El jueves pasado fui testigo de un acontecimiento extraordinario: una fiesta privada en homenaje a la salida de una novela. La festejada en cuestión fue El libro de Ana, de la incansable y prolífica autora mexicana Carmen Boullosa.
La historia refiere a la Ana Karenina de León Tolstoi y tiene como protagonista a la bella Clementine, quien participa de un atentado anarquista y tiene como misión colocar una bomba en el tranvía que cruza el río Neva congelado.
Al contrario de una presentación al uso, formal, cotidiana, es decir, los panelistas detrás de un escritorio y en el centro el autor para escuchar los consabidos elogios a su obra, Carmen –quien junto a su esposo, el escritor Mike Wallace, ocupó la portada de Puntos y Comas recientemente, a propósito del importante libro Narcohistoria-, eligió ofrecer una jornada de arte y voz fuerte y clara para presentar El libro de Ana.
Invitó para ello a la hermosa actriz María Aura –en un acto de nepotismo entrañable, qué bonita es y qué talentosa la primogénita de Boullosa y Alejandro Aura (1944-2008)- y al músico –entre otras muchas cosas- Fernando Rivera Calderón, para interpretar una escena del libro, es decir, leían de la misma novela, "Fer" cantaba una canción pertinente y María, impresionantemente vestida con un traje púrpura, personificaba a una Clementine inolvidable.
Fue magnífico. Dieron ganas de más, de saber cómo terminaba ese atentado que a juzgar por la escena recreada en esa noche mágica de Coyoacán, se frustraba (la bomba explotaba como una flatulencia de anciano) y ¿qué pasaría después? ¿Hacia dónde escaparía la bella y balbuceante Clementine?
Me suele dar un poco de risa cuando algunos escritores o periodistas de la fuente cultural se ufanan de no ir a cócteles o a reuniones, porque la verdad es que no abundan los cócteles y las reuniones en nuestro ambiente. Más bien cada uno anda en sus cosas, así que la noche mencionada sirvió también para saludar y abrazarse a personas entrañables con las que uno comparte este pequeño universo de nuestros desvelos.
Mike Wallace, atento a los avatares de su familia, observaba atentamente la representación. Juan Aura –joven y simpático productor de cine-, el otro hijo de Carmen, atendía diligentemente a los invitados.
Andaba por allí Jairo Calixto Albarrán, con una camisa hípster que le quedaba muy bien; también estaban Julio Trujillo –el flamante director de Alfaguara-, los periodistas Adriana Bernal, Baltasar Domínguez, Leonardo Tarifeño, Rafa Molina y muchos más. Todo transcurrió en medio de un clima cordial y festivo, muy alegre, gozoso.
Lo importante fue, de todos modos, la nueva novela de Carmen, esa forma de vociferarla, de cantarla, de hablarla, que bien podría inaugurar otra manera de dar a conocer una obra literaria.
Sería lindo, creo, que muchos autores repitieran la experiencia, ampliándola para el público en general. No hay mejores letras que las que se dejan oír con voz clara y firme. Bienvenida la nueva novela de Carmen Boullosa. ¿Cómo sigue?