La célebre escritora mexicana abrió el 26 Coloquio Internacional Cervantino en el Teatro Juárez de Guanajuato, con una conferencia provocadora, titulada «Ese personaje llamado Cervantes» donde describió al autor de El Quijote como “un referente necesario en el contexto de la guerra contra las drogas, el racismo de Donald Trump y las desapariciones forzadas”
Ciudad de México, 8 de octubre (SinEmbargo).- Una de las cosas que más entusiasmaban a Ignacio Padilla (1968-2016) de las conferencias sobre Cervantes que organizaba en el marco del Festival Internacional Cervantino (FIC) era la posibilidad de pintar un autor del Quijote humano y cercano, sacarlo –perdón por el dramatismo- de la prisión académica que pretende estatizarlo en una especie de efigie plana, sin lunes ni sombras.
Carmen Boullosa fue el testimonio de esa voluntad, al ofrecer una osada conferencia en la apertura del 26º Coloquio Internacional Cervantino, celebrado en el Teatro Juárez de Guanajuato.
Para la autora de la reciente novela El libro de Ana, “en tiempos de guerra y de desapariciones forzadas, cuando se ha agotado el “sueño mexicano” y el candidato presidencial estadounidense Donald Trump acusa a los mexicanos de criminales y violadores, hay que volver a Miguel de Cervantes Saavedra, “un acelerador secula seculorum de esperanza” para reencontrar la estrella que alumbra el cielo de la patria redimida”.
Boullosa trazó los paralelismos entre las tormentosas épocas de Cervantes y los que ha vivido su propia generación, la de los escritores mexicanos de la década de los setenta, que han sido testigos de dos guerras sucias disfrazadas de guerras contra las drogas.
“Sobre el papel, la Operación Cóndor número 2 decía ser una guerra contra las drogas, pero tenía la intención de borrar del mapa a los opositores radicales confinándolos en campos de concentración y desapareciéndolos y asesinándolos”, dijo la escritora, autora de más de 50 libros.
CERVANTES, UN PRESO EN ARGEL
Cervantes, recordó Boullosa, estuvo preso cinco años en Argel, cautivo de musulmanes; sus dos tentativas de fuga fracasaron y sólo recuperó su libertad convertido en mercancía. Pero esa no fue la única ocasión que convivió de cerca con islámicos. Si hemos de creer en su relato en El Quijote, compró por una bicoca un cartapacio en caracteres árabes y se lo dio a traducir a musulmán letrado pero pobre, que padecía hambre y aceptó dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo para traducir la novela.
Cervantes hubo de convivir cinco semanas en su misma recámara con este sabio musulmán. Si bien este episodio es un juego de ficción de Cervantes, demuestra que el autor del Quijote valoraba la convivencia con el otro, el distinto, el aparente enemigo de la religión cristiana: “La gloria de nuestras letras compartió mes y medio habitación con un morisco muerto de hambre y con él lo parió. Como si el personaje protagonista engendrara a su autor sobre la marcha: el autor queda relegado al papel de cronista que es sólo un reportero que escribe a tercera mano”, expresó Boullosa.
A ese Cervantes lo leyó su generación, la que atestiguó y padeció la guerra contra las drogas de los ‘70, en épocas que “no habían caído los más de 200 mil cuerpos, en su mayoría jóvenes varones asesinados entre sus 17 y 23 años de edad, junto con miles de mujeres y personas de otras edades, infantes, maduros y viejos.
“El otro México en el que no teníamos decenas de miles de desaparecidos y los incontables Antígonas y Antígonos, que exigen para ellos sepultura honesta, y con sus propios bastones excavan ellos mismos en la tierra, palmo a palmo, para que los huesos queridos salgan de las indignas fosas de sin nombre y sean tratados humanamente como no lo fueron en vida”.
Carmen puso como ejemplo de estos modernos antígonas mexicanos a la chihuahuense Maricela Escobedo y el sonorense Nepomuceno Moreno, asesinados por buscar a los asesinos de sus hijos.
RECORDANDO EL OTRO MÉXICO
Boullosa recordó el otro México: el México que acogió a los afroamericanos o cimarrones que cruzaron la frontera para ser hombres libres, un México distinto al de hoy que, afirmó, no le hacía la sucia tarea al país del norte de contener en su territorio a los transmigrantes que huyen de países incendiados por el crimen; un México que permite “que las bandas criminales hagan con ellos su antojo”, pero en el que “algún día alguien hará la cuenta escrupulosa de los gobernadores, funcionarios públicos y ciudadanos que se han enriquecido de esta carnicería o han cerrado los ojos”.
El candidato presidencial republicano, Donald Trump, ha advertido que expulsaría a once millones de mexicanos de Estados Unidos. Boullosa comparó esta posibilidad con la expulsión de los judíos y los musulmanes de la península ibérica en 1492. Al igual que ahora, se dijo que eran “la quinta columna”, recordó la escritora.
Cervantes es necesario en un mundo como el contemporáneo que vive en un permanente estado de guerra en donde “las armas de alto poder de pronto se detonan en una plaza o centro comercial, irrumpen en las escuelas o los hogares, transitan por los caminos de grava, las veredas, las súper carreteras e incluso en los depósitos de basura en donde tal vez hubo una hoguera, o bien hornos crematorios de instituciones estatales para desaparecer tal vez los restos de uno o cuatro decenas de muchachos”, dijo.
Por la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes, el 26º Coloquio Internacional Cervantino se celebra dentro del XLIV Festival Internacional Cervantino (FIC), que este año tiene, en homenaje al autor del Quijote, el eje temático “De la locura al idealismo”.
Onofre Sánchez Menchero, director del Museo Iconográfico del Quijote, dedicó la sesión de apertura del 26º Coloquio Internacional Cervantino a la memoria de Ignacio Padilla, escritor y cervantista mexicano que falleció abruptamente en un accidente automovilístico en agosto pasado y que iba a participar en el Coloquio.