Greenpeace
18/07/2016 - 12:00 am
La extinción de la vaquita es reflejo de los problemas sociales
Cuando se habla de los impactos negativos de la actividad humana, se suele concentrar la atención sólo en los daños ambientales, sin reparar en la raíz del problema y las situaciones que desencadenan resultados tan catastróficos para el medio ambiente: pérdida de ecosistemas, contaminación, daño a la salud de las personas o la extinción de una especie.
Por Miguel Rivas Soto
Cuando se habla de los impactos negativos de la actividad humana, se suele concentrar la atención sólo en los daños ambientales, sin reparar en la raíz del problema y las situaciones que desencadenan resultados tan catastróficos para el medio ambiente: pérdida de ecosistemas, contaminación, daño a la salud de las personas o la extinción de una especie.
La forma en la que medimos el desarrollo, preocupados por índices macroeconómicos y alejados de la realidad de las personas, nos vuelve ciegos ante las razones de fondo que llevan a las comunidades a aceptar los efectos negativos de las prácticas industriales o de otros sectores, a cambio un beneficio que les permita insertarse en este “sistema de desarrollo” al que se le rinde pleitesía.
Lo cierto es que los problemas ambientales son consecuencia de problemas sociales, una realidad innegable en México que nos ayuda a entender un sinnúmero de conflictos y las amenazas del que, quizás, sea el quinto mamífero marino en extinguirse en todo el mundo: la vaquita marina.
Este cetáceo, endémico de México, está en riesgo de desaparecer porque queda atrapado en las redes agalleras que se usan en la pesca de totoaba, un codiciado pez que se vende en el mercado chino a miles de dolares, y que también se encuentra en peligro de extinción. Muchas organizaciones hemos pedido con urgencia que se fiscalice la pesca en la zona, con el propósito de evitar que las últimas vaquitas marinas del mundo mueran, hacia el 2022 según estudios científicos o en 2018 si la tasa de descenso en la población continúa como hasta ahora.
Actualmente, el alto Golfo de California, hábitat de ambas especies, se ha declarado libre de pesca con redes, al menos hasta 2017; decisión que busca proteger a la totoaba y las vaquitas marinas pero afecta gravemente la economía de los pueblos aledaños a la zona.
La comunidad ha perdido su principal fuente de ingresos y a cambio, el gobierno les da alrededor de 8 mil pesos mensuales a los pescadores inscritos en el padrón oficial, mientras que los dueños de los permisos de pesca y las pangas reciben alrededor 30 mil pesos. Lamentablemente la realidad dista mucho del papel y en los hechos, no todos los pescadores acceden a este beneficio, y a veces éste se concentra en pequeños grupos y quienes vivían de la pesca, hoy están de brazos cruzados y sin alternativas económicas reales.
Greenpeace junto a expertos en temas sociales analizaron la problemática socioambiental en la comunidad y no es de extrañar que la mayoría del pueblo esté en desacuerdo con las medidas prohibitivas de pesca y se muestre poco colaborativa con las causas ambientales. Las razones son obvias: no pueden pescar pero tampoco tienen otras opciones de ocupación ¿Qué hay del desarrollo económico de estas comunidades? ¿Pueden sobrevivir sin su principal actividad, la pesca?
Parece natural que muchos pescadores se nieguen a que sus hijos sigan sus pasos pues ya no ven futuro en el mar por “culpa” de la vaquita; pero tampoco es fácil enviar hijos a la universidad para que se dediquen a otra cosa. Muchos de ellos tendrían que vivir en Mexicali u otras ciudades para poder alcanzar el sueño de una profesión ¿Quién financia eso?
El acceso a la salud también es un reto cuando las patologías graves deben atenderse en ciudades lejos de casa. Pensar en alternativas económicas diferentes a la pesca se ve complicado, cuando el 80% de los negocios relacionados con el ecoturismo ha quebrado. En esta realidad es donde aparece el fantasma de la totoaba, cuya pesca y comercialización, es la solución inmediata a la inequidad y falta de oportunidades de la zona: mucha ganancia a un costo relativamente pequeño: la extinción de la vaquita marina.
¿Cómo solucionar el problema de fondo? Los habitantes del alto Golfo de California necesitan una repartición justa de los recursos destinados a compensar la prohibición de pesca, que se acompañe de la fiscalización del uso de redes agalleras y políticas integrales que satisfagan sus necesidades básicas y les den acceso a la educación, la salud y oportunidades laborales, ésta es la verdadera forma de proteger el ambiente y prevenir su daño.
Una vez que la comunidad tenga la seguridad de que puede coexistir en armonía con el ambiente, podrá ver con buenos ojos el llamado cuidar el rico ecosistema que tanto les ha dado hasta ahora, y que la conservación de un emblemático animal parece quitarles.
La oportunidad de que el mamífero marino más amenazado del mundo logre sortear las redes de la extinción depende, en parte, de las comunidades pesqueras y su bienestar, quienes necesitan dejar de ver en la totoaba la oportunidad de “desarrollo” que socialmente ha sido más escurridiza que las escamas de ese pez.
La inequidad y falta de oportunidades son un problema de país y mientras éstas persistan, los conflictos económicos seguirán prendiendo focos rojos por todo el territorio mexicano, amenazando la biodiversidad y el derecho de las personas a un medio ambiente saludable.
*Miguel Rivas es campañista de Océanos de Greenpeace México.
Facebook: Greenpeace México
Twitter: @greenpeacemx
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