Los resultados de las recientes elecciones para relevar gubernaturas en doce estados de la República, más el Constituyente de la Ciudad de México, envían un mensaje contundente: que el gran perdedor ha sido el PRI (que parece haber triunfado sólo en cinco estados: Hidalgo, Oaxaca, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas), hay un repunte considerable del PAN (victorioso en Veracruz, Chihuahua, Tamaulipas, Durango, Puebla, Quintana Roo y Aguascalientes), pero que el gran ganador ha sido Morena, partido que se impuso en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México y tuvo una participación muy importante en Oaxaca, Zacatecas y, sobre todo, Veracruz.
Si bien esta contundente derrota del PRI puede atribuírsele a la pésima administración del Presidente Peña Nieto (que desde su inició ha estado envuelta en escándalos de corrupción, el peor de todos relacionado con la Casa Blanca), lo cierto es que el hartazgo social en contra del PRI viene recrudeciéndose, por lo menos, desde la gestión de Salinas de Gortari, quien es hoy por hoy considerado uno de los políticos que más ha dañado el sistema democrático de nuestro país, sobre todo desde que consumó su regreso a través del gobierno peñanietista.
Manlio Fabio Beltrones, quien tendrá que pagar muy cara esta derrota (incluso con su candidatura a la presidencia de la República), no tendrá más remedio que reconocer que sus desplantes despóticos y sus jactancias de invulnerabilidad partidista quedaron de bruces en el suelo.
Las elecciones pasadas demostraron que el PRI atraviesa por una severa crisis de la que es probable no pueda salir para nada bien librado, de que el PAN tiene una segunda oportunidad (aun en sus alianzas con el PRD, fuerza política en agonía) y de que Morena se impone tal cual su lema lo indica: como «la esperanza de México».
Si tomamos en cuenta el panorama político actual, la situación electoral del 2018 se anticipa una noche oscura para el PRI y toda su camarilla de políticos corruptos e impunes que han saqueado al país en los más de noventa años que llevan gobernando México y que ahora tienen a nuestro país de rodillas, con el petróleo caído, la industria estancada y nuestro campo casi muerto, con más de dos millones de pobres nuevos (desde que entró la actual administración), el peso devaluado y una violencia rampante que ya empieza a crear estragos sociales irreparables.
Si bien el PRI no ha dado su adiós definitivo, ya empieza a despedirse en la distancia con su mano ondeando a lo alto.