La realidad siempre supera a la ficción cuando de México se trata, y pocas historias hay tan surreales como la del escurridizo Joaquín "El Chapo" Guzmán. En esta entrega, y como si se necesitara un pretexto para leer a Arthur Conan Doyle, Novelistik hace una comparación entre su mundo detectivesco y la persecución al capo .
Por Novelistik
El poder acumulado por "El Chapo" se ha logrado a través del terror, la inteligencia y el dinero. Después de haber burlado tantas veces al Estado, esta historia adquiere tintes de ficción que no pensábamos posibles en la realidad.
Un claro ejemplo, se nos ocurre, es Sherlock y Moriarty. Aunque esta analogía es un halago desmerecido para ambas partes, el patrón de atrape y huida que se ha creado entre "El Chapo" y el estado parece un chiste: un juego de poder donde gana el que tenga más recursos y más respeto.
Las líneas que usamos para definir las cosas son realmente delgadas. No puede colocarse al Estado en el lugar de Sherlock a causa de su minúscula credibilidad y tampoco puede colocarse a "el Chapo" en el lugar de Moriarty porque él no tendría mercado si no hubiera demanda. Al final, creemos, no hay juicio de valor que se salve de caer en el reduccionismo.
Ya no son Sherlock ni Moriarty. En esta realidad, la analogía más cercana que podemos encontrar es aquella en la que los dos lados se resumen en un solo personaje de la ficción: Gollum. Un pobre perdido que sucumbe a la mentira del poder, con un ego inflado por la necesidad de sobrevivir y completamente alienado e indiferente al mundo que lo rodea.
Al final, el Estado y el Chapo no son más que dos ejemplos de cómo la ignorancia de unos cuantos nos jode a todos, y cómo el reduccionismo de los juicios de valor sirven para muy poco.
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