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La desconfianza en el agua de tubería hace que el mexicano sea el que más gasta en embotellada

13/08/2016 - 2:08 pm

En 2015, México mantuvo el primer lugar como consumidor de agua embotellada por habitante en el mundo, con 244 litros per cápita (el 9.5 por ciento del volumen total consumido en el mundo), de acuerdo con los últimos datos de Beverage Marketing Corporation.

La población mexicana no sólo gasta en pagar el servicio de agua que llega a sus casas, también tiene que invertir en camiones, cisternas y tinacos para almacenarla y en comprar agua embotellada para beberla. Sólo el 20 por ciento de los hogares en México, aquellos con ingresos mayores de 18 mil pesos mensuales, gastan 3 por ciento o menos en agua embotellada, que es lo máximo que las personas deberían invertir en agua potable, según sugiere la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

Mientras, en otros países, es común beber directamente agua del grifo. Hoy, el 80 por ciento de los mexicanos dice no beber agua del grifo por desconfianza, según una encuesta realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Por Laura Yaniz

Ciudad de México, 13 de agosto (SinEmbargo/VICE News).- Cuando Julia Loma por fin supo lo que provocaba su intenso dolor de riñones, la peor noticia no fue el diagnóstico, sino el cambio de hábitos a que se tenía que someter por indicaciones de su médico. Los estragos provocados por años de tuberculosis renal sin tratamiento la obligaban a dejar de inmediato el refresco y empezar a tomar, al menos, un litro y medio de agua diario.

De no hacerlo, le advirtió el doctor, necesitaría de diálisis y hasta buscar un donante de riñón. Adiós a su Coca-Cola del desayuno y de las tardes. Hola horrorosa agua simple. No sales, no azúcares, porque eso hace que los riñones trabajen de más.

«El agua ¡sabe feo! ¡No me gusta! Si la voy a tomar, la tomo en botella de plástico. Toda la demás agua no, no’más no me entra».

El único sabor que tolera es el agua embotellada en formato individual y de marca Bonafont, la más vendida en México. Compra presentaciones de un litro o litro y medio para asegurarse de que toma exactamente lo que el médico le pidió.

Para ella, el agua de la llave no es una opción. Desde que llegó a vivir a la Ciudad de México —Julia es originaria de Querétaro — le han dicho que esa agua no se bebe. Aunque, por definición y por derecho humano, el agua de la llave se debería poder beber.

Julia vive en San Antonio Tecómitl, en Milpa Alta, una de las delegaciones más abandonadas y de más difícil acceso en la Ciudad de México, por tanto los únicos que se dignan a subir son los camiones cisterna o de Bonafont.

«Si la voy a tomar, la tomo en botella de plástico. Toda la demás agua no, no’más no me entra».

Ella sólo puede usar la toma de agua potable tres veces por semana y es que vive en una de las 241 colonias que recibe agua por tandeos (turnos) que suman unas 14 horas a la semana en promedio, según un estudio de la investigadora Gloria Soto de la Universidad Autónoma de Metropolitana (UAM) Cuajimalpa.

Hubo un tiempo en que Julia le daba a un trabajador «para su refresco», unos 30 pesos, para que abriera más la llave y llegara agua a la colonia los domingos. Sólo así, dando «para el refresco» — contribuciones que Julia no considera un acto de corrupción sino «una ayuda a quien ayuda» —, es que los vecinos han logrado tener electricidad, líneas de teléfono y tomas de agua potable más cercanas. Pero, desde que ese trabajador se fue, las cosas se han complicado. En un mes no ha subido agua.

Julia gasta unos 500 pesos o más al mes entre botellas y garrafones, lo que supera el 3 por ciento de su ingreso, que es lo máximo que las personas deberían invertir en agua potable, según sugiere la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ella no se atreve a beber agua del grifo que debería ser potable y, por definición, apta para consumo humano.

La población mexicana no sólo gasta en pagar el servicio de agua que llega a sus casas, también tiene que invertir en camiones, cisternas y tinacos para almacenarla y en comprar agua embotellada, para beberla. Esto quiere decir que sólo el 20 por ciento de los hogares en México, aquellos con ingresos mayores de 18 mil pesos mensuales, gastan 3 por ciento o menos en agua embotellada. Mientras, en otros países, es común beber directamente agua del grifo.

CUANDO PERDIMOS LA CONFIANZA

Foto Moisés Pablo Cuartoscuro
Foto Moisés Pablo Cuartoscuro

Salmonela, tifoidea, helicobacter pillori. Lizbeth P. enlista lo que teme encontrar en el agua de la llave de su casa. Enfermedades que ya ha padecido y que no quiere volver a padecer. Aunque le juraran que no pasa nada, jamás le daría una oportunidad al agua directa de grifo. «Es la desconfianza con la que nacimos y crecimos». Hoy, el 80 por ciento de los mexicanos dice no beber agua del grifo por desconfianza, según una encuesta realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Después del terremoto de 1985 en México, se corrió el rumor de que las aguas negras se mezclaban con el agua potable. Investigadores y cronistas coinciden en que a partir de ahí comenzó un crecimiento acelerado de la desconfianza hacia el agua de la llave.

El desastre coincidió con el mismo año en que Coca-Cola decidió extender el uso de botellas de plástico e inauguró 85 plantas embotelladoras en el país. En todo el mundo, las empresas transnacionales cambiaban el vidrio por el plástico para embotellar las bebidas azucaradas. Antes de terminar la década de los ochenta, los refrescos de dos litros se habían ganado un lugar en las mesas de las familias y las tiendas de abarrotes.

«Las grandes marcas sólo son publicidad: que vas a estar más flaco, que si entre más pura mejor».

En cambio, en Europa, el consumo de refresco se estancaba y el mercado se hacía de un nuevo producto: agua embotellada. Hasta entonces, el agua embotellada se vendía en vidrio y se consideraba un artículo de lujo. Con la llegada del plástico, la venta de se expandió en gran parte de Europa.

En México, el boom llegó un poco más tarde, con la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que entró en vigor en 1994, lo cual facilitó el ingreso de marcas trasnacionales. Bonafont se convirtió en la primera empresa mexicana en embotellar en plástico el agua purificada para su consumo individual. Aunque Peñafiel llevaba embotellando agua desde 1928, sólo lo hacía en vidrio y con prioridad en el agua gasificada o mineral.

Las refresqueras tardaron un poco más en entrar al mercado, dejando el campo libre a Bonafont, Santa María, Electropura y Peña Pura que sólo se dedicaban a la venta de agua. Marcas como Ciel, de Coca-Cola, llegaron hasta 1997, cuando Bonafont ya había sido comprada por Danone.

Y así fue como en pocos años, el agua que sale de las tuberías del sistema, fue confinada sólo a tareas domésticas como lavar platos, ropa o tomar duchas.

En noviembre de 2015, el Instituto Politécnico Nacional encontró bacterias en más de la mitad de un muestreo que hizo a pequeñas purificadoras de agua y, en una cuarta parte no sólo hallaron bacterias peligrosas, sino restos de heces fecales.

Oscar Sánchez es administrador de la purificadora Aquanat, ubicada en Azcapotzalco, Ciudad de México. Su negocio tiene que pasar pruebas de salubridad cada año, como la ley estipula, pero tiene como competidores a las grandes marcas «que sólo son publicidad: que vas a estar más flaco, que si entre más pura mejor».

En 2015, México mantuvo el primer lugar como consumidor de agua embotellada por habitante en el mundo, con 244 litros per cápita (el 9.5 por ciento del volumen total consumido en el mundo), de acuerdo con los últimos datos de Beverage Marketing Corporation citados en la más reciente publicación de la Asociación Internacional de Agua Embotellada (IBWA); en la cual, como lo ha venido haciendo en los últimos años, sugiere invertir en el sector, pues se calcula que al mercado mexicano aún le falta crecer.

Hay quienes creen que el consumo en México podría ser mayor, pues además de las grandes transnacionales, hay más de 7 mil micro empresas mexicanas que se dedican a la purificación y embotellamiento de agua, de acuerdo con el investigador Raúl Pacheco-Vega, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

«El principal problema del agua embotellada es el costo exagerado».

Es un negocio fácil. Basta con buscar en internet «plantas purificadoras», para encontrar un sinfín de negocios dedicados a vender la tecnología necesaria. Algunos presumen que en cuestión de tres meses la inversión se recupera y aseguran que lo único que se necesita es una conexión a la red municipal de agua potable y un par de trabajadores.

Oscar, nos muestra las hojas avaladas por la Comisión Federal para Prevenir Riesgos Sanitarios (Cofepris) con las palabras que más orgullo le hacen sentir: «no detectables». Es decir, no hay partícula alguna en el agua de su empresa, que ponga en riesgo la salud de las personas.

Él tampoco confía en el sistema de agua potable. A diferencia de la mayoría de las purificadoras pequeñas o medianas, no se abastece del sistema de la Ciudad de México y prefiere comprar cisternas o pipas. Por cada pipa de 11 mil litros, paga mil 500 pesos [unos 78 dólares]; es decir unos 13 centavos de peso por litro.

Desde que se dedica al negocio del agua purificada desconfía cada vez más del agua del sistema de la ciudad y del agua embotellada de las grandes empresas.

EL COSTO ES EXAGERADO

Foto María José Martínez Cuartoscuro
Foto María José Martínez Cuartoscuro

El hidrólogo Joel Carrillo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) está totalmente en contra del negocio del agua embotellada: «el principal problema que le veo, además del costo exagerado, es que se permita que se venda sin regulación al precio» y agrega que su preocupación inmediata es la salud de quien la bebe.

En primer lugar, explica, las botellas están fabricadas con tereftalato de polietileno, mejor conocido como PET, que libera partículas al agua con el calor y el exceso de uso. En segundo lugar, critica cómo las empresas promocionan el agua como «libre de sodio» lo que, a la larga afecta la salud e, irónicamente, provoca deshidratación pues el cuerpo necesita un equilibrio de esas sales para retener el agua. Por ello, aboga por dar una oportunidad al agua que llega a las casas, pues muchas veces lo único que se necesita es que la gente lave su tinaco.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el agua potable es aquella que no sólo se utiliza para fines domésticos y de higiene personal, también para beber y cocinar. Además, en México, la norma de salud sobre agua potable (NOM-127-SSA1-1994) establece los parámetros para que tenga la calidad adecuada para uso y consumo humano. Según el reporte estadístico de 2015 de Conagua, el 95 por ciento de los hogares urbanos contaba con agua potable.

Pero ¿realmente en México podemos tomar agua de la llave y no morir en el intento?

Hay al menos dos mil 472 respuestas posibles, que es el total de municipios del país. Por un lado, depende del lugar en el que uno viva y de que el tinaco esté lavado. Pero, ¿por qué tantas respuestas? Según la Constitución, los municipios son los responsables del servicio de agua potable, aunque en la cadena de suministro pase por control de Conagua, operadores estatales y operadores privados.

En ocasiones, cuando los municipios no tienen suficientes recursos para garantizar el servicio trabajan de la mano con Conagua o con los estados. Pero no es la única opción que tienen para abastecer a la población, la ley permite que el servicio de agua potable se concesione a empresas privadas. Esto genera varios abastecedores de agua potable, empresas o instituciones responsables que hasta ahora no cuentan con métodos directos para informar a la población sobre la calidad del agua que llega a los hogares.

Para conocer la calidad es necesario preguntar al organismo responsable, estatal o municipal, y esperar que tengan un análisis reciente. En la capital, el análisis completo más actual está disponible por colonia en la página del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), pero su último corte fue en diciembre de 2014. También se puede encontrar el monitoreo diario de la calidad.

Una buena noticia: de acuerdo con el reporte por colonia, sólo son dos en las que no se puede beber agua de la llave (Joyas de Vallejo en Gustavo A. Madero y Santa Marta Aztahuacan, Iztapalapa), mientras que 53 colonias tienen agua que sale de la norma, pero que no significa ningún riesgo para la salud. Este reporte también asegura que el agua de las todas las colonias de las delegaciones Benito Juárez, Coyoacán, Cuauhtémoc, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tlalpan y Xochimilco, es apta para consumo humano.

Aunque casi la totalidad de los hogares urbanos cuente con agua potable, los detalles no son tan prometedores. Según un estudio del Programa de Manejo, Uso y Reuso del Agua de la UNAM (PUMAGUA), publicado en marzo de este año, casi la mitad de la población no recibe agua ni una vez al día, sólo el 14 por ciento tiene servicio de agua potable las 24 horas todos los días. Esto ha provocado que el 93 por ciento cuente con algún sistema de almacenamiento de agua porque no cuenta con un servicio continuo, lo que pone en riesgo su calidad pues puede convertirse en un foco de bacterias y residuo, sobre todo si no se lavan una o dos veces al año.

LA CULPA ES DEL GOBIERNO

Foto Misael Valtierra Cuartoscuro
Foto Misael Valtierra Cuartoscuro

Fabrice Salamanca es el vicepresidente de Asuntos Corporativos de Grupo Danone México, propietario de Bonafont, el agua embotellada más vendida en el país, con casi la mitad del mercado. Tiene muy claro que a las empresas embotelladoras se les critican, sobre todo, dos cosas: el impacto ambiental del plástico y la venta del agua, cuyo acceso es un derecho humano.

En México, las compañías pueden obtener licencias para extraer agua subterránea. Al no existir una concesión específica para la extracción de agua para su venta, las compañías se registran para «uso industrial». Es decir, ante los ojos de Conagua, una empresa embotelladora de agua, que venderá el recurso con casi ningún proceso es lo mismo que para aquellas que la utilizan como una herramienta o ingrediente de su producción.

Estas empresas pagan de 0.19 a 2 centavos por cada litro extraído del subsuelo. Un litro de agua embotellada en una tienda de conveniencia puede costar hasta quinientas veces más, ya no digamos en un restaurante o en un cine.

Danone (Bonafont), Coca-Cola (Ciel) y PepsiCo (Epura) tienen el 72 por ciento del mercado mexicano, que en 2013 generó más de 133 mil millones de pesos, según un reporte de la agencia Euromonitor. Raúl Pacheco-Vega, profesor investigador del CIDE, sospecha que estos datos podrían ser mucho más, porque la multinacional Nestlé no aparece en este reporte y tampoco se contabilizan a las micro y medianas empresas.

Respecto al agua como un derecho humano, Fabrice deja a las empresas fuera de la ecuación y culpa directamente al Estado. «El problema es que hay un esfuerzo insuficiente por parte del gobierno para generar confianza en la red de agua».

El empresario de Danone sabe que es por eso que la compra de agua embotellada es tan elevada en el país y, tiene la esperanza, de que la industria crezca aún más.

*La autora es egresada de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE, y este reportaje de forma parte de su proyecto de tesis.

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