Está en el tercer nivel del centro Zayed, donde se explora el presente y el futuro del Louvre, de su sede en Lens (noreste), de las últimas adquisiciones y restauraciones, de los yacimientos donde colaboran sus expertos, o de sus proyectos extramuros en escuelas, prisiones, hospitales y residencias de tercera edad.
Por María Luisa Gaspar
París, 10 jul (EFE).- El Louvre acaba de estrenar en París un nuevo itinerario, que empieza y termina en el Pabellón de l’Horloge para contar su historia vieja de 800 años, la de su arquitectura, sus colecciones y su múltiple actualidad.
El lugar elegido por el museo más visitado del mundo para la tarea está cargado de historia, y en él se encuentran el nuevo y el más antiguo Louvre, el medieval; la «Cour Carré» y el Patio Napoleón, donde luce la pirámide transparente de Ieoh Ming Pei desde 1989.
La construcción de ese pabellón comenzó durante el reinado de Luis XIII «el Justo» (1601-1643) y la reina consorte Ana de Austria, y concluyó durante el de su hijo Luis XIV (1638-1715), el «Rey Sol», esposo de otra infanta de España, María Teresa de Austria.
Pero esta es sólo una de las múltiples crónicas por descubrir en las salas dispersas en tres pisos del «Centro de interpretación dedicado a la historia del Louvre», oficialmente, desde el pasado 5 de julio, «Centro Jeque Zayed Bin Sultan Al Nahyan», en virtud de los acuerdos bilaterales para la construcción del Louvre Abu Dabi.
El inminente Louvre del desierto, presentado como el «primer museo universal en Oriente Medio», que el arquitecto Jean Nouvel inaugurará previsiblemente a principios de 2017, protagoniza otro de los pequeños anales del Horloge en una de sus cuatro nuevas salas.
Está en el tercer nivel del centro Zayed, donde se explora el presente y el futuro del Louvre, de su sede en Lens (noreste), de las últimas adquisiciones y restauraciones, de los yacimientos donde colaboran sus expertos, o de sus proyectos extramuros en escuelas, prisiones, hospitales y residencias de tercera edad.
Allí, junto a un video en el que el coreógrafo Thierry Thieû Niang practica la danza con un grupo de ancianos, brilla entre otros filmes, obras de arte y elementos audiovisuales la maqueta del futuro Louvre de la isla de Saadiyat, cuya construcción ha permitido costear en buena medida las cuatro nuevas salas.
Estas incluyen la exposición, por supuesto con los medios audiovisuales y digitales más avanzados, y traducidos en inglés y español, de tres impresionantes maquetas del Louvre parisino, rodeadas de obras de arte que ilustran y completan su contenido.
Dos de ellas se encuentran a los pies de la fortaleza medieval emplazada junto al Sena entre 1190 y 1204 por el rey Felipe Augusto, a la altura del foso de cuyos restos fueron desenterrados en los años 80, cuando el presidente socialista François Mitterrand lanzó el proyecto del actual Gran Louvre y su pirámide de vidrio y acero.
Es también ahí donde ver cómo ese austero recinto fortificado de planta cuadrada y torreón central perdió su carácter defensivo, al crecer en torno a él la ciudad, y cómo entre 1364 y 1369, Carlos V de Francia lo transformó en el palacio real que sus sucesores no dejaron de metamorfosear, reconstruir, agrandar, ornar y prolongar.
Las transformaciones que vivió, hasta que Napoleón III le dio a mediados del siglo XIX su planta actual, pasan por el derribo del edificio medieval por Francisco I para construir en 1546 un rico palacio renacentista, frente al que 20 años después, la viuda de su hijo Enrique II, Catalina de Médicis, erigió el de las Tullerías.
Obras y maquetas muestran cómo todos sus sucesores reales e imperiales empezaron y continuaron las obras para unir ambos palacios por sus respectivos costados, gracias a los interminables pasillos de aposentos que hoy, junto al Sena y la calle Rivoli, recorren cerca de diez millones de visitantes al año.
Entre 1595 y 1609, Enrique IV promovió la primera longuilínea Gran Galería, que le permitió a él y a su corte ir de un palacio al otro sin pisar la calle, posibilidad que para los inquilinos reales terminó en cierta forma cuando Luis XIV se instaló en Versalles y dejó el Louvre principalmente a artistas, nobles y académicos.
El punto final de ese trayecto privilegiado lo puso la Revolución francesa, que convirtió el lugar en un museo popular, devolvió a París al soberano del momento, Luis XVI, y le obligó a vivir en las Tullerías antes de hacerle pasar por la guillotina, en 1789.
La maqueta muestra también cómo otra revolución, la de la Comuna de París, incendió en 1871 ese segundo palacio y dejó las dos alas que comunicaban con él abiertas a sus jardines, los mismos que hoy llevan su nombre, y al resto de la ciudad, también como sigue hoy.
En el segundo piso del Pabellón del Reloj (Horloge), en la «Sala de la Capilla», antigua capilla real, la historia es la de las colecciones y sus piezas, cómo llegaron al Louvre, quién y cómo las donó, las requisó, las encontró, las cuidó, las estudió y las reorganizó.