El fotógrafo José Antonio Martínez encontró en los cuerpos de estas aves la belleza sublime del objeto muerto y el resultado de su trabajo es una serie de impresionantes imágenes, cuya riqueza de color y textura resulta avasalladora. El espectador puede contemplar con pasmo su perfecta simetría y la innegable majestad. Las aves, ahora inmóviles, fueron dispuestas en un escaner para convertirse en imágenes perturbadoras que conservan esplendor y colorido. Constituyen, junto con el espléndido cuento de Ethel Krauze, una experiencia memorable de lo bello.
Por Rocío del Palacio C.
Ciudad de México, 18 de junio (SinEmbargo).- Con su técnica de escaner, José Antonio Martínez es capaz de presentarnos paradojas visuales en las que no queda más que admirar y conciliar los contrarios de belleza y muerte. Las imágenes nos enternecen y nos ofuscan al mismo tiempo, las observamos siendo incapaces de mirar hacia otro lado. Los colores y la casi palpable suavidad de las plumas contrastan con el silencio y la rigidez de la muerte. Así, el fotógrafo nos induce a la reflexión rilkeana de lo bello como principio de lo terrible:
En realidad, todo empezó como imitación. No sabía que imitar es la forma natural de aprender, y que así los bebés aprenden de sus madres y que éstas los entienden aunque sólo emitan balbuceos. Y que, pronto, los balbuceos forman sílabas; y las sílabas, palabras. Y las palabras, significados y sentidos. Y los significados y sentidos, acciones. Y las acciones, cambios en cascada rumbo a la eternidad.
La narrativa literaria de Ethel Krauze embona en la visual de Martínez; ambas nos comunican los intercambios que tenemos con la vida y con la muerte. Intercambios que nos rebasan y persisten como ecos más allá de la existencia propia y permean la de los demás: “Nunca supo que llegó a hablar de verdad con los pájaros. Volvió a la ciudad, a sus costumbres diarias. Pero un filón de felicidad se le había colado entre los dientes y no lo abandonaría jamás.”
Todo ángel es terrible resulta un cadáver exquisito que nos arroba y nos sumerge de golpe en una hermosa perturbación, al final: algo nos queda, algo nos quita.
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