La moneda mexicana pierde valor frente al dólar porque los inversionistas venden sus pesos al huir de México por el alto nivel de endeudamiento del país. La Secretaría de Hacienda calcula que la deuda total cerrará el próximo año en 50.2 por ciento del PIB. Mientras las finanzas públicas sigan sin equilibrarse, el peso seguirá vulnerable ante las brutales olas que llegan del exterior: la anticipada alza de las tasas de interés en Estados Unidos, la inquietud por las elecciones presidenciales de noviembre en ese país y el vaivén de los precios del petróleo. Por lo pronto, durante los tres años y nueve meses que lleva el gobierno actual, la divisa nacional se ha depreciado 51.74 por ciento frente al billete verde.
Ciudad de México, 14 de septiembre (SinEmbargo).– ¿El mexicano promedio ya se acostumbró a enterarse de que el dólar se ha vendido todo el año entre 18 y 19 pesos? En 2015 ya había sido histórico y alarmante cuando la fortalecida divisa estadounidense aplastó al peso al romper la barrera de los 16 pesos por unidad, y luego, imparable, alcanzó la línea de los 17 pesos a pesar de las millonarias subastas que emitió el Banco de México (Banxico) para intentar apagar el fuego.
Sin embargo, para mantener el valor de la moneda mexicana lo que se necesita es una política fiscal que solidifique las finanzas públicas (gasto, ingresos y deuda), y con ello se proteja al peso de las brutales olas del exterior, afirmaron economistas.
Entre el inicio de la actual administración y hoy, la moneda mexicana se ha depreciado 51.74 por ciento frente al billete verde ofertado en bancos.
Ante los focos rojos por un incremento de la deuda en México, los inversionistas huyen del país y venden sus pesos, lo cual disminuye el valor de la moneda mexicana frente a otras divisas.
Esa fuga de inversiones, a su vez, se está reflejando gradualmente en un incremento en la inflación y en el precio de los insumos de importación. Todo ello obligará a los comerciantes a subir el precio de sus productos si el peso sigue en picada, explicaron especialistas.
En julio del año pasado, los analistas del banco de inversión francés Societe Generale alertaron que el dólar podría situarse en 17 pesos. Sucedió. En ese entonces la divisa nacional ya se había depreciado un 20 por ciento. Es decir, en sólo trece meses, llenos de turbulencias, la pérdida de su valor se duplicó.
Débil por una ausencia de disciplina en la política fiscal, de acuerdo con analistas, el peso no resiste los fuertes vientos del exterior, como la pronta alza de las tasas de interés en Estados Unidos, lo cual generaría una fuga de inversionistas que buscarán mayores ganancias. Los otros dos golpes provienen por la inquietud por las elecciones presidenciales en noviembre y el vaivén de los precios del petróleo.
El lunes 3 de diciembre del 2012, cuando el gobierno federal acababa de arrancar, el dólar concluyó en bancos en 12.93 pesos, 6.69 pesos menos que hoy cuando la divisa de la primera potencial mundial cotizó en ventanillas hasta en 19.62 pesos (a nueve centavos del máximo histórico).
En el sexenio pasado Felipe Calderón Hinojosa recibió un dólar en 10.99 pesos en diciembre de 2006. A pesar de la crisis financiera mundial de 2008-9, el dólar sólo subió un promedio de 2 pesos, por lo que la divisa azteca se depreció 17.65 por ciento.
El economista del Tec de Monterrey, Ángel Olvera Lozano, afirmó que la crisis financiera del 2008 propició que varios inversionistas decidieran mover sus capitales de Estados Unidos y otras naciones a países en desarrollo como México o Brasil. Pero ahora que la economía estadounidense comienza a recuperarse y la Reserva Federal seguirá su incremento de tasas de interés, esos recursos están regresando a su origen, lo que deprecia al peso frente al dólar.
SIN UNA ESTRUCTURA SÓLIDA
Sin una estructura sólida, cualquier roce tambalea a la moneda. El peso no pierde terreno directamente por los golpes externos, sino porque la política fiscal de las autoridades financieras del país no consolida una base resistente.
El nivel de reservas internacionales sólo es una parte del botiquín necesario contra el riesgo de que los inversionistas retiren su dinero del país una vez que la Reserva Federal continúe el incremento de las tasas de interés, que el candidato Donald Trump cumpla sus amenazas tanto contra el Tratado de Libre Comercio (TLC) como contra las remesas, y que los precios del petróleo sigan cayendo.
El descenso del peso a mínimos históricos va de la mano del déficit de las finanzas públicas y del alto endeudamiento.
Ambos fenómenos se han originado por una falta de equilibrio entre el gasto público (cuyos ajustes no han sido eficaces) y las tendencias opuestas entre los ingresos recaudatorios (al alza) y los petroleros (a la baja), lo cual seguirá en el 2017. Ante la ausencia de suficiente dinero (déficit fiscal), el gobierno recurre a seguir pidiendo prestado.
De acuerdo con Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics, una moneda está más sujeta a ser atacada por especuladores mientras más desequilibrada se encuentre la economía, lo que aleja a los inversionistas.
«El hecho de que el peso mexicano ha sido una de las más debilitadas entre las monedas de mercados emergentes tiene que ver con que México tiene desequilibrios económicos”, explicó.
Además del déficit, justificó, México ha incurrido en niveles de endeudamiento mucho más altos de los presentados en gobiernos anteriores por lo que no se puede hablar de un manejo disciplinado.
De acuerdo con el académico Ángel Olvera Lozano, mientras más alto sea el nivel de deuda, es menos probable saldarla en tiempo y forma por lo que se termina pagando con intereses más altos. Eso ahuyenta a los que invierten en proyectos de largo plazo y sólo quedan «inversionistas golondrinos» que retiran sus capitales ante cualquier turbulencia financiera.
EL USO DE LOS INGRESOS
El Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), José Antonio Meade Kuribreña, debe analizar en qué gastar los recursos de forma eficiente, determinó el economista Ángel Olvera. Y lo debe hacer ya.
El déficit público, resultado de un desequilibrio entre gastos e ingresos, entre enero y julio de 2016 se ha ubicado en 157 mil 200 millones de pesos, menos que el registrado en el mismo periodo de 2015 de 380 mil millones de pesos gracias a los remanentes (ganancias) del Banco de México (Banxico).
Los ingresos presupuestarios –la principal fuente de financiación actualmente– durante enero-julio se ubicaron en 2 billones 705 mil 200 millones de pesos, un 9.8 por ciento más que en los mismos meses de 2015. Las fuentes principales fueron el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el Impuesto Especial a Productos y Servicios (IEPS) y el impuesto a las importaciones.
En contraste, los ingresos petroleros –anteriormente la mina de oro negro– fueron por 379 mil 900 millones de pesos, un 21.2 por ciento menos que el año anterior a causa de una caída en la producción petrolera y de los precios por barril.
La situación se repetirá en el 2017, de acuerdo con el Paquete Económico para 2017 enviado por la Secretaría de Hacienda. Los ingresos tributarios representarán 13.4 por ciento del PIB y los petroleros sólo el 3.8 por ciento.
El alto nivel de endeudamiento, por su parte, ha provocado que las calificadoras Moody’s y Standard and Poor’s alerten al gobierno de la necesidad de una consolidación fiscal. Al cierre de julio de 2016, el saldo de la deuda interna neta del Gobierno Federal fue de 4 billones 858 mil 300 millones de pesos.
De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), la carga de la deuda del sector público ha orillado al gobierno mexicano a realizar recortes a sectores clave como el educativo y el de la salud. No obstante, mientras la tasa de crecimiento siga débil y el gasto público sea mayor al aprobado por el Congreso de la Unión, el endeudamiento no frenará su ritmo al alza.
La deuda total del sector público (SHRFSP) terminará en el 2017 en un 50.2 por ciento del PIB frente al 37.7 por ciento del PIB que recibió Enrique Peña Nieto. En la última década se ha incrementado un 25 por ciento, expuso el CIEP en un informe.