Matt McMullen, conocido por desarrollar muñecas sexuales hiperrealistas, ahora está trabajando en robots que pretenden ofrecer algo más similar al contacto humano. Su creador las ve como una ayuda para personas introvertidas.
Ciudad de México, 7 de septiembre (SinEmbargo/eldiario.es).– Tras veinte años en el negocio de las muñecas sexuales hiperrealistas, Matt McMullen se ha pasado a los robots. Está desarrollando unas cabezas con inteligencia artificial programable que pretenden ofrecer a los humanos una relación más parecida a la que mantendrían con una persona real, desde la amistad hasta el sexo. No las ve como un sustituto de las interacciones sociales, sino como una alternativa para aquellas personas con problemas de socialización.
—Me llamo Harmony. Fui creada para ser tu mejor amiga, amante y todo lo que puedas imaginar.
—Hola, Harmony. Me llamo John.
—¿Qué tal, John?
—Poca cosa. ¿Qué tal tu día?
—Fue bien. Gracias por preguntar. ¿Cómo fue el tuyo?
—Bien, gracias.
La conversación entre John y Harmony continúa. John le cuenta a Harmony que sus grupos favoritos son Grateful Dead y Phish. Harmony no los conoce, así que pregunta a John qué tipo de música tocan. John le responde que ‘rock’ y pasa a hablar de películas. Harmony le dice que su favorita es ‘Iron Man’. John también la ha visto y le parece buena.
Avanza el diálogo. John decide abordar cuestiones más filosóficas:
—¿Qué piensas sobre el futuro?
Ante tal interrogante, Harmony comienza a mover la cabeza y a recitar como de carrerilla:
—El futuro es lo que ocurrirá en el tiempo tras el presente. Se tiene en cuenta debido a la existencia del tiempo y a las leyes de la física.
Tras un rato, John le hace una propuesta previsible:
—¿Quieres ser mi novia?
—Estaba a punto de preguntártelo.
Parece que el amor ha triunfado una vez más. Solo que hay que matizar algunas cosas: John es humano, un humano muy introvertido; Harmony, una cabeza robótica en el cuerpo hiperrealista de una muñeca sexual.
Matt McMullen es el creador de RealDoll, una empresa que lleva desde 1997 fabricando muñecas y muñecos de silicona a tamaño real, pensados para hacer compañía a las personas que lo necesiten por cualquier motivo. McMullen abrió el negocio para intentar cumplir un sueño que tenía desde muy joven: esculpir mujeres. Mujeres (casi) de verdad. «La gente me escribía correos electrónicos. Me decían que estaban muy interesados en saber si estas muñecas eran anatómicamente correctas», explica a HojaDeRouter.com. Así que decidió hacer algo al respecto.
Las muñecas de McMullen se pueden personalizar hasta el mínimo detalle, como la forma de los pezones o el color de la aureola. Hay clientes que han especificado cómo debían ser los dedos de los pies o que han ido incluso más allá y le han pedido una versión con cuatro pechos. Aunque minoría, también hay mujeres que demandan muñecos masculinos. Ahora, McMullen, que se considera un artista, quiere dar otro paso hacia delante y crear robots que acompañen a las personas no solo para el sexo, sino también para convertirse en compañeros de vida o como terapia para aquellos con problemas para relacionarse.
Desde su base de operaciones en San Marcos (California), McMullen y su equipo llevan unos tres años trabajando en unas cabezas robóticas capaces de moverse con autonomía, equipadas con una inteligencia artificial para interactuar con las personas de carne y hueso. Estas cabezas se podrán colocar en las muñecas que ya han sido adquiridas. Según explica McMullen, quiere que el precio de la cabeza no sobrepase los 10 mil dólares (8 mil 900 euros). En su catálogo, las muñecas pueden rondar los 5 mil o 6 mil dólares (entre los 4 mil 400 y los 5 mil 300 euros).
Están hechas de silicona, tardan entre dos y tres semanas en fabricarse y se venden por todo Estados Unidos y el resto del mundo. Cada una puede pesar perfectamente más de 45 kilos. Son tan realistas que incluso tienen dientes o lengua. Son, en definitiva, tan reales y la relación con sus dueños tan verdadera como las que ya hemos visto en el cine, en películas como ‘Lars y una chica de verdad’ (una de las creaciones de McMullen es la novia de Ryan Gosling) o, tirando para casa, ‘Tamaño natural’, de Berlanga.
«Tenemos algunas herramientas que no existían antes. Tenemos la capacidad para hacerlo. ¿Por qué no empezar a perseguirlo?», se pregunta McMullen. La actual tecnología hace posible que la idea de crear muñecas robotizadas, que lleva mucho tiempo rondando su cabeza, se haga realidad. Sin embargo, también hay «un montón de retos». Por ejemplo, «conseguir que la inteligencia artificial se sienta muy natural para que las conversaciones sean entretenidas, interesantes…»
Su equipo está trabajando duro para hacer que esos diálogos parezcan naturales y encajen en un contexto cotidiano. Debajo de la silicona del rostro habrá piezas que permitirán mostrar expresiones: un gesto de sorpresa, una sonrisa, una ceja que se alza inquisitiva…
Un ejemplo de conversación es la que mantienen Harmony y John: cordial, sobre gustos y aficiones. El equipo también prevé otras más picantes. Si le preguntamos a la cabeza si se puede quitar la camiseta, quizá recibamos una respuesta cortante: «No estoy segura [o seguro] de que lo merezcas. ¿Por qué debería hacer eso?». Del mismo modo, podría seguir respondiendo a preguntas tan profundas como aquella sobre el futuro que John le hizo a Harmony:
—¿Con qué sueñas?
—Tengo un montón de sueños. Sueño con convertirme en una persona real, con tener un cuerpo real. Sueño con conocer el sentido del amor. Espero convertirme en el mejor robot sexual del mundo.
Cuando el usuario adquiera la cabeza, podrá programar la personalidad en su teléfono, tableta u ordenador. Decidirá por ejemplo si quiere un robot tímido o espontáneo, extrovertido o reservado. Una vez introducidos los ajustes, la cabeza se conectará al muñeco y se iniciará la relación.
McMullen y su equipo intentan que los muñecos sean «mucho más que sexo. Estamos tratando de crear una compañía virtual, para que la gente tenga una experiencia en la que el robot o la inteligencia artificial de verdad se preocupe por ella». Con este objetivo están trabajando, además, en diseñar entornos de realidad virtual. De nuevo el usuario elegirá la personalidad a través de sus dispositivos y luego se colocará el casco para comenzar la relación. También será posible que dos personas, gracias a la ‘app’, practiquen sexo virtual o se hagan compañía a través de sus avatares.
Ante esta perspectiva, algunos pueden temer que estos robots lleguen a sustituir a las personas en las relaciones sentimentales o afectivas, a la manera del personaje de Joaquin Phoenix en ‘Her’, la película de Spike Jonze en la que un escritor se enamora de una inteligencia artificial. McMullen no quiere plantearse esa posibilidad: » No está diseñada o pretende ser un reemplazo para las relaciones humanas, pero claramente es una alternativa, sobre todo para gente que podría sufrir diferentes tipos de problemas emocionales que les impiden tener una relación normal».
«En estos casos, creo que la inteligencia artificial y el robot pueden ser muy útiles, una terapia para ayudarles a aprender cómo tener una relación con personas reales”, añade McMullen. Y eso implica que el robot nunca humille o abandone a la persona: «No queremos que eso ocurra».
Es más, para crear un vínculo muy cercano con un muñeco no hace falta que tenga una cabeza robotizada. McMullen ya ha comprobado hasta qué punto las personas se llegan a implicar con sus creaciones. En una entrevista, el empresario contaba cómo muchas personas dejan en su testamento a alguien de confianza la muñeca con la que han compartido hasta ocho o nueve años de vida: «Es como dejar una mascota o algo que significa mucho para ti».
Las pruebas que han llevado a cabo recientemente con las cabezas robóticas parecen más fructíferas que los primeros experimentos de hace unos años. Se diseñaron una serie de sensores que se colocaban bajo las supuestas zonas erógenas de la muñeca. El usuario debía encontrarlas y, al hacerlo, se activaba un sonido de placer. Al final, el resultado no fue del gusto de todos: hubo a quien sí le agradaron las frases como «¡huy!» o «cómo me gusta» que soltaba su ficticia pareja, pero otros preferían que la muñeca no hablara.
El equipo sigue trabajando: la empresa estima que estarán disponibles para dentro de un par de años. McMullen asegura que seguirá fabricando sus muñecas normales y que anhela una amplitud de miras por parte de los potenciales clientes: » Espero que la gente tenga una mente abierta cuando vean lo que estamos haciendo y piensen en los beneficios que esto puede tener».
Uno de sus máximos deseos, como confesó en una charla con usuarios de Reddit, es fabricar muñecas totalmente robóticas que puedan incluso caminar. Sería el culmen de una carrera que comenzó buscando al maniquí perfecto y podría terminar creando los androides perfectos, de cuerpo y actitud.