Empezó desde la antigua Mesopotamia y para muchos, terminó en 1989 con la caída del “muro de la vergüenza”, no obstante, en este siglo se han construido más barreras físicas entre países, ciudades y barrios que nunca antes, la mayoría después de septiembre de 2001. Desde Berlín, las grandes murallas dejaron de funcionar para protegerse de ejércitos enemigos y empezaron a vigilar, detener y matar a civiles inocentes, migrantes desarmados como los 229 mil mexicanos aprehendidos en la frontera con Estados Unidos en 2014 o los casi 3 mil muertos en el Mediterráneo en lo que va de este año. Más fronteras, más muros, ¿es tiempo de terminar con su época de oro?
Ciudad de México, 9 de octubre (SinEmbargo).– “Es triste que existan, a veces es hasta sarcástico que haya un muro y que divida mundos tan diferentes, que haya gente viviendo de un lado y del otro de manera tan distinta, que marquen las injusticias, la calidad de vida”, dice Gregor Maaß, alemán que convivió con el Muro de Berlín durante 12 años a SinEmbargo.
Aun cuando decenas de barreras se han tumbado o inutilizado a lo largo de la historia, desde la caída de la que dividió Berlín del Este y del Oeste por casi 30 años, más de 40 países han construido vallas o muros en contra de más de 60 de sus naciones vecinas. 30 de estas decisiones se tomaron a partir de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y otras 15 el año pasado, de acuerdo con The Economist.
Apenas a finales de septiembre pasado, Reino Unido comenzó la construcción del Muro de Calais, en la ciudad francesa del mismo nombre y justo al lado de “la jungla”, el campamento en el que viven hacinados cerca de 9 mil refugiados, según organizaciones civiles locales. “La gente se sigue pasando, ya hicimos las vallas, ahora estamos haciendo la pared”, confirmó el ministro de migración inglés Robert Goodwill a los medios franceses y británicos, quienes compararon la medida con la principal promesa de campaña de Donald Trump: hacer un muro en la frontera con México, que además, pagarán los mexicanos.
¿Sirven estas medidas cuyos cimientos están siglos antes de nuestra era?, ¿por qué los políticos y las naciones insisten en hacerlos?
“En primer lugar, las fronteras no son naturales, nunca lo han sido, las fronteras son siempre ficciones y construcciones políticas que depende de una correlación de fuerza, de un momento histórico, de coyunturas o de procesos de más larga data pero que han sido fundamentales en la construcción de un orden mundial, regional, hemisférico. Desde ese punto de vista, no existen las fronteras naturales, todas son creaciones humanas y por tanto, creaciones políticas”, dice el doctor Yerko Castro Neira, académico del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana en entrevista.
El experto en fenómenos de migración internacional menciona que el impacto que los muros y las fronteras tienen en la actualidad es “psicopatológico” y simbólico. “De alguna manera, a partir de la construcción de estos muros que todavía existen creemos que estamos muy seguros en nuestro nicho nacional, en nuestro barrio, pero el efecto es más psicológico que real, porque en realidad no existen las fronteras absolutamente impermeables, es una especie de sueño el tener un espacio que va a ser impenetrable”, dice.
“El mundo ya no es como lo conocíamos, se empequeñeció, se interconectó, se hizo interdependiente y desde ese punto de vista, lo que pasa en otro espacio afecta profundamente y atraviesa las fronteras de múltiples maneras, porque aunque existan físicamente, las fronteras digitales están atravesadas todo el tiempo, pero no deja de tener un efecto en la vida cotidiana de las personas, al punto que nos da miedo si venimos de zonas populares atravesar a las zonas ricas de nuestras ciudades, da terror tomar el aeropuerto y saber que vamos a atravesar la estación migratoria cuando entramos a Europa o si venimos de México cuando vamos a EU, etc.
Hay un efecto en la vida cotidiana, en la manera que nos desenvolvemos en la sociedad, desde ese ángulo de observación, las fronteras siguen absolutamente vivas aunque los muros se están cayendo a pedazos”.
Por su parte, la experta Olivia Mena, quien ahora escribe un libro sobre este tema dice a SinEmbargo: “En la historia ves que los muros originales eran más efectivos en cuestiones de costo que mantener tropas, pero hoy en día es al revés, el muro sale más costoso porque hay que seguir manteniéndolo, repararlo, ahora es más barato mandar personas a aguardar la frontera o drones en vez de un muro, entonces sí tenemos más recursos tecnológicos para asegurar las fronteras pero sigue muy de moda y presente los muros y las cercas como tecnología de seguridad, tal vez por el significado que tiene para nosotros como humanos, es la arquitectura más básica, la primera arquitectura del mundo es el muro”.
DISPAROS, CERCAS ELECTRIFICADAS, ALAMBRES DE PÚAS
Medio Oriente es el ejemplo de una región amurallada, desde 1993 Israel comenzó a cercarse en un acto que a la fecha bloquea a Palestina, Líbano, Egipto, Siria y Jordania, en medio de un conflicto armado que simplemente en julio y agosto de 2014, durante los enfrentamientos en la Franja de Gaza, dejó dos mil 100 palestinos muertos, de los cuales la Organización de las Naciones Unidas (ONU) identificó a mil 500 civiles.
Incluso antes de estas batallas, en la primera mitad de 2014, las fuerzas armadas israelíes mataron a cuatro e hirieron a 87 civiles palestinos aunque se encontraban a más de 500 metros dentro de Gaza. Y eso no es todo, este bloqueo ha devenido en un aumento del 45 por ciento del desempleo y la desaparición de 71 mil casas y 200 escuelas, además de la imposibilidad de importar de Egipto materiales para reconstruir los sitios destruidos.
Amnistía Internacional (AI) ha hecho varios llamados a las figuras en el poder para terminar con los “homicidios ilegítimos” contra palestinos, que “revelan un estremecedor desprecio por la vida humana y plantean graves cuestiones a las autoridades israelíes”.
Pero no son las únicas divisiones, el año pasado Turquía levantó una pared de concretó en la frontera con Siria, ante la ola de ataques terroristas.
Arabia Saudita e Irak comparten también un muro de 900 kilómetros; India y Pakistán y su conflicto por la Línea de Control de Cachemira, sobre la que ambos países reclaman soberanía desde 1947 ha dejado 3 mil 510 muertos a septiembre de 2016.
En una de las fronteras más conflictivas y que refleja mejor los contrastes de la separación está la de Corea del Norte con Corea del Sur, que después de uno de los conflictos armados más violentos desde la Segunda Guerra Mundial, que dejó 2.5 millones de civiles y casi dos millones de militares de ambos bandos muertos, estableció en 1953 su “zona desmilitarizada”, un sitio hostil que se ha prestado a más enfrentamientos durante el siglo pasado, pues se han descubierto cuatro túneles que Norcorea construyó.
Sin embargo, actualmente es Europa la que más críticas se ha ganado por su falta de preparación para abrir sus fronteras a refugiados, y no sólo ello, el informe Miedo y Vallas, publicado por Amnistía Internacional en noviembre de 2015 señala que los “dirigentes de la Unión Europea (UE) han intentado evitar su entrada en el bloque político más rico del mundo, levantando vallas en las fronteras terrestres, desplegando cada vez más guardias de fronteras, invirtiendo en tecnología de vigilancia e intentando que los países vecinos que ya acogen a un gran número de refugiados actúen de guardabarreras”.
Sus tácticas, no obstante, no hay llegado a sus objetivos, pues el número de llegadas ilegales a la UE casi dobló la cifra de 2014 (280 mil), pues llegó a las 500 mil sólo en los primeros meses de 2015. “Aunque en estas cifras están incluidas personas que huyen de la pobreza, la mayoría de los hombres, mujeres, niños y niñas que llegan son personas refugiadas que huyen de la violencia y de las violaciones de derechos humanos generalizadas en Siria, Afganistán, Eritrea, Irak, Somalia y Sudán”, escribe AI.
Casi el 90 por ciento de los que lograron ingresar llegó por mar, pero no todos corren con la misma suerte pues en 2014, 3 mil 500 personas murieron en el Mediterráneo en su intento por entrar al continente europeo, cifra cuando intentaban llegar a la Unión Europea (UE) en 2014.
Sus principales vías de acceso están en las ciudades de Ceuta y Melilla, en España. Muros de seis metros con alambres de cuchillas, cámaras térmicas y detectores de movimiento, que en el mejor de los casos someten a los refugiados al hacinamientos de los centros de acogida, detenciones arbitrarias, la devolución a su país de origen, y golpes.
“El éxito de los muros lo podemos medir en huesos fracturados que ven los médicos en las salas de emergencia en las ciudades fronterizas, podemos medirlo en la gran cantidad de escaleras caseras que se hacen y dejan al lado del muro cuando lo cruzan, en daños humanos, también en las economías, el flujo de dinero. Porque el muro es más que un sitio, es como un monumento de una política, el muro debe que tener un toque de amenaza, debe de tener fuerza”, continúa Mena, estudiosa de estas barreras desde el ámbito sociopolítico.
MÁS QUE UNA BARRERA FÍSICA
“Tenía 12 años cuando se cayó el muro, mis primeros seis años fueron muy cercanos pero me di cuenta mucho tiempo después, hasta hace como seis años me di cuenta que mi jardín infantil y mi escuela estaban como a 300 metros del muro, como dos o tres cuadras, y lo curioso es que no me había dado cuenta, porque el mundo de los niños es limitado, mi horizonte geográfico también estaba limitado, no me importaba, nunca me había preguntado qué había más allá, estaba tan integrado a la cotidianidad, pero estaba claro que todo terminaba ahí, que no se podía ir más allá”, cuenta Gregor, quien sigue viviendo en Berlín y es consultor independiente en cuestiones de transformación de conflicto y derechos humanos.
Pero estos muros no sólo son fronterizos, segregan también dentro de las propias comunidades. Pasó durante la Segunda Guerra Mundial con el gueto de Varsovia, en el que la Alemania nazi confinó a los judíos de la capital polaca. Sucede ahora en Brasil, que desde 2009 levantó placas de concreto en algunas favelas para evitar su expansión.
“Hay múltiples fronteras, hay nacionales, regionales, urbanas, que separan clases sociales, grupos étnicos, raciales, que funcionan como una especie de barrera que clasifican y desclasifican a grupos y personas. No sólo existen fronteras sino procesos de fronterización, que lo que hacen es marcar diferencias entre unos lugares, entre una clase de personas y otras”, dice Yerko Castro.
Pero –explica– este distanciamiento no sólo está en manos de las autoridades, sino que es ya una moneda corriente de todos los días entre la sociedad. “estamos muy enojados y tenemos todo el derecho a estarlo, con la propuesta de Donald Trump de construir un muro, que además lo pagaríamos en México, sin embargo, si lo pensamos bien, nosotros mismos demandamos muros y los estamos construyendo todo el tiempo. Tenemos múltiples maneras de las cuales estamos deseosos de participar en la vigilancia ciudadana, en la construcción y la defensa de las fronteras, basta con observar cómo viven las elites de la Ciudad de México, hay distintos tipos de mecanismos a través de vigilantes, guaruras, perros adiestrados, cámaras, de alguna manera somos la sociedad de la vigilancia, del control”.
Por su parte, Olivia Mena refiere a una “realidad carcelaria” que incluye cercas y muros a todos los niveles.
EL EFECTO TRUMP Y LA PESADILLA MEXICANA
Una columna publicada en el diario The New York Times en septiembre de este año titulada «¿Construir un muro en la frontera con México resolvería algo?», su autor Eduardo Porter cita un artículo del Journal of Economic Perspectives que establece que “los mexicanos ya no van a Estados Unidos”. Y el Pew Research Center lo constata, pues el número de migrantes mexicanos viviendo en la Unión Americana cayó de 6.9 millones en 2007 a 5.6 millones en 2014.
“Los que llegaron en las décadas de los ochenta y los noventa nacieron en los años 1960 y 1970, cuando los índices de fertilidad en México llegaron a la cifra de siete niños por mujer. México además sufrió repetidas crisis macroeconómicas en las últimas dos décadas del siglo pasado. Para los mexicanos que crecieron en esa época, valía la pena enfrentar el desierto de Arizona y a la Patrulla Fronteriza para conseguir un trabajo en la próspera economía estadounidense. El México de hoy es un país distinto. Es más viejo. Desde 1970, el índice de natalidad ha disminuido hasta algo más de 2.1, la fertilidad necesaria para mantener una población estable. La fuerza laboral mexicana crece al mismo ritmo que la de Estados Unidos. Y aunque México todavía es mucho más pobre, ya no cae en crisis cada dos por tres”, escribe Porter en el NYT.
Aun así, una de las piedras angulares del discurso del candidato continúa centrada en la contención de la migración mexicana y centroamericana a través de la construcción de un muro, porque el reforzamiento de las vallas metálicas, drones, patrullas fronterizas, cámaras y un promedio de 300 y 450 indocumentados muertos cada año no es suficiente.
“Realmente han sido los mexicanos los que ya han pagado por este muro con sus vidas, las personas que han muerto cruzando en el desierto, estas regulaciones y reconfiguraciones de seguridad nacional de EU les han cobrado la vida”, dice Olivia Mena.
Para el investigador Yerko Castro, alrededor de las fronteras hay “diferentes tipos de perversidad”: “En el caso de México tenemos que muchas personas que vienen de países de Centroamérica intentan cruzar hacia el sueño americano pasando, en muchos sentidos, la pesadilla mexicana. Lo que vemos ahí es una industria de la migración que produce millones de dólares – en 2012 calculábamos cerca de 7 mil mdd en ganancias para el crimen organizado– en términos de tráfico de personas, de drogas, de armas, asociadas a los flujos migratorios que pasan por México hacia Estados Unidos.
Hoy día, si bien no existe la esclavitud como tal, no transportamos personas engrilladas, con una placa y el nombre de un patrón, sí tenemos personas que van directamente a los mercados más precarios de Estados Unidos, de los países más poderosos del planeta y por supuesto también de México. La peligrosidad es parte consustancial de la propia experiencia migratoria, la ha acompañado por siglos y la acompaña hoy día con una intensidad probablemente mucho mayor”.
Sin embargo, desestima los dichos del magnate neoyorkino y, dice, son parte de su estrategia de mercadotecnia, “es un efecto mediático, de show, recordemos que este candidato es una especie de show man que está interesado en ganar adeptos de una manera fácil y lo está logrando. Es el recurso que le queda, él no va a apelar a la gente inteligente de EU, él está tratando de hacer un discurso fácil donde el enemigo tiene un color de piel, una nacionalidad, una cultura y es fácilmente identificable”.
Para Gregor, las propuestas de Trump no merecen la pena tomarse en cuenta: “Yo creo que no hay que darle mucha importancia, ni siquiera vale, ha dicho tantas tonterías y tantas cosas raras que no sé si realmente vale la pena estar hablando de las cosas que él propone. Es un argumento que está fuera de lugar”.
DERRIBA EL MURO
El 1 de octubre el músico inglés Roger Waters se presentó en el Zócalo de la Ciudad de México ante 200 mil personas, ahí, durante la interpretación de “Another Brick in the Wall” niños de distintas edades portaron una playera con un mensaje tan claro como el que el fundador de Pink Floyd envió a Enrique Peña Nieto y Donald Trump los días anteriores: Derriba el Muro.
Por su parte, la artista Ana Teresa Fernández sigue su proyecto “Borrando Fronteras”, con el que pinta de azul el muro fronterizo entre México y Estados Unidos para crear la ilusión óptica de que “desaparece”. No son los únicos, asociaciones internacionales, la ONU, defensores de derechos humanos y hasta organizaciones en defensa de los animales y el medio ambiente denuncian constantemente cómo estas fronteras de concreto afectan los movimientos humanos y de la fauna, así como la conservación de su hábitat.
¿Es momento de acabar con la “época de oro de los muros”?
Gregor Maaß, quien critica a sus padres adheridos a la ideología de la República Democrática Alemana por no otorgarle una visión más crítica, finaliza con un comentario sobre lo mucho que estas barreras separan territorios y personas: “Para la gente que está en el poder sí siguen teniendo un función, para protegerse, para resguardar los privilegios, para eso están, tal vez si lo ves desde una perspectiva de poder no son una tontería. Son muy duros. Sí, son de piedra pero también cumplen con una función muy dura. Sobre todo que representan esa injusticia y deciden por la gente que vive a los dos lados y que no tiene posibilidad de encontrarse porque están separados por un muro. En ese sentido, también refuerzan estereotipos, odio que pueda existir, porque no le deja la posibilidad a la gente de encontrarse, de compartir, de convivir y más bien los deja separados para cultivar sus prejuicios”.
El doctor Yerko Castro concluye: “Desde el punto de vista de los Derechos Humanos, es una infamia, una vergüenza. Y más allá de eso, un muro simboliza lo mal que hemos construido el mundo en que vivimos, lo mal que hemos hechos las cosas en términos de una sociedad global y consciente”.
Pero al final, como diría Barack Obama, “un muro no frenará ni al mosquito del zika”.