El ex jugador del Madrid, Atlético Celaya y Selección española asistió a la reinauguración de éste para recibir un homenaje de los celayenses.
Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo/As México).- El homenaje para Emilio Butragueño en suelo mexicano fue absoluto. Protagonista en diferentes programas de televisión y la distinción máxima de la que sólo gozan pocos futbolistas en el mundo, el estadio del Celaya -club en el que jugó en el final de su carrera- lleva desde este jueves su nombre: Monumental Estadio Emilio Butragueño.
El día conmemorativo comenzó al mediodía cuando se desveló la placa que daba por oficializado el cambio de nombre del recinto. Junto a su familia recibió la distinción y se dio inicio a uno de los días que jamás olvidará en su vida. Más tarde comió con la directiva del club celayense y compartió con sus ex compañeros de aquella final del torneo mexicano de 1995-96 ante el Necaxa, como Amarildo, Zambrano, Vaca, Bueno y muchos otros.
Siempre acompañado de su fiel escudero madridista, uno de los encargados de prensa del Real Madrid, el Buitre sólo dio entrevistas para medios de la ciudad y la cadena ESPN. El resto fue firmar autógrafos y comenzar a empaparse del cariño de los aficionados de los toros.
En la cancha los años se notaron, el Buitre ya no fungía como delantero sino que jugó mucho más retrasado, pero el toque de balón se mantenía intacto. Aunque el juego no parecía un homenaje a Butragueño, los jugadores del Necaxa no le daban espacio ni respiro, por lo que sólo toco un par de balones en la primera parte.
Fue hasta en la segunda mitad donde tuvo la oportunidad de redimirse ante su afición que llenó el Monumental Emilio Butragueño para verlo. Un penal que cobró y cambió por gol para poner el 2-1 parcial y hacer que estallara la algarabia y así la fiesta fuera completa. El Buitre volvía a generar la locura en Celaya. Butragueño volvió a ser un Toro. La leyenda se inmortalizó. Un nombre, una leyenda que vivirá siempre en Celaya. Entre flashes y cantos de «Buitre, Buitre, Buitre» se retiró de la cancha y le dijo nuevamente adiós a una ciudad que lo cobijó y a la que él siempre supo responder con goles.