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Francisco Ortiz Pinchetti

26/02/2016 - 12:00 am

Nuestro turno de hacer historia, ¡vaya!

Una vez definida su integración, la Asamblea Constituyente se instalará el 15 de septiembre, y la Constitución Política de la Ciudad de México debe quedar aprobada a más tardar el 31 de enero de 2017, por las dos terceras partes de sus integrantes presentes. La rebatiña será de pronóstico.

El Distrito Federal Cambió De Nombre a Ciudad De México Pero No Se Le Convirtió En Un Estado Más De La Unión el Número Como Era De Esperarse Sino Que Se Le Dio Un Estatus Confuso De entidad Federativa Foto Shutterstock
El Distrito Federal Cambió De Nombre a Ciudad De México Pero No Se Le Convirtió En Un Estado Más De La Unión el Número 32 Como Era De Esperarse Sino Que Se Le Dio Un Estatus Confuso De entidad Federativa Foto Shutterstock

Ni la burla perdonan. Primero nos tuvieron como meros convidados de piedra mientras urdían una Reforma Política del Distrito Federal mocha y a la medida de sus intereses partidistas, de la que somos totalmente ajenos. Y ahora nos convocan a través de un nuevo alud de mensajes por radio y televisión a participar en la elección de 60 de los 100 diputados que conformarán la Asamblea Constituyente de la nueva Ciudad de México. Resulta que “es nuestro turno de hacer historia” según esos spots, anticipo de lo que será la difusión de 300 mil mensajes de partidos políticos en apenas 45 días de campaña. Nos toca. Es nuestra gran oportunidad, gracias, de participar en la construcción de nuestra propia entidad.

Amén del galimatías en que se ha convertido la integración del Congreso Constituyente, la “invitación” resulta infame. Por principio de cuentas, la dichosa Reforma Política de la capital del país, anhelada por no pocos demócratas desde hace más de 30 años, resultó en el parto de los montes.

El Distrito Federal cambió de nombre a Ciudad de México, pero no se le convirtió en un estado más de la Unión (el número 32), como era de esperarse, sino que se le dio un estatus confuso de “entidad federativa”. Los actuales jefes delegacionales serán ahora alcaldes, acompañados por su respectivo cabildo, pero no encabezarán ayuntamientos como ocurre en el resto del país. En lugar de municipios, serán “demarcaciones territoriales”.

La Reforma de marras contiene tales aberraciones que los propios partidos que la aprobaron acabaron por impugnarla. Y no se diga la convocatoria del Instituto Nacional Electoral (INE), organismo constitucionalmente responsable de la elección constituyente. Y es que de manera absolutamente arbitraria y antidemocrática, inequitativa, los partidos políticos decidieron agandallar 40 de las 100 curules para asegurarse el control sobre la propia Reforma.

Así, decidieron que 14 sitios sean para senadores de la República y otras 14 para diputados federales, escogidos por sus respectivas cámaras. Y luego se otorga su tajada al Presidente de la República, al que se ceden seis lugares, y al jefe de Gobierno capitalino, que tendrá otros seis. Es decir, permiten, auspician la intromisión de los poderes federales en un asunto que incumbe directamente a la capital y a sus habitantes, a nosotros.

Y no sólo eso: nueve partidos políticos se repartirán por la vía la representación proporcional las 60 diputaciones restantes, mediante la elección programada para el 5 de junio próximo. Cada uno de esos partidos dispondrá de 10 millones149 mil 877 pesos (más de 100 millones en total) para la campaña que iniciará el 18 de abril y terminará el 1 de junio. La misma suma para cada uno, incluido el PT que no tiene registro local, sin importar sus votaciones obtenidas en 2015. Por supuesto, Morena, PAN y PRD impugnaron esta decisión, que según ellos claramente beneficia al PRI. Además, cada marca partidaria podrá difundir 369 promocionales en cada una de las 62 estaciones de radio y 20 de televisión. Esto es, cada instituto político tendrá arriba de tres mil spots. En total, más de 300 mil en el mes y medio de la etapa proselitista.

En cambio, los ciudadanos que participen como candidatos independientes tendrán que reunir más de 73 mil firmas de apoyo, lo que resulta prácticamente imposible, sólo para obtener su registro y entre todos (que teóricamente podrán ser 60) dispondrán de un financiamiento público de dos millones. Esto es, de registrarse el máximo posible de aspirantes, cada uno dispondrá de sólo 169 mil pesos para su campaña.

Eso sí, menos mal, se cuidará la equidad de género en la integración del órgano constituyente. La Convocatoria establece la obligación de que las listas de candidatos de los partidos políticos comiencen con mujeres y se alternen con fórmulas (propietario más suplente) de hombres para garantizar el principio de paridad hasta agotar la lista, “como una medida afirmativa orientada a potenciar (sic) la participación del género femenino”.

Una vez definida su integración, la Asamblea Constituyente se instalará el 15 de septiembre, y la Constitución Política de la Ciudad de México debe quedar aprobada a más tardar el 31 de enero de 2017, por las dos terceras partes de sus integrantes presentes. La rebatiña será de pronóstico.

La verdad es que, como lo demuestran varias encuestas recientes, a los capitalinos les vale madre la mentada Reforma y la Constitución que de ella emane. Si emana. Se sienten literalmente excluidos, ajenos, descartados dirá el Papa Francisco, de un proceso amañado que desperdició la oportunidad histórica de dar a los habitantes de la capital mexicana la condición de ciudadanos de primera, como los del resto del país. Por eso ofende que en aras de una legitimación indispensable, se recurra a un remedo de elecciones que nos costarán más de 500 millones de pesos en las que los partidos –y sólo ellos– se repartirán de nuevo el pastel. Sólo por eso nos convidan. Válgame.

Twitter: @fopinchetti

 

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).
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