Implementar la salud pública requiere de la voluntad para enfrentar fuertes intereses económicos que son hoy los principales transmisores de las llamadas “enfermedades no transmisibles”. Esto ha llevado a cuestionar el concepto mismo de “enfermedades no transmisibles”. ¿Acaso el tabaquismo, el alcoholismo y la diabetes, por ejemplo, no son producto de una hipercomercialización de los productos que las generan?, ¿no son productos de esa práctica, de esa búsqueda de la industria de traer más consumidores al consumo de sus productos y de lograr que quien consume sus productos los consuman más? ¿No son, entonces, estas enfermedades transmisible, es decir, transmitidas por estas prácticas comerciales?
Las principales amenazas a la salud ya no son transmitidas por mosquitos, son productos de la sociedad de hiperconsumo donde los hábitos de consumo son inducidos por la intensa y omnipresente comercialización de productos diseñados para ser adictivos o, al menos, consumidos en altas cantidades, sin importar sus daños a la salud. La concentración del poder económico en unas cuantas empresas a escala global ha permitido que éstas tengan un fuerte poder de influencia, de cabildeo e, incluso, de guerra sucia, para impedir las políticas que pueden afectar sus intereses. Es por esta razón que los más destacados especialistas y las instituciones independientes internacionales han identificado a las grandes corporaciones que producen y comercializan estos productos (tabaco, alcohol, comida chatarra), como el principal obstáculo a las políticas de salud pública.
La propia directora general de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, como lo hemos citado anteriormente, declaró ante la Asamblea Mundial de la Salud en 2013: “Los mosquitos no tienen grupos líderes y de cabildeo. Pero la industria que contribuye a aumento de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles sí los tienen. Cuando las políticas de salud pública interfieren en los intereses económicos creados, nos enfrentaremos con una gran oposición, una oposición muy bien orquestada y una oposición muy bien financiada”.
Defender hoy la salud pública es una misión de “campeones” que tengan la voluntad y fuerza de enfrentar estos intereses. Recientemente, así lo hizo una pequeña nación, Uruguay, con una población menor a la del estado de Oaxaca, enfrentó a la gran trasnacional del tabaco Phillip Morris International, Inc. El “campeón” de esta batalla es el presidente uruguayo Tabaré Vázquez. Tabaré Vazquez fue el primer político de una agrupación socialista en alcanzar un puesto de representación en Uruguay.
Tabaré es médico de profesión, especializado en oncología y radioterapia, ha publicado una gran cantidad de investigaciones en revistas científicas. Durante su primer mandato como presidente del Uruguay se dio tiempo para seguir dando consultas a un grupo reducido de pacientes. Hijo de un obrero que fue encarcelado cuando Tabaré era un niño, tuvo que trabajar desde que cursaba la secundaria. Por su profesión, sabe muy bien que uno de cada dos fumadores muere a causa de una enfermedad generada por el tabaco y que el tabaco, como él mismo afirma, es la causa del 35 por ciento de todos los tipos de cáncer. Conoce bien los costos que el tabaquismo y sus consecuencias representan para las familias, a través de sus pacientes, y los costos que generan a las finanzas públicas, como presidente de la república.
Para algunos contrasta que el Uruguay legalice la marihuana y, por otro lado, combata el tabaquismo. Sin embargo, estas políticas van en un sentido muy claro de proteger, por un lado, la salud y, por otro, la paz social.
El gobierno uruguayo ha implementado una serie de políticas que han reducido el tabaquismo de 35 por ciento a 22 por ciento en menos de 10 años (2005-2014). De manera especial, llama la atención el efecto que han tenido estas políticas en reducir el consumo de tabaco entre los más jóvenes, entre los adolescentes, donde el consumo ha caído a 8.4 por ciento. En el caso mexicano, el consumo de tabaco en este sector de la población no sólo no ha caído, ha aumentado y esto sólo puede explicarse por una falta de políticas integrales y complementarias.
Uruguay fue el primer país en la región en implementar a escala nacional los espacios libres de humo en 2006, una medida que diez años después no puede implementarse en México por el fuerte cabildeo de la industria tabacalera en el Congreso. La medida sólo se aplica en la ciudad de México y en algunos estados, pero no ha logrado establecerse en todo el territorio nacional por la fuerte presencia de los cabilderos de las tabacaleras que suelen ser también, algunos, los cabilderos de las refresqueras.
La batalla entre las tabacaleras y el gobierno uruguayo se desató en 2006 cuando Phillip Morris llevó a juicio a Uruguay después de que este país estableciera que el 80 por ciento de las caras anteriores y posteriores de las cajetillas llevaran una imagen gráfica de advertencia que mostrara los daños que causa el tabaquismo y de que estableciera que cada marca sólo podía tener en el mercado una variedad de su producto. La regulación seguía los pasos de otras naciones europeas y de Australia.
Phillip Morris llevó el litigio ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones basándose en el Acuerdo Bilateral de Inversiones de Uruguay con Suiza, donde la tabacalera tiene su centro financiero. Curiosamente, en Suiza existen regulaciones similares y mayores al tabaco que las implementadas en Uruguay. La intención de Phillip Morris era intimidar al gobierno uruguayo y dar una señal al resto de los países que quisieran implementar políticas similares. Esta amenaza la han establecido las tabacaleras por todo el mundo, especialmente sobre países pobres.
Las corporaciones de bebidas y alimentos no han llegado a esta instancia de litigio pero han amenazado con seguir un proceso similar al llevar controversias ante la Organización Mundial de Comercio contra el etiquetado frontal desarrollado en Ecuador y en Chile argumentando que con barreras al comercio. La disputa de Uruguay con Phillip Morris es importante porque pone en un tribunal internacional la decisión de sopesar la prevalencia o no de las políticas de salud pública sobre los intereses comerciales. Es bien sabido, que a través de los acuerdos comerciales bilaterales, regionales y globales, las grandes corporaciones han tratado de hacer prevalecer sus intereses sobre los derechos ambientales, laborales, de salud y culturales. Por lo anterior, la controversia entre Uruguay y Phillip Morris es un buen precedente.
Después de 6 años de litigio el caso lo ganó Uruguay y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones estableció que la tabacalera tiene que pagar 7 millones de dólares a Uruguay por los costos del litigio. Esperemos que esta resolución pueda llevar a despachos de abogados a la defensa de casos similares con la certeza de que al final del proceso la industria tendrá que pagar los costos del litigio, ya que muchos gobiernos no pueden destinar estos recursos para respaldar sus políticas de salud pública.
Tabaré Vázquez ha señalado: “la salud e higiene públicas son cometidos esenciales del Estado. Inherentes al mismo y vinculados directamente con su soberanía”. Las políticas consistentes contra el tabaquismo en Uruguay ha llevado a que el 71 por ciento de los fumadores de ese país apoyen estas medidas. El propio expresidente Mujica, empedernido fumador ha comentado:
“He sido en mi vida un fumador empedernido, estuve muchos años preso y para mortificarme me racionaban el tabaco. Y de puro orgullo un día le dije a las autoridades ‘no fumo más’. Y estuve siete años sin fumar… nunca es un enemigo derrotado [el cigarro] siempre está al acecho, todo lo que puedan hacer, todo lo que puedan inventar es poco, para semejante enemigo.»
El presidente Tabaré Vazquez expresó recientemente:
“Podremos emprender las más ambiciosas investigaciones, tener los mejores especialistas, los mejores hospitales y los mejores equipos médicos (que por cierto no son gratuitos ni baratos), pero si no diseñamos e instrumentamos una política contra el consumo de tabaco, estaremos construyendo una casa sin cimientos.
No olvidemos que el tabaquismo, al mismo tiempo que enferma y mata a muchos, enriquece a unos pocos. Y esos pocos no están dispuestos a renunciar “así por que sí”, “de puros buenos nomás”, a tan formidable fuente de riqueza y de poder”.
La salud pública requiere, en nuestro tiempo, de funcionarios que tengan la entereza y compromiso de enfrentar los fuertes intereses y el poder económico de las grandes corporaciones, sean estas tabacaleras o de alimentos y bebidas, para llevar adelante las políticas necesarias que reviertan los daños que ha provocado en la salud el alto consumo de sus productos no saludables.