Jorge Zepeda Patterson
10/04/2016 - 12:05 am
El Dr. Mireles y el pistolero de Donald Trump
Mireles, por el contrario, es un médico respetado en su comunidad, líder civil responsable y carismático, que frente al control salvaje que ejercen los cárteles michoacanos sobre la región (expresada en asesinatos, extorsiones y violaciones), invita a otros a tomar las armas para defenderse y para expulsar a las bandas de su territorio.
“Necesitamos inmigrantes. ¿Quién va a aspirar y limpiar nuestros cuartos? A los americanos no nos gusta hacer eso”, confesó hace poco Ivana Trump, la primera esposa del millonario en campaña por el partido republicano. Algo con lo que no parece estar de acuerdo, Tim Nailer Foley, líder extremista de un grupo paramilitar que busca detener a cualquier costo el paso de los drogas e inmigrantes en la frontera. Foley ha convencido a decenas de tipos duros, venidos del resto de la Unión Americana, de que todos los males que padece la población blanca en su país están relacionados con la presencia de ilegales y que su lucha es una cruzada para evitar el colapso del mundo civilizado. Una narrativa grandilocuente sobre los cárteles mexicanos para disfrazar un racismo pedestre en contra de los desesperados que cruzan la frontera en busca de empleo. Algo no muy distinto de lo que hace Donald Trump en la arena política nacional.
El caso de Foley, el vigilante fanático, ofreció al director de cine Matthew Heineman el pretexto para hacer un paralelismo contrastante con el doctor José Manuel Mireles, el líder fundador de las autodefensas michoacanas. El documental resultante, Tierra de Cárteles (Cartel Land), disponible en internet o en Netflix, mereció una nominación al Óscar en la pasada edición.
La comparación entre ambos personajes resulta forzada a ratos, pero es aleccionadora. Ambos, Foley y Mireles, decidieron tomar el asunto en sus manos, empuñar las armas y ocuparse de llenar el vacío que deja la negligencia o la incapacidad del gobierno. Pero allí terminan las similitudes. El fanático norteamericano es el típico white trash del sur rural norteamericano, un ex alcohólico y drogadicto, “perdedor” y marginal toda su vida, hasta que decide encauzar su rabia e intolerancia en contra de aquellos a quienes considera inferiores en su escalafón.
Mireles, por el contrario, es un médico respetado en su comunidad, líder civil responsable y carismático, que frente al control salvaje que ejercen los cárteles michoacanos sobre la región (expresada en asesinatos, extorsiones y violaciones), invita a otros a tomar las armas para defenderse y para expulsar a las bandas de su territorio.
El filme es impresionante porque logra meterse en la vida cotidiana de Mireles; sus consultas médicas, las rutinas familiares, las infidelidades amorosas, pero también los operativos militares casa por casa para limpiar de facinerosos a la región. La cámara le acompaña en su llegada a nuevos pueblos y documenta la enorme capacidad de arrastre que tiene entre los vecinos. A diferencia de Foley, Mireles se convierte rápidamente en un mito en las montañas y la tierra caliente de Michoacán y termina por limpiar, para desconcierto de militares y policías, más de veinte municipios antes infestados por los Templarios y La Familia.
Pero el documental también registra las razones de su caída. Sus lugartenientes no resistieron las tentaciones que ofrece ejercer el control militar y el aparato de justicia de facto en una región sin ley. Algunos de ellos pronto fueron acusados de perpetrar despojos similares a los que estaban combatiendo o de cometer abusos innombrables en contra de sospechosos. Buena parte de ellos terminaron enfrentado unos a otros en la lucha por territorios y privilegios.
A medida que se expandieron a otros municipios, las fuerzas de autodefensa originales carecieron de la estructura para disciplinar a los refuerzos que se integraban a su causa, muchos de ellos ex narcos que simplemente mudaban de camiseta.
El gobierno terminó por dar la puntilla al movimiento. Primero celebró, luego toleró a regañadientes y finalmente reprimió a las fuerzas de autodefensa que no se plegaron a la foto. Heineman, el director del filme no elabora ninguna conclusión, pero esta resulta evidente. Para el gobierno pesaron más las críticas sobre el vacío de poder territorial que la necesidad de encontrar alternativas a la violencia en la región. Prefirió inventar las Fuerzas Rurales, y disfrazar así la confusa realidad. Una especie de alfombra vistosa para meter debajo el polvo y la basura. Y para ello optó por hacer a un lado al héroe local. Hoy los carteles han retomado el control de los municipios de los que alguna vez fueron echados.
“Siempre habrá narcos, porque nos necesitan”, dice uno de los capos entrevistados. Su rostro escondido en una capucha, su torso enfundado en un uniforme de la policía federal.
La última imagen lo dice todo. El que trató de cambiar las cosas, el doctor Mireles, aparece detrás de los barrotes, rapado, en una cárcel de alta seguridad de Sonora. Un documental controversial pero imperdible.
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
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