Alondra Maldonado
16/09/2016 - 12:00 am
Sabores del Pacífico | El fruto de la vid
Sí, el vino mexicano que cada vez es más reconocido por su calidad, que tiene historias de vida de ejidatorios, de quienes con ingenio y conocimiento decidieron hacer lo propio y contagiar a toda una región para transformarla en una región vinícola.
No hay como caminar entre los viñedos del Valle de Guadalupe para entender el término de vino mexicano. Porque no sólo la tierra confiere su carácter a la uva, tiene que ver con el ambiente que se respira en el lugar, escuchar tu idioma y tu acento, oler los aromas familiares de langosta con frijoles y unas tortillas de harina; o aquellos que se crean actualmente utilizando los ingredientes de la región, los ingredientes que trajeron consigo los franciscanos, hierbas aromáticas del mediterráneo, con sus vides, porque hay que transformar la vid en vino, y los frutos del generoso mar de Baja California.
Sí, el vino mexicano que cada vez es más reconocido por su calidad, que tiene historias de vida de ejidatorios, de quienes con ingenio y conocimiento decidieron hacer lo propio y contagiar a toda una región para transformarla en una región vinícola. La tierra del Valle es sumamente mineral, con añadas difíciles de muy poca lluvia, bañada por la brisa marina, así como por los vientos que vienen del Pacífico, es tierra arcillosa con base de granito, de piedras enigmáticas y por supuesto, pedregosa a simple vista, de tierra.
Las vides están acompañadas por olivos principalmente, en las laderas el romero crece arbustivamente junto con la lavanda, al bajar un poco el sol, el viento se siente fresco, incluso en el más caluroso verano.
Me encanta la historia de Gloria y Hugo D’Acosta, de Casa de Piedra.
“Mientras Hugo hacía vino por un lado de la casa, yo amamantaba.”
“Nuestra primer molienda fue con un molino prestado.”
“Hugo logró la primer producción de vino prevendiendo 800 cajas de vino que jamás había hecho, y así nos hemos mantenido, las añadas ya están prevendidas.”
“Cada vez que doy un recorrido siento los pies en la tierra.”
Estos son los dichos de Gloria, es un deleite escucharla pues sus ojos se remontan al pasado y sus pies, que calzan unas sandalias, se enraizan. Por supuesto, la finca que era la casa familiar, perdió poco a poco el calificativo de familiar y ganó la producción vinícola, además por estar rodeada por parte de los viñedos de los D’Acosta. Gloria nos dice enfáticamente que sus vinos buscan expresar la tierra: Uno tinto, Vino de Piedra, que siempre es 50 por ciento tempranillo y 50 por ciento cabernet sauvignon, y uno blanco, Piedra del Sol, de chardonnay.
Indudablemente estos vinos transmiten el terruño donde se expresan, con notas muy minerales.
“La añada 2016 es una muy difícil; hemos tenido muy poca lluvia, una ola de calor que quemó gran parte del viñedo. Hugo dice que es una prueba para los enólogos.”
Esto nos lo contó Gloria casi al final del recorrido, lo cual despertó la curiosidad para estar atenta a esta añada cuando salga al mercado.
Los D’Acosta están estrenando un restaurante ligero, de esos para levantar el espíritu una barra de espumosos de casa acompañados por ostras de la región, ya sean frescas recién salidas del mar o al grill, con hierbas de la región un soberbio aceite de oliva de la región.
Chef Alondra Maldonado Rodriguera
[email protected]/ www.saboresdenayarit.com
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