Toda la vida tiene música… y músicos

13/02/2016 - 12:02 am
Foto Facebook Eugenio Toussaint
Eugenio Toussaint Foto Facebook Eugenio Toussaint

El otro día revisando correos encontré uno de Eugenio Toussaint. Es del 2009 y estábamos tratando de combinar una entrevista a la que queríamos también invitar al crítico Antonio Malacara, quien escribió un libro sobre el célebre músico de jazz mexicano.

Como sabemos, dos años después murió el gran Eugenio y esta semana fue recordado por Aarón Cruz en el muro de Facebook y tantos otros colegas de la música que lo admiraron y lo quisieron con lealtad sublime.

Fue el 8 de febrero, el mismo día en que en Argentina murió el Flaco Luis Alberto Spinetta, otro de los presentes reiterados en las redes sociales en los recientes días.

De Spinetta no tengo ningún correo, obviamente, pero su deceso produjo en mí y en tantos –tantísimos- miembros de mi generación una tristeza infinita que aún perdura. No puedo escucharlo todavía sin ese nudo en la garganta propio de tomar conciencia de una pérdida, de un ausente.

Cada vez que me cuentan una historia del jazz local, me viene a la memoria la imagen de Eugenio, sus sacos de colores, su afición por los vinos, su manera desbordante de tocar el piano y, sobre todo, la convicción para defender un género al que le entregó todo.

Me dicen amigos comunes que ahora sus hijos siguen el camino y no puedo dejar de recordar los ojos brillantes de su hermano Fernando, enorme baterista, cuando en una entrevista comenzamos a hablar de Eugenio.

Son días difíciles para la música. Todavía no nos hemos hecho a la idea de que murió David Bowie y su disco último, Blackstar, no hace más que evocar el límite de su fantástica y creativa existencia.

Y escucho “Blackstar”, esa canción tan triste, con esa voz aterciopelada tan identificable y no puedo evitar las lágrimas.

Como no puedo evitar la dulce nostalgia cuando oigo ese trío poderoso que Eugenio había formado junto al bajista Agustín Bernal y al baterista Gabriel Puentes.

O cuando escucho la canción que Yllia Kuryaki –integrado por Dante Spinetta, el primogénito del Flaco- hizo para Luis Alberto, “Águila amarilla” y pienso que traduce todo lo que le hubiera yo querido decir a tan adorado artista.

Entonces me doy cuenta de que es cierto eso que decía Spinetta en el sentido de que “toda la vida tiene música”. Pero la vida también tiene músicos. Que se fueron –dicen-, pero que nunca se fueron. Y no se irán nunca.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
en Sinembargo al Aire

Lo dice el Reportero

Opinión

más leídas

más leídas