Las elecciones de este 5 de junio, donde el PAN arrasó con el PRI y Morena se erigió como la principal fuerza política de izquierda de nuestro país, no hicieron sino confirmar que la elección del pasado enero en Colima, preludio de aquellas, le fue robada al candidato panista Jorge Luis Preciado, quien representaba para los colimenses la urgente alternancia democrática luego de más de noventa años ininterrumpidos de gobiernos rojiblancos.
La llegada al poder del actual Gobernador priista Nacho Peralta, considerada “ilegítima” por la mayoría de la sociedad colimense, recrudeció el hartazgo ciudadano (que puede palparse día a día en calles y redes sociales) y crispó la impotencia de una entidad que, luego de los primeros seis meses oficiales de gobierno, está lacerada por la violencia, ocupando a nivel nacional un primer lugar en homicidios dolosos, casi todos relacionados con el crimen organizado.
Los medios de comunicación, aliados por obvios intereses al Gobierno del estado, intentan por todas las vías ofrecer un paisaje que los crímenes consuetudinarios les niegan, pues cada día se cometen asesinatos en las narices de un Sistema de Seguridad que, al día de hoy, podría calificarse de autista.
Si a esto se agregan los traspiés que ha dado el Ejecutivo estatal en los primeros meses de su gobierno (un escándalo por haber adquirido un condominio de siete millones de pesos, otro por tener una nómina secreta que deroga mensualmente una millonaria cantidad, etcétera), la actual administración parece desmerecer todas las promesas de armonía, paz social y transparencia hechas en campaña.
Recientemente, por ejemplo, el Gobierno del Estado adquirió por una cantidad de 170 millones de pesos una gran extensión de terreno contiguo a la zona arqueológica de La Campana, terreno que pertenecía a un familiar cercano al ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Lo peor no ha sido que en esta compra se le haya acusado al gobernador de favorecer intereses particulares (al parecer el terreno está incluso en un litigio legal con otro presumible propietario), sino que en medio del desempleo que socava la entidad, la crisis financiera por la que atraviesa (que le ha costado la pensión hasta a los adultos mayores), las severas carencias en rubros como seguridad y salud, etcétera, el mandatario estatal haya erogado esa cantidad millonaria con el fin de hacer un ambicioso parque recreativo.
Por más recreativo que sea el ambicioso parque, el mandatario tendría que entender (para decirlo parafraseando una conseja popular) que primero es comer que recrearse.
El PRI en Colima, como en todo el país, pasa por una severa crisis: parece su propia oposición y, como en las mafias, sus militantes se están linchando entre ellos mismos para ver si logran recuperar el “honor” perdido.
Hace unos días vino al puerto de Manzanillo el presidente Peña Nieto a celebrar el Día de la Marina. Los medios interpretaron esta visita como una forma de apoyo del ejecutivo federal hacia el estatal, una ayuda a una gestión que está más complicada de lo que a simple vista parece.
Lo único malo de todo esto es que si el presidente Peña Nieto no puede ayudarse ni a sí mismo (y ahí están, otra vez, los resultados de las pasadas elecciones), no hay forma de que pueda ayudar tampoco a nuestro gobernante colimense, a quien ya le urge –dicho sea de paso- sacudir a muchos miembros de su endeble gabinete, que poco o nada le están ayudando a solucionar el atasco colimense.
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