en ningún momento de su campaña a la rectoría general, ni tampoco en su plan de trabajo presentado ante a la Junta Directiva, Guerrero Agripino ofreció medidas como las que está tomando ahora.
Si el mensaje que quiere mandar el rector general es que no tiene confianza en los universitarios guanajuatenses como para llevar adelante la tarea de conducir los destinos académicos de la institución, parece que no es lo más adecuado justo en el primer año de su rectorado.
En cambio, si el mensaje es de Romero Hicks como factótum irredento de la máxima casa de estudios de Guanajuato, las cosas se ponen peor: la llegada de Raúl Arias Lovillo puede ser interpretada como una auténtica intervención a la gestión de Guerrero Agripino.
Así, mientras el titular formal corta listones y da discursos, Juan Carlos Romero asume de facto su cuarto rectorado y lo hace desde la comodidad de su curul senatorial.
Así se ve con sus excolaboradores en puestos clave: el control de las finanzas universitarias, a través de Jorge Romero Hidalgo; el manejo de la información, por medio de Margarita Arenas; la gestión administrativa a través de Héctor Efraín Rodríguez; y ahora el dominio del ámbito académico mediante el nuevo funcionario.
Ese es poder, no pequeñeces.
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