El nuevo libro de relatos del joven autor de Monclova subvierte con sutileza a veces y con cierto aire de extrañeza otras la “normalidad” de las relaciones de pareja. Sexo impersonal, historias de swingers, celos o esas peleas matrimoniales que esconden siempre un tsunami a punto de desatarse, constituyen la apuesta narrativa de un escritor incansable.
Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).- Figuras humanas (Alfaguara) es un nuevo libro del joven autor nacido en Monclova en 1977 Luis Jorge Boone. En su caso, constituye un ladrillo más a esa casa narrativa a la que está abocado con pasión febril y envidiable constancia.
Cada apuesta literaria es distinta y obedece al deseo del escritor de no repetirse en cada libro, de explorar además todas sus posibilidades creativas, al servicio de la literatura, su gran pasión irrefrenable.
Contra la monotonía, pues, son estos cuentos –publicados por una editorial de las grandes, a contracorriente de la tendencia novelística dominante- que recrean entre otras cosas los paisajes y circunstancias cotidianos de las parejas modernas y pintan geografías como Monclova, en Coahuila, Ciudad de México, Los Ángeles.
De Figuras humanas ha dicho Élmer Mendoza que contiene una prosa “cuidada, íntima, atrevida y sumamente abierta, de tal suerte que el territorio que devela se amplía hasta nuestros propios desiertos interiores.”
“Uno de los más interesantes entre nuestros nuevos escritores”, advirtió el crítico Christopher Domínguez Michael, al tiempo que el consagrado Álvaro Enrigue lo describió como “un narrador desinteresado por la moda y repleto de memoria literaria.”
Luis Jorge Boone ha publicado anteriormente los poemarios Traducción a lengua extraña, Novela, Los animales invisibles, Versus Ávalon y Por boca de la sombra, entre otros; las colecciones de ensayo Lados B y Sobre mapas circulares; la novela Las afueras y los libros de cuento La noche caníbal, Largas filas de gente rara y Cavernas.
Es autor, junto con Julián Herbert, del díptico narrativo El polvo que levantan las botas de los muertos. Fue becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Parte de su obra está traducida al inglés y ha sido incluida en más de una docena de antologías. Ha recibido doce premios nacionales, entre ellos el de Cuento Inés Arredondo 2005, de Poesía Joven Elías Nandino 2007, de Ensayo Carlos Echánove Trujillo 2009 y de Literatura Gilberto Owen 2013. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
–Tu fe en el cuento es inquebrantable
–Lo que pasa es que el cuento para mí la fusión de muchas cosas: lo mejor de la novela y lo mejor del poema. Es un género tan noble que permite contarse de muchas formas. No es una novela, donde te tienes que cazar con una idea durante 300 páginas. LO que me gusta del cuento es la capacidad de adaptar, de transformarse. Lo decía Ignacio Padilla: el cuento es el rey secreto de la literatura.
–En tu libro, ¿cuándo sabes que hay una reflexión o hay un diálogo que van a llevar la historia?
–Las formas son varias. El primer cuento “Taxis bajo la lluvia” y el cuento “Tormenta”, de la mamá que está en el supermercado, vienen de una cosa que me pasó cuando miraba un pájaro volando dentro de una tienda departamental. A mi hija le gustó la imagen y se quedó hablando de eso. Me quedé pensando en lo que significa que un pájaro vuele en medio de una tormenta y así nacieron esos cuentos. ¿Hacia dónde va el amor de una persona cuando ya no está? En el cuento “Réquiem” pienso en la amistad como una expresión del amor, pero ¿cuándo dejas de amar a tus amigos o empiezas a amarlos a la distancia? Por eso el cuento tiene tantos momentos, tantas escenas y se llega a esa conclusión de que la amistad no requiere de rupturas sino de desgastes para romperse. El amor erótico, en cambio, tiene a menudo un final más atropellado.
–El cuento este donde los amantes discuten hasta dónde se aman, me resultó una metáfora del proceso de escritura. Hasta dónde lo que escribimos es real o falso…
–Lo que quería con ese cuento es reflejar el descaro. El amor es un átomo complejo en estado puro al que se le empiezan a pegar el temor a ser abandonado, a dejar de ser querido, a temer necesitar otras cosas… Cuando los amantes están celos, cuando hay entre ellos gran confianza, se produce un momento sabroso en el que le puedes poner palabras a ese sentimiento pre-verbal que es el amor. Es un momento además de descaro en el que puedes prometer el cielo, la luna y las estrellas, la eternidad, es decir, cosas que no están en tus manos y no te pertenecen. No hay otra forma de entrega más que la de prometer cosas que no podrás cumplir. ¿Te entregas por voluntad o porque no tienes otra opción? Uno de los placeres más grandes de las parejas es hablar de palabras, como decía Paul Auster: “los cuerpos que abrazamos son tan importantes como los espíritus que deseamos”.
–El último cuento creo que es la expresión de cierto estilo literario que consiste en no ser deliberadamente demasiado claro
–Cuando me dispongo a terminar un libro, paralelamente hago mi lista de buenas deseos: lo que quiero explorar a nivel estilístico, lo que nunca hice y ahora quiero hacer, la oralidad, las referencias externas, la confesión que se agota en el mismo escenario…mi idea es dar al lector muchas miradas sobre un tema. Por eso algunos cuentos son más opacos, porque hay cierto placer en que el lector no agarre la onda desde el principio, pero se sienta al mismo tiempo “picado” como para seguir explorando.
–Son cuentos que se fijan muchos en los detalles, el peso de las almohadas, la ceremonia del té, las cortinas…
–De hecho soy muy de pararme a disfrutar ciertas cosas o de pensar algo en relación con cosas efímeras. Con las personas íntimas compartimos esas minucias, esos detalles que son los que narran esencialmente una historia de amor. Cuando hablo de Monclova, de los prostíbulos y de la zona de tolerancia, me gusta que el lector se traslade allí. Lo mismo cuando la historia transcurre en un departamento de la Colonia Roma. Creo que esa diversidad te permite fijarte en los detalles que darán al lector una serie de experiencias que si bien puede no haberlas vivido comenzarán a pertenecerles.
–En ese sentido, ¿crees que las historias literarias son siempre las mismas y la diferencia la da la forma narrativa?
–Sí, hay historias muy básicas que incluso se han tratado de esquematizar en los estudios de literatura. Lo que hace singular esa historia son los detalles como la forma en que narres esos detalles.
–Decidiste que tus personajes vivieran en una atmósfera como de media tarde, como de tiempo detenido, donde lo mejor o lo peor está por venir
–Sí, quise que los personajes sean cotidianos, muy como nosotros; en otros libros de cuentos exploré la violencia, el terror, el miedo, lo desconocido, pero en Figuras humanas quise apostar por algo que no había escrito nunca. Son personajes que no estallan, que están en el tránsito de ir o de salir frente a la colisión.
–Esta cotidianeidad encontró un lugar propicio en Alfaguara…y las editoriales no suelen publicar cuentos
–Cuando empecé a cuestionarme por qué los libros de cuentos tienen que ser breves o por qué mi generación cree que cuando tiene ocho cuentos ya está el libro, quise duplicar y así fue como reuní 19 historias en 300 páginas. Ese libro de cuentos sustancioso que puede ser leído con el tiempo de una novela; quise ofrecerle al lector un universo total y el hecho de que Alfaguara haya creído en el proyecto desde el principio me hizo sentir que estaba dando un paso adelante en nombre de todos los cuentistas. Quizás tengamos que dejar de decir que el cuento no se lee o no se publica. ¿Por qué esperar a escribir una novela para ser publicado por una editorial como Alfaguara? Incluso hay poemas en Figuras humanas, para interesar al lector con otras formas de narrar.
–Bueno, alguna novela tendrás por ahí
–(risas) Siempre escribo cuatro o cinco cosas a la vez. Tengo varios cuadernos, hay un poemario, un libro de ensayos…me gusta escuchar las propuestas, pero pienso como Fitzgerald, en el sentido de que el editor tendrá toda la vida para hacerme la vida imposible, así que el tiempo de la creación es sólo mío.