Francisco Ortiz Pinchetti
22/07/2016 - 12:00 am
El tablero de Andrés Manuel
Hoy el aguerrido tabasqueño se vuelve tolerante, comprensivo y hasta dócil. Pide no buscar la derogación de la Reforma Educativa, sino su adecuación, y advierte de los riesgos que acarrearía una deslegitimación del Presidente Peña Nieto.
Decía Vicente Leñero, jugador empedernido de ajedrez, que el secreto de los grandes maestros consistía en el manejo de los alfiles. ”En un ataque súbito con los alfiles –postulaba el inolvidable dramaturgo— es tan determinante el factor sorpresa como la disposición de sacrificarlos en el momento oportuno”. Es evidente que Andrés Manuel López Obrador no es un buen ajedrecista. Resulta demasiado obvio, previsible. En lugar de preparar la jugada sorpresa, muestra sus intenciones de manera casi inocente. Lo hace otra vez con su repentina transformación de lobo a cordero de hace algunos días. Lo peor es que repite la puesta en escena del 2006, cuando de manera inesperada se convirtió en pregonero de la República amorosa para con ello pretender quitarse el sambenito de ser un peligro para México.
Seguramente la revisión cuidadosa de los resultados electorales del pasado 5 de junio, y las encuestas posteriores, lo convencieron de que a pesar de sus aires triunfalistas la verdad es que no le alcanza con sus votos duros para ganar la anhelada Presidencia en 2018. La más reciente encuesta nacional de Parametría, publicada hace ocho días, indica que Morena se ubica con un 21% en tercer lugar de las preferencias para los comicios presidenciales de 2018, atrás del PAN (32%) y del PRI (24%). Por más “cuchareado” que esté ese sondeo, como diría el propio AMLO, debe ser motivo de preocupación y seria reflexión. Digo.
Aunque quiso festejar un avance importante en las votaciones por Morena del pasado 5 de junio en 12 entidades del país, la verdad es que, salvo en la capital, obtuvo muy pobres resultados. Es un hecho que su alianza con la CNTE le restó simpatías y en cambio no le redituó a su causa una cosecha importante de nuevos sufragios, que seguramente esperaba.
En el tablero del Peje está de alguna manera su partida final. Es el ahora o nunca. Por eso sus cálculos lo llevan a mover cuidadosamente el timón para buscar los votos adicionales que le son indispensables. El nivel de conocimiento que tiene entre la población, el mayor de todos, es a la vez su más grave limitante. Difícilmente puede crecer un candidato que ha permanecido en el palenque político por más de 18 años y que busca por tercera vez el milagro de un triunfo contundente.
Por eso hoy el aguerrido tabasqueño se vuelve tolerante, comprensivo y hasta dócil. Pide no buscar la derogación de la Reforma Educativa, sino su adecuación, y advierte de los riesgos que acarrearía una deslegitimación del Presidente Peña Nieto. Y abre ahora sí la posibilidad de una alianza electoral con sus adversarios del PRD, otrora traidores y cómplices de la mafia en el poder.
Me parece que López Obrador tiene frente a sí tres jugadas cruciales. Una es la gubernatura del Estado de México en 2017. La segunda y toral es la candidatura para la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. La tercera, por supuesto, su propia postulación para 2018.
La importancia electoral del Edomex es tal, que puede marcar la suerte futura del pelotero de Macuspana. En la entidad con mayor número de ciudadanos se juega mucho más que una gubernatura. La clave está precisamente en su habilidad para mover sus piezas con rapidez y sorprender a sus adversarios. Sin embargo, si se aferra a postular a su candidata, Delfina Gómez, a la que ya destapó, estaría en riesgo de una derrota que trascendería el ámbito de ese estado.
De ahí la importancia, y la posibilidad cierta, de una alianza con el PRD en la contienda mexiquense, como la propuso el dirigente estatal perredista Omar Ortega Álvarez; pero la única opción de triunfo que vislumbro para esa coalición es la candidatura de Alejandro Encinas Rodríguez, que renunció al PRD hace rato pero que no ha decidido todavía sumarse a Morena. Encinas se supone gente cercana a él. Fue su secretario de Gobierno en la Ciudad de México y su sustituto cuando dejó la jefatura de Gobierno en julio de 2005 para buscar la elección presidencial por primera vez. Fue también quien solapó –y apoyó desde el Gobierno– su plantón-bloqueo de 48 días en el Paseo de la Reforma.
El caso de la capital del país se antoja la prueba de fuego para Andrés Manuel. Si bien la posibilidad de Morena de ganar la jefatura de Gobierno es evidente, el buen jugador debiera valorar el sacrificio de uno de sus alfiles: Ricardo Monreal Ávila, ex gobernador de Zacatecas, actual jefe delegacional en Cuauhtémoc. La eventualidad de una alianza con el PRD para su propia candidatura en 2018, debe saberlo el Peje, pasa por ceder a una de sus piezas clave. En esa forma no veo otra opción que postular al candidato o candidata de Miguel Ángel Mancera Espinosa a cambio de la renuncia de éste a sus aspiraciones presidenciales.
La terquedad puede ser positiva en cuanto signifique persistencia, convicción. En el ajedrez, sin embargo, es menester anteponer la razón y la lógica a arrebatos anímicos y a anhelos sentimentales. Andrés Manuel tiene efectivamente una clara oportunidad en 2018, pero sólo si es capaz de aprender a ceder, conciliar y sacrificar piezas que considera intocables. De lo contrario está en riesgo de sufrir un fulminante jaque mate. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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