La muerte de su padre, un cirujano que ejercía una «tiranía benévola» sobre toda la familia, movió al escritor mexicano Jorge Volpi a escribir a lo largo de un año un libro de ensayos que fue su duelo y la prolongación de un combate.
Ciudad de México, 13 sep (dpa).- Volpi concibió «Examen de mi padre» (Alfaguara) como un manual peculiar de anatomía. También él y México, con todos sus dolores y sus muertos insepultos, terminaron diseccionados, con las entrañas abiertas.
«La parte más difícil no creo que fuera la mía ni la de México, sino recordar y ser lo más sincero y lo más transparente que fuera posible sobre la figura de mi padre», dijo Volpi, de 48 años, en entrevista.
Por primera vez, el autor de novelas como «En busca de Klingsor», «El fin de la locura» y «La tejedora de sombras» escribió un libro, desgarrador de a momentos, sobre la rigidez y la rebeldía, la plenitud y la decadencia, los dogmas, las rupturas, los muros, los prejuicios, la pasión, el dolor y la indiferencia, en clave íntima.
De un lado, la lucha interna con la memoria de un padre a quien al mismo tiempo admiraba y del que quería liberarse. «Mi padre aún encarna para mí la sombra del poder. Es el superyo que me frena y me ata», escribe Volpi.
Del otro, un México con sus injusticias y discriminación, con la impunidad, los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y la conciencia anestesiada: «Nos hemos acostumbrado a mirar cadáveres a diario, exhibidos sin pudor por la prensa y la televisión…».
Su padre murió en agosto de 2014 y Volpi empezó a escribir el libro cinco meses después, sin haber logrado hasta entonces llorarlo.
En lugar de vestir de negro, su luto fue recordar y escribir -a contracorriente incluso de su naturaleza reservada- al ritmo de un ensayo por mes, con dos meses de descanso, de enero a diciembre de 2015.
«Es un ejercicio peculiar porque todos tenemos una imagen de nuestros padres, todos los que hemos podido tener padres y vivir con ellos, pero es una imagen que en el fondo es vaga porque no nos dedicamos a pensar en ella obsesivamente», afirma.
A partir de distintas partes del cuerpo, como el cerebro, la mano, el corazón, el ojo, Volpi habla también de Donald Trump, de las religiones que abomina a diferencia de su padre que era creyente, de la música, de los escudos contra el miedo y el sufrimiento, de un México que parece perdido, pero al que le da esperanzas.
«Tenemos cifras de muertos en estos años como si fuera una guerra civil. Y nosotros vivimos apaciblemente o intentamos creer que eso no ocurre. Por un lado, es lógico, pero tenemos que romper eso también para tratar de resolverlo», señala.
«A lo largo de la historia ha habido muchas otras sociedades que han tenido situaciones tan terribles o mucho peores de las que nosotros hemos vivido en México y que han sido capaces de reconstruir poco a poco instituciones, estructuras, ser más prósperas, más apacibles».
Este libro «distinto», como lo describe al compararlo con los anteriores, le dejó sentimientos encontrados.
«Por un lado, hay una sensación de paz. Quería dedicarle ese libro a mi padre y quería dialogar con él durante todo ese año. Y también hay una sensación de fracaso porque, pese a todo, un libro no revive a una persona», dice. Y al final pudo llorar. «No un llanto desaforado, pero momentos, sí».
Terminado el duelo y en vísperas de presentar el libro, Volpi volvió a verse confrontado con la muerte. El escritor Ignacio Padilla, su amigo de décadas al que consideraba un hermano, murió en un accidente de tránsito hace tres semanas, el 20 de agosto.
«La muerte te recuerda que hay cosas importantes y que hay cosas no importantes. Y la más importante de todas es disfrutar la vida lo más posible», resume.
Autor también de novelas breves, de novelas en verso y de crónicas, entre otros, Volpi ha empezado a trabajar en un nuevo proyecto.
«Es algo que no va a estar pronto y que no se parece a nada de lo que he hecho», adelanta. «Y lo único que puedo decir es que es sobre un caso judicial importante que ocurrió en México en los últimos años. Es una novela, sin ficción».