La ciencia ficción y la fantasía fueron los géneros de su adolescencia, hasta que en la adultez se inclinó por la literatura «serie». Hoy, con su reciente libro de cuentos Las visiones, explora un mundo apocalíptico y cuenta las guerras que agobian el presente.
Por Rosmery Cueva Sáenz, dpa
Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo).- El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabambam 1967) cuenta que sus primeros amores fueron la ciencia ficción y la aventura, géneros de lo que se separó cuando salió del colegio porque, le decían, solo eran parte de la etapa adolescente que debía superarse.
Y ahora, después de varios años, el autor ve la ciencia ficción como un género con el que puede contar «las guerras» que agobian el presente, como lo hizo en la novela Iris (2014) y el reciente libro de cuentos Las visiones (2016), editado por Páginas de Espuma, mediante el cual explora un mundo apocalíptico, como explica en esta entrevista llevada a cabo en la Feria Internacional del Libro en Lima, Perú.
–La primera vez que estuvo en una feria del libro fuera de Bolivia fue en 1998, en Perú. Desde entonces, ¿cómo ha cambiado su literatura?
–He tratado de diversificarme. Ahora me gusta explorar nuevos territorios. Cuando vine la primera vez a Perú, me interesaba hacer una literatura más realista, tramas con el desasosiego sentimental como en Amores imperfectos. Trataba relaciones de todo tipo, algunas más perversas que otras. Ahora estoy haciendo cosas trabajadas en un contexto más político y social, que tienen que ver con las guerras del presente.
–¿En esta etapa desarrolla un trabajo más humanista?
–Creo que Amores imperfectos también era humanista, pero el contexto social no lo era. En Las visiones los individuos todavía ocupan un lugar central, pero el contexto social y político en sus vidas es fundamental. En mis primeros cuentos yo era un escritor más tradicional y realista, en cambio, ahora, trabajo más con los cuentos populares: la ciencia ficción, el horror, la literatura fantástica y policial.
–¿Cuándo empezó a sentir atracción por esos géneros?
–Yo era un gran lector de esos géneros cuando estaba en el colegio, pero igual que ahora, existía la idea de que la ciencia ficción pertenece a un mundo adolescente que luego se debe superar. Entré a lecturas «más serias», ingresé a la universidad, hice un doctorado en literatura y me fui alejando de los temas populares que me gustaban tanto.
–¿Cuándo los retomó?
–Hace unos 10 años tuve una crisis personal. Me cuestioné la idea de seguir escribiendo. Para reconectarme comencé a pensar en mis primeros amores, qué era lo que me había llevado a la literatura. Empecé a leer los primeros libros que me habían gustado mucho y para mí fue una sorpresa porque ahora los miraba con otros ojos. Vi la ciencia ficción como una forma distinta de mirar al mundo, que podía servirme para narrar la realidad de manera distorsionada, para profundizar temas del presente y no necesariamente centrarme en el escapismo o el entretenimiento.
–¿Se siente más a gusto con la fantasía que con el realismo?
–No necesariamente porque ahora que he terminado Las visiones estoy escribiendo una novela realista. Me interesa variar. Es como dice Gabriel García Márquez: un escritor debe ser como una especie de carpintero que tiene en su maleta todo de tipo de instrumentos. Mientras más matices tengas después de un tiempo, mejor. Me interesa tener la mayor cantidad de instrumentos posibles para narrar. No creo que uno sea mejor que otro, sino que hay cosas que uno puede hacer mejor que otro.
–Los cuentos de las Las visiones tiene origen en la novela Iris. ¿Son una extensión?
–Más que una extensión creo que es un proyecto autónomo, que puedes complementarlo con la novela. El desafío era que Las visiones funcionara para un lector que no había leído la novela y que cada cuento pudiera leerse de manera autónoma, sin saber nada de Iris. El desafío era que pudiera ir a lo más profundo de la psiquis de los personajes, sin que estos hablaran de manera explícita de sus dolores, de sus traumas o ansiedades. A partir de ahí, Iris, como elemento integrador, me sirvió porque en los cuentos hablo en términos generales, de alucinaciones, pesadillas o sueños de los personajes que revelan algo de su inconsciente que ni siquiera ellos mismos saben y que tampoco terminan de interpretar. Tenía que escribir como si fuera un acertijo, hablar del dolor sin mencionar el dolor y los sueños me permitían esa entrada.
–¿Cómo ve el género de la ciencia ficción en América Latina?
–Creo que han aparecido voces interesantes en la región, pero aún hay muchos prejuicios editoriales con el género, como ha sido siempre. Hay mucho por hacer con la ciencia ficción, aunque paradójicamente los lectores son más receptivos que los editores. Hay escritores que están haciendo trabajos muy interesantes en el sur, donde siempre hubo un trabajo muy fuerte con lo fantástico.
–¿Y qué hay de la literatura en Bolivia?
–Creo que la nueva generación está atravesando un gran momento. Hay voces muy potentes como las de Giovanna Rivero o las de Maximiliano Barrientos, autores que están siendo publicados por editoriales peruanas. Hay como siete autores que están circulando fuera del país y eso que debería ser normal, no lo era en Bolivia, pues antes era un lugar donde a los autores les costaba cruzar las fronteras por diferentes razones. Primero, las editoriales locales no tenían la infraestructura que permite que los libros circulen fuera. La otra razón es algo que yo llamo «caja de resonancia», que es la necesidad de que haya autores en el exterior que con sus críticas contribuyan a divulgar la literatura de un país. Países como México o Argentina tienen «cajas de resonancia» muy fuertes. Bolivia, por su propio aislamiento, no tenía muchas «cajas» fuera, pero ahora los autores que están en el exterior contribuyen con la circulación de los autores nacionales.