La noticia no causó mayores estragos, aun cuando en sí misma anuncia el principio del fin de un México sin destino cierto: Gulf será la primera gasolinera extranjera en México.
Esto quiere decir que el único patrimonio que realmente ha sido usado por el Estado para contrarrestar la corrupción de la clase política y la ignorancia social empieza ya tangiblemente a írsenos de las manos.
En un país sin estado de Derecho (donde el 98 por ciento de los delitos permanecen impunes, y ahí está el más reciente caso del Yorch), con una industria en crisis (principalmente la petrolera) y con el campo prácticamente muerto (el 60 por ciento de la producción agrícola industrial es importada), pero con una alto saqueo al erario por parte de la clase política, violencia galopante y fallas graves en nuestro sistema educativo (que no ha tocado a profundidad la crisis por la que atraviesa), la idea de un México transformado, competitivo y arquitecto de su propio futuro se diluye.
No hay lugar para la esperanza en un México donde, como lo declaró el propio Senador panista Francisco Búrquez:
Desgraciadamente, los países (como los propios individuos) poco preparados para la sobrevivencia y poco aptos para las exigencias de un mundo cada vez más competitivo, serán arrasados por los más fuertes, entre ellos, para el caso mexicano, su vecino más próximo: Estados Unidos.
De no cambiar el rumbo, en los próximos años el pisoteo de nuestra soberanía y el saqueo de nuestros recursos naturales (por propios y extraños) nos mostrará el peor de los rostros de un país que, ya de por sí, agoniza en violencia, pobreza y desigualdad.
Lo he dicho y lo repito: el recorte de 900 millones de pesos al presupuesto del Conacyt es un grave error que debería ser subsanado por el Gobierno federal de inmediato, pues el Conacyt es una de los organismos fundamentales que tiene el Estado para el desarrollo científico y tecnológico de nuestro país, hoy en ruinas.