Los resultados arrojados por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) sobre el destino de los 43 estudiantes de Ayotzinapa dejó la certeza de que, ahora sí, la “verdad histórica” propuesta por el Gobierno federal habría quedado embadurnada en el suelo, llena de descrédito.
El propio New York Times, en su portada de hace una semana, advertía sobre los obstáculos que las propias autoridades federales imponían para evitar el esclarecimiento cabal de los hechos, lo que parece indignante en un caso que ha puesto a la gestión de Peña Nieto en apenas un 30 por ciento de aceptación social, el más bajo de que se tenga memoria entre los presidentes de nuestra República.
La desilusión del GIEI, que incluye también lo del polémico video de Tomás Zerón, obligó a este colectivo de expertos a abandonar el país, no sin antes dejar veinte recomendaciones torales para el esclarecimiento de los hechos y, sobre todo, para lo que hoy en día se ha convertido en el principal objetivo de esta investigación: dar con el paradero de los 43 estudiantes.
Lo que arrojan las veinte recomendaciones propuestas por el GIEI no es más que la evidencia de que hay un desaseo en la investigación judicial llevada a cabo por la PGR, de ahí que pida se reconsideren nuevos análisis de ADN, balística, declaraciones sin que medie la tortura, determinación de otras responsabilidades, cambio de la narrativa del caso, evitar la obstrucción de la investigación, plena identificación del quinto autobús, etcétera.
La última recomendación tiene que ver con la seguridad de las víctimas, pues los expertos del GIEI advierten que éstas (entre las cuales se encuentran los mismos padres de los normalistas) corren riesgo de perder la vida, de seguir intentando el pleno esclarecimiento de los hechos, en el que más se incrimina al Estado.
Entonces ya no sólo nos faltarán 43: sino 86.
Y esto ya constituiría la aberración más grande de las aberraciones en un caso plagado de errores, inconsistencias y descrédito para la impartición de la justicia mexicana, ya de por sí en bancarrota.