Peter Thiel, fundador de Pay Pal y accionista de Facebook, lanzó una ofensiva para arruinar a un medio sensacionalista que reveló su identidad gay hace diez años. El uso de su fortuna para financiar sin límite demandas judiciales preocupa a los que creen que los millonarios puedan decidir qué se publica sobre ellos.
Por Juan Varela
Ciudad de México, 31 de julio (SinEmbargo/ElDiario.es).– ¿Ha estallado la ciberguerra entre las empresas digitales y los medios? Cuando los grandes de internet son cada día más las plataformas del acceso a los medios, con Google, Facebook y Apple pugnando por concentrar las noticias y la opinión gracias a la gran crisis de la prensa, la amenaza es real.
La era de la transparencia radical defendida por los grandes digitales tiene agujeros bien tapados. La llave está en manos de quienes controlan los medios, apps o plataformas, para publicar la vida de los demás. La transparencia es la clave de la batalla entre el multimillonario Peter Thiel, fundador de Pay Pal –y uno de los grandes accionistas de Facebook– y Gawker, una de las empresas de blogs pioneras y también de las más criticadas y leídas.
Se juega la libertad de informar y de expresión, pero también los límites y las obligaciones de la transparencia.
Gawker desveló hace diez años que Thiel es gay. Fue un post a favor del emprendedor antes de que se conociera la orientación sexual de otros grandes de Silicon Valley como Tim Cook, de Apple. Thiel nunca lo perdonó.
¿Puede un multimillonario financiar las demandas en los tribunales de otros por principios o por venganza sin dar la cara? ¿Son las comidillas y ataques de Gawker inherentes a la libertad de informar o sólo sensacionalismo e invasión de la privacidad? ¿Por qué financiar arteramente maniobras legales y oponerse al derecho al olvido que hubiera solucionado parte del enfado de Thiel?
Es un sainete de egos, venganza y ambición. Olvídate de buenos y malos, todo es negocio y querellas personales. Esta guerra desmonta una vez más la opacidad de Silicon Valley y el complaciente tratamiento de muchos medios con periodistas que a menudo parecen más fans de una marca o representantes de relaciones públicas de las empresas digitales que reporteros.
Una parte de la prensa se ha apresurado a defender a Gawker cuando se ha revelado que Thiel financió con más de 10 millones de dólares la demanda del luchador Hulk Hogan contra la empresa de blogs por publicar unas cintas sexuales con la mujer de un amigo. Gawker ha sido condenada a pagar a Hulk Hogan 140 millones de dólares en una decisión judicial muy discutida y que ha sido apelada.
En Twitter ha estallado la indignación de tantos emprendedores digitales contra Gawker y otros medios. Los megamillonarios de la Costa Oeste soportan el escrutinio de sus actividades y su vida tan mal como la de sus negocios. Nick Denton, dueño de Gawker y uno de los tipos más odiados en Estados Unidos, se defiende y desvela los motivos ocultos de Thiel, el vengador.
La información perfecta para Silicon Valley es la venerada imagen de Steve Jobs o Mark Zuckerberg en una presentación. Una keynote con una buena manada de periodistas aplaudiendo con entusiasmo los productos o los resultados de sus empresas. Jobs fue el genio que enseñó a los dueños de la tecnología cómo conseguir publicidad gratis y utilizar a los medios para combatir a sus rivales.
Thiel es un libertario y devoto de Ayn Rand –como tantos en el Valley que defienden el capitalismo radical– y ya hace tiempo confesó que “no creo más en que la libertad y la democracia sean compatibles”. Para él, “estamos en una carrera mortal entre la política y la tecnología”. Entre sus opiniones, muchas contrarias al sufragio universal, a la legitimidad de los gobiernos para regular las empresas y otras ideas que afianzan su decidido apoyo a Donald Trump.
Hasta periodistas en medios en los que es inversor, como Pando.com, han denunciado las maniobras de Thiel y su apoyo al candidato Donald Trump, curiosamente un político creado por la explotación de los reality shows y el machismo fascista de la exaltación del propio ego.
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ en sus siglas en inglés), una organización que lucha por la libertad de informar, ha tenido que apresurarse a aclarar que pese a las donaciones de Thiel, “no defendemos los esfuerzos para abusar del proceso legal buscando el castigo o la bancarrota de un medio en particular”.
Pero esta ciberguerra también marca las limitaciones de la transparencia tan defendida por los apóstoles digitales, y especialmente por los que más se benefician de la transparencia de los demás mientras mantienen la suya bien tapadita tras los muros de sus mansiones y la opacidad de sus empresas. Bien defendidas por millones pagados a los lobbies en Washington, Europa o China.
FACEBOOK, AFECTADO POR LA POLÉMICA
Facebook vuelve a tener un problema. Después de las explicaciones de su fundador sobre las acusaciones de los conservadores sobre los editores y el algoritmo que apartaban sus proclamas de los trending topics, las ideas de Thiel y su presencia en el consejo de la red social alarman. Sobre todo, cuando el 62 por ciento de los norteamericanos y el 66 por ciento de los usuarios de Facebook usan la red para consumir información.
Gawker es sensacionalista, sin duda. Thiel tenía derecho a mantener su identidad sexual en privado. La libertad de informar tiene límites, basados sobre todo en el interés común. Nadie debería poder cerrar un medio con el poder del dinero. Las informaciones de Gawker están basadas en hechos, aunque sean incómodos. La verdad es la última garantía y la gran diferencia.
La solución: más libertad, más información y más transparencia para que se conozcan las razones y acciones de unos y otros. Es la garantía para todos y lo que debería ser resguardado cuando acabe esta batalla. Ni los algoritmos ni los criterios editoriales son neutrales, lo que debemos exigir es conocerlos.
Corrección: en una edición anterior del artículo, se decía que el jurado había condenado a Gawker a pagar 140 millones a Peter Thiel. La indemnización era a favor de Hulk Hogan, al que Thiel había financiado el proceso judicial.
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