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Francisco Ortiz Pinchetti

15/04/2016 - 12:03 am

Peña Nieto a pique… no el PRI

Pienso que no debiera ser motivo de regocijo el constatar que el nivel de popularidad del Presidente de tu país esté por los suelos. A final de cuentas es un indicador de la situación lamentable en que se encuentra la Nación, cosa que debería preocuparnos y no alegrarnos.

Enrique Peña Nieto ha caído a su mínimo histórico con una aprobación de apenas 30 por ciento entre ciudadanos. Foto: Cuartoscuro
Enrique Peña Nieto ha caído a su mínimo histórico con una aprobación de apenas 30 por ciento entre ciudadanos. Foto: Cuartoscuro

Pienso que no debiera ser motivo de regocijo el constatar que el nivel de popularidad del Presidente de tu país esté por los suelos. A final de cuentas es un indicador de la situación lamentable en que se encuentra la Nación, cosa que debería preocuparnos y no alegrarnos. Conozco por supuesto a muchos que se estarán solazando ante los resultados a mi juicio alarmantes de la más reciente encuesta nacional cuatrimestral del diario Reforma.

Enrique Peña Nieto ha caído a su mínimo histórico con una aprobación de apenas 30 por ciento entre ciudadanos. Baja nueve puntos en apenas cuatro meses. Llega a inframundos a los que ni siquiera se asomaron sus dos vilipendiados antecesores panistas. Es reprobado –repudiado, diría yo—por un 66 por ciento de los encuestados. Nunca antes, dicen los propios encuestadores, un Presidente había tenido un nivel tan bajo de aceptación, incluyendo a Ernesto Zedillo durante la crisis económica de 1995, cuando su aprobación se ubicó en 31 por ciento, o al mismo Enrique Peña después de la fuga de “El Chapo”.

Lo que más preocupa es constatar que ese rechazo no parece deberse solamente a una animadversión, a una antipatía personal, sino que se sustenta en evaluaciones muy negativas de los mexicanos en rubros fundamentales como la economía, la violencia y de manera muy particular la corrupción y la impunidad. Me parece que es éste último renglón el que explica mejor la calificación reprobatoria de los mexicanos a su Presidente, la más grave en 18 años de mediciones. Es esa la percepción de la ciudadanía.

Un 56 por ciento de los encuestados piensa que la economía del país ha empeorado. La opinión desfavorable alcanza entre el 64 y el 73 por ciento en temas como el combate al narcotráfico, la seguridad pública, el abatimiento de la pobreza, el empleo y la lucha contra la corrupción. En suma, la calificación general para Peña Nieto cayó de una aprobatoria de 6.3 puntos en la escala de 0 a 10, en marzo de 2013, a una reprobatoria de 4.4 en el actual abril.

Se equivocan sin embargo quienes se soban las manos al suponer que ese deterioro espectacular de la imagen Presidencial significa una descalificación igual para su partido. La caída de Peña Nieto a niveles de aterrizaje de emergencia no significa un rechazo al PRI, como algunos podrían suponer. Por una razón que dudo que alguien pueda explicar, el partido no paga, electoralmente hablando, por los pecados de sus gobernantes. Lo hemos visto muchas veces, en muchos lugares. Cosas del surrealismo político mexicano, se dice. (Surrealismo sólo superado por cierto por el peruano, en el que Keiko Fujimori –la hija mayor del ex mandatario preso por corrupción y violación de los Derechos Humanos en su país– ganó ampliamente la primera ronda electoral el pasado domingo en el país andino).

Sin quererle hacerle al pitoniso, mi pronóstico basado en la experiencia de muchos años es que muy probablemente el PRI gane la mayoría de las 12 gubernaturas que estarán en disputa en las urnas el próximo domingo 5 de junio. A pesar de todos los pesares. Ya empiezan a conocerse mediciones que así lo indican. Aun en casos de estados gobernados hoy por verdaderos sátrapas.

El PRI –aliado en todos los casos con el Partido Verde, con el Panal en 11 estados y con el Partido del Trabajo en tres– busca repetir su triunfo en los gobiernos de Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tlaxcala y Zacatecas, y hace todo lo posible por evitar que llegue la alternancia, por primera vez, en Veracruz, Hidalgo y Tamaulipas. Pretende recuperar las gubernaturas de Sinaloa, Oaxaca y Puebla, hoy en manos de la oposición, que ganó en exitosa alianza electoral en 2010, aunque con pésimos, decepcionantes resultados en el ejercicio del poder.

Desde el punto de vista de los propios priistas, resultó admirable el proceso de selección de candidatos, en todos los casos “de unidad”, manejado por un viejo lobo como es el sonorense Manlio Fabio Beltrones, capaz de conciliar los intereses más disímbolos para sacar de una chistera, como por arte de magia, la designación adecuada. Con la sola excepción de Quintana Roo, donde la ambición incontenible del Gobernador Roberto Borge Angulo hizo que el engrudo tricolor se hiciera bolas por un buen rato, resultó impecable el “trabajo” del presidente nacional del PRI. Y lo más sorprendente: ¡todos quedaron contentos!

Resulta un error creer que el hartazgo ciudadano hacia la clase política y los partidos se concentra en un repudio al PRI y sus candidatos. En realidad es también contra los demás partidos. La corrupción, la impunidad, el abuso, el autoritarismo, son cada vez más “comunes denominadores” de quienes se disputan los cargos públicos como botín para enriquecerse. Así de simple. La diferencia, eso sí, radica en la capacidad de organización y sobre todo movilización electoral de cada instituto político.

El PRI en el poder federal y en varias de las entidades en disputa, vuelve a ser el invencible de otras épocas. Usan sus gobiernos, la estructura administrativa y los recursos de que disfrutan para objetivos electorales, de permanencia en el poder. Y, no lo duden, lo van a volver a hacer. Válgame.

Twitter: @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).
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