El extraño oficio de escribir letras de canciones

Silvio Rodríguez, cantautor y trovador cubano. Foto: Cuartoscuro

Silvio Rodríguez, cantautor y trovador cubano. Foto: Cuartoscuro

Siempre me he preguntado la razón por la que muchas personas creen que aquellos que se dedican al oficio de la escritura pueden hacer en un santiamén una buena letra de una canción.

Sobre todo porque, melómana como soy, he experimentado pasiones sublimes gracias a las virtudes extremas de personas como Leonard Cohen y Bob Dylan, gigantes que dejan sin palabras –literalmente sin palabras- a quien ose intentar un ejercicio semejante.

En español, el mejor para mí es y será por lejos el cubano Silvio Rodríguez, un creador inmenso a quien los prejuicios políticos y el cliché de lo que es conocido como “canción de la trova” le ha restado un poco el lugar en la cima que merece.

Bueno, sólo un poco. Extrañamente uno converse con algún crítico de música latinoamericano que no reconozca la valía de este tremendo cantautor, alguien que por otra parte no merece hacerse responsable de las multiplicaciones que se han sucedido a su paso, fruto de quienes conscientemente o no, se dieron por imitarlo.

Perdonarán la digresión personal, pero no puedo dejar de recordar en este punto el enojo de mi querida madre cuando apenas llegar a México le envié una fotografía de Ricardo Arjona en una conferencia de prensa que me había tocado cubrir.

La reacción casi iracunda de Doña Blanca, quien solía apasionarse al extremo por tales minucias, tenía una doble vía: una exigía mi deportación, porque la fotografía en cuestión según ella evidenciaba que algo le habían hecho a su hija en México. Algo así como “no la parí para que me ande mandando fotos de Arjona”.

La otra causa de la molestia de mi señora adorada era una declaración del guatemalteco, quien había dicho algo así como que gente como Serrat y Silvio habían dejado sin palabras a los demás cantautores.

Que Ricardito se comparara con los ídolos de mi progenitora, era algo que ella –que ya no está en este mundo, para mi mal- no podía soportar sin ponerse furibunda.

Una letra de una canción es una perla en medio de una ostra. Lo saben el español Santiago Auserón, su compatriota Kiko Veneno, el uruguayo Jaime Roos, nuestro inmenso Jaime López y tantos otros…

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Escucho radio mientras trabajo y el otro día me sorprendió Esto no es una elegía, del cubano genial que acaba de sacar un nuevo disco con Sony Music (Amoríos).
El tema en cuestión tiene para mí grandes enigmas. No sé a quién se la compuso ni puedo determinar si es o no una canción de amor o de muerte. Pero tiene frases que me transportan como por ejemplo aquella de “me quito el rostro y lo doblo encima del pantalón”, algo que inmediatamente me hace pensar y no sé por qué en los relojes blandos de Salvador Dalí.

Esa canción –de la que descubrí una hermosa versión de Los de Abajo con Rita Guerrero- me hizo pensar que no necesariamente una canción debe ser clara, prístina. Al contrario, cuanto más inaccesible se muestra su sentido –o su sinsentido- más valiosa resulta. Creo.

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Digo esto porque no puedo hablar de arte para las letras musicales sin nombrar a otro grande como Luis Alberto Spinetta, un artista que me formó y nutrió mi espíritu de manera considerable.

Los que no gustan del “Flaco”, a menudo cuestionan sus letras enigmáticas e indescifrables. Le critican justamente lo que admiramos en él aquellos que como yo lo creemos uno de los más grandes músicos del continente.

Su amor por la poesía –como lo muestra entre otras cosas su libro Guitarra Negra y su disco primordial Artaud- diseñaron letras absolutamente hondas y libres que la mayoría de las veces producen sensaciones extraordinarias.

No puedo presumir de ser una experta en la obra de Spinetta, pero podría decir que la he escuchado toda. Sin embargo, también en la radio, me sorprendió recientemente “Cristálida”, un tema de Pescado Rabioso que el Flaco integró en el disco Pescado 2, en 1972.

Tiene frases que hablan de caballos de Olimpo, de luceros que toda la noche gritarán, de ¿cómo hacer que este valle de huesos no suba más por mí?, de no tengo más Dios y si alguien me preguntara qué quiso decir Luis, mi respuesta sería: No tengo la menor idea.

No puedo dejar no obstante de conmoverme cada vez que la escucho. Conmoverme de ese modo que sólo puede hacerlo Spinetta y que a menudo me hace sentir privilegiada por haber nacido en su época.

No, no cualquiera puede escribir la letra de una canción. Por eso a las canciones las escriben personas como Jaime López, Luis Alberto Spinetta, Silvio Rodríguez y etcétera.

4 Responses to “El extraño oficio de escribir letras de canciones”

  1. jorge dice:

    Y como o donde se puede exhibir quien tenga esa habilidad y no este siendo aprovechada debidamente por su desconocimiento? Habra mas que pueden enriquecer el mural de escritores de canciones…

  2. jorge dice:

    Perdon por los erores ortograficos, error de dedo…

  3. Raúl dice:

    Silvio Rodríguez es el mayor compositor de letras cursis y panfletarias de habla hispana .
    Ej. ” Madre patria y madre revolución…….tus muchachos barren minas…..”
    De lo peor

  4. Luis Alberto Spinetta es probablemente uno de los mejores compositores en español del continente, no demasiado lejos se encuentra Gustavo Cerati, que son algo así como los máximos representantes del Rock Argentino, sin olvidarnos de Charly García, Pedro Aznar, Daniel Melero, Richard Coleman… y una lista interminable de letristas argentinos con una tradición inmensa debajo de sus pies.
    En México también tenemos a nuestros grandes letristas del rock, entre ellos destacaría a Rita Guerrero, Saúl Hernández, Julio Haro, Jaime López… sólo hablando de Rock, porque nuestra tradición versista, sobre todo en la música tradicional, es amplísima.
    Hay algo que me gustaría resaltar y es la necesidad de incluir el género de las letras musicales dentro del mundo de la poesía, más allá: en el universo de la literatura; ya que suele dejarse en el flanco musical y los músicos no son ciertamente los más indicados para realizar estudios sobre simbología, significados y todo ese bagaje cultural latinoamericano que incluyen nuestras letras musicales.

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