Trabajadores mexicanos que laboraron en Estados Unidos por muchos años piden que se les devuelva el dinero que les descontaban de sus salarios.
Ciudad de México, 6 de octubre (SinEmbargo).– Francisco Uviña fue uno de los primeros braceros mexicanos alojados en la Granja Río Vista durante la escasez de campesinos en EU tras la Segunda Guerra Mundial, donde los trabajadores sufrían humillaciones como ser fumigados.
En 1951, cuando este lugar situado en la localidad texana de Socorro comenzó a ser usado como centro de recepción y procesamiento de trabajadores para el Programa Bracero, Uviña, natural de San Luis de Cordero (Durango) y entonces con 18 años de edad, formó parte del grupo de agricultores que eran concentrados para trabajar por temporadas en los ranchos de Texas y los campos de California.
«Aquí era donde comíamos y allá era donde le decíamos Corralón», dijo a Efe el exbracero, de 83 años, mientras gira su cabeza hacia una de las despostilladas ventanas de la finca.
«Eran miles de gentes (personas) aquí», rememoró.
En septiembre, la Granja Río Vista, edificada en 1915 y ubicada dentro del condado de El Paso, fue designada tesoro nacional por la Fundación Nacional para la Preservación Histórica, con motivo de la celebración del Mes de la Herencia Hispana.
Para la Fundación, desde sus inicios como una granja pobre que amparó niños durante la Gran Depresión y su función como punto de entrada para el Programa Bracero, la Granja Río Vista sigue siendo testigo de relatos y contribuciones de muchos braceros mexicanos traídos a Estados Unidos para paliar la falta de mano de obra agrícola durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
La Fundación ha reconocido que aquellos trabajadores mexicanos que pasaron por Río Vista (más de 80 mil al año) se encontraron con comida desagradable, exámenes médicos y psicológicos humillantes y eran sometidos a fumigación.
Los braceros eran despojados de su ropa, organizados en líneas y fumigados con DDT antes de poder ser considerados por los contratistas agrícolas.
Mientras Uviña recorre la granja, apoyado en un bastón, deshilvana sus memorias de aquellos años, que marcaron su vida.
«Aquí era donde nos fumigaban», narró dentro de una estructura de adobe. «Los que nos fumigaban traían sus máscaras y nomás decían: ‘Agáchate, levanta los brazos’, dejaban que uno se agachara y le echaban en las asentaderas. Y en los sobacos y en la cabeza. Era como si fuera una máquina, una sopladora que aventaba un humo».
Se formaban filas de entre 25 y 30 braceros desnudos, de entre 18 y 60 años de edad, para ser fumigados uno por uno antes de cada salida a las plantaciones, recuerda.
«En aquel tiempo, como uno tenía la necesidad de venir, pues tenía que soportar todo eso -menciona-. Muchos decían que porque creían que uno podía traer piojos, o que traía otra cosa en la cabeza y en las partes de atrás y de enfrente».
El exbracero, quien convivió con trabajadores de diversas partes de México, en su mayoría del estado de Chihuahua, dijo que antes de cada contrato laboral, además de ser fumigados, a los trabajadores les examinaban los pulmones.
«Recuerdo que una vez, un paisano mío, de allá de San Luis, él decía que estaba infectado del pulmón, y dijo: ‘Si me pasan la radiografía no voy a hacerla’. Entonces un compañero mío le dijo: ‘Sabes qué, ve allá al comedor y te tomas un vaso de leche, y con eso la vas a hacer’. Me acuerdo que fue y agarró línea y sí salió bien, y pasó», mencionó. «La necesidad de trabajar, ¿me entiende?».
Cuenta que en aquellos años, en Pecos (Texas), en el condado de Reeves, era muy complicada la recogida de algodón por las condiciones del proceso, pero que los trabajadores tenían que tomar los empleos si querían continuar en el programa bracero.
El exbracero mencionó que en Río Vista permanecían unos cuántos días hasta que un ranchero estadounidense necesitaba de sus servicios y los contrataba por tres meses. Entonces eran trasladados a las plantaciones en camiones, sentado en bancas de madera.
Su principal trabajo fue en el algodón en los ranchos de Texas, donde «en ese entonces pagaban 60 centavos la hora» en las tareas de riego y «en el azadón, 50 centavos la hora».
A Uviña, que reside en la ciudad texana de El Paso, tiene cuatro hijos (tres nacidos en México y uno en EE.UU.) y siete nietos, le gustaría que la Granja Río Vista fuera acondicionada para que los visitantes puedan conocer la historia de este lugar.
PROTESTAS DE EX BRASEROS
Entre 1954 y 1962, Manuel Becerra estuvo entrando y saliendo de California como trabajardor bracero. Se enganchaba en Mexicali y al llegar a El Centro, California “nos fumigaban y nos daban los contratos”, contó este hombre de 84 años.xico
Trabajó en los campos de lechuga de Salinas, Yuma y Blythe y hace unos años recibió una indemnización de 38,000 pesos (alrededor de 3,000 dólares en ese entonces) por el 10% que el gobierno de México tomaba de los salarios de estos trabajadores, que supuestamente luego usaría para una pensión para ellos.
Sin embargo, Becerra pide que le devuelvan el 10% del sueldo que devengó en Estados Unidos, que él cree sobrepasa por mucho esa cantidad.
“Yo no estoy de acuerdo como tazó México esa indemnización que dio. Les pagó lo mismo a los que estuvieron 45 días que a los que estuvieron 9 años como yo. Yo cooperé más y no es justo”, señaló al diario La Opinión de Los Ángeles, Becerra, quien ahora vive en Tijuana con una hija.
“Tienen que dar más por lo que nos quitaron y los años que han pasado ha ascendido el capital”, añadió.
Becerra fue uno de los exbraceros que este miércoles se plantaron frente al Consulado de México en Los Ángeles para poner presión al gobierno de ese país, mientras la Suprema Corte de la nación Azteca decide una demanda que, precisamente, pide que se otorgue más de un millón de pesos (alrededor de 52,000 dólares) a cada exbracero, sus viudas o hijos.
“Es una deuda histórica, moral y de dignidad” que el gobierno mexicano tiene con estos trabajadores, dijo Baldomero Capiz, Presidente de la Unión Binacional de Organizaciones de Trabajadores ExBraceros 1942-1967.
La Corte Suprema de México emitirá un dictamen sobre la querella el próximo 26 de octubre.
La querella también pide que el gobierno de México pida a Estados Unidos una lista de los 4.5 millones de braceros que trabajaron en este país, para que así estos trabajadores puedan tener un registro de sus labores, algo que muchos no tienen y por lo que no han podido pedir su indemnización. Y piden que esos documentos los entreguen en los consulados de Estados Unidos.
“Los 38,000 pesos fueron un apoyo social de un fideicomiso que se creó para ayudar a estas personas. Hoy estamos pidiendo la deuda completa“, sentenció Capiz.
–Con información de EFE y La Opinión