¿Gusta picarle al play? Enjoy The Ride – Morcheeba
Hace exactamente un año dejé de fumar. La razón fue porque quería dejar de usar el encendedor que me había regalado una de mis exnovias en alguno de nuestros aniversarios, pero daba otra respuesta –parecida en el fondo– cada que me preguntaban que cómo le había hecho: «porque quiero probarme que puedo dejar algo que amo», decía llena de miedo. Amaba el encendedor que era un objeto que formaba parte de un momento que habíamos sido las dos que al final era, desde cualquier lugar, mi pasado con ella.
Todos los pasados que amo me hacen recordar a mamá. Ella tenía veintinueve –la edad que yo tengo ahora– y yo en ese entonces tenía seis. Le pregunté que por qué no estaba sonriendo ese día y ella, no se me olvida, me dijo con un pavor que reconozco: porque me siento perdida. Era la primera vez que se separaba de papá –la que había definido su vaivén durante los próximos diez años– y estaba, pobre mujer, que se la llevaba el miedo y la mierda. Ellos dos, me consta, se amaron tanto como se lastimaron. Y no tienes idea de cómo hundieron la misma navaja en sus párpados, en las plantas de sus pies, en sus encías. Te juro.
Las personas que tenemos miedo solemos responder lo que nos duele con pedacitos de verdad. Y también jugamos con las puertas. Todo tiene que ver con puertas que no abrimos, con no dejar pasar lo que lastima, conteniéndolo, porque nadie nos advirtió que un día llegaría de sopetón a aparecerse como una vendetta de todos los años que trató de ahuyentarse con una navaja.
Creo que por eso tengo una idea regrande de lo que es estar perdida. También sentirse perdida. Estar perdida es ser expulsada en un bosque de ocotes sin linterna ni abrigo, sin brújula y con este par: un cerillo y un encendedor que prenderá solo una vez. Y sentirse perdida es, pues, te juro: la misma cosa.
Me hubiera encantado saber a detalle cómo Gertrude Stein le dijo a Hemingway: «You’re all a lost generation», pero me consuela imaginar que fue similar, que es similar, al momento en el que por las mañanas me veo al espejo y le digo a todos mis yos, exactamente, la misma frase.
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