Jorge Alberto Gudiño Hernández
12/01/2016 - 3:15 am
Velocidad
Me parece sensato desear que haya menos coches en las calles y no que éstos permanezcan más tiempo en las mismas. Y eso que sólo hablamos de la velocidad en donde se puede ir así de rápido. El límite de los 50 km/h suena en verdad ridículo.
Comparto un experimento que hicieron algunos exalumnos de ingeniería. Lo hago pese a todas las limitaciones metodológicas y a los errores de diseño.
Aprovechando el periodo vacacional, varios de ellos se sumaron al mismo. Consistía en poner a prueba el nuevo reglamento de tránsito de la Ciudad de México. Como no querían entrar en discusiones respecto a la manera en que se deben priorizar a los diversos tipos de vehículos que operan en la urbe, decidieron sólo utilizar el Segundo Piso del Periférico y las Autopistas Urbanas. Al margen de cualquier crítica a los mismos, lo cierto es que, sobre ellos, el único que tiene prioridad es el automóvil, toda vez que no circula ningún otro tipo de vehículo salvo los de emergencia.
La mayoría trabaja en la zona de Santa Fe y vive al sur de la ciudad. Como no todos salían del mismo punto, decidieron establecer un trayecto de 12 kilómetros para hacer su experimento. Las conclusiones a las que llegaron son las siguientes:
En cuanto había una subida bajaba la velocidad y el coche aceleraba en automático para volver a la requerida. Todo bien. El problema era en las bajadas. La gravedad hacía que el coche fuera más rápido. El control automático lo frenaba unos segundos después. Pese a ello, si pusieren una cámara para emitir fotomultas justo en esas bajadas, será sencillo ser infraccionado.
Sus conclusiones, parciales, se resumen en una sola: es difícil y peligroso ir justo al límite de la velocidad. Abono un poco a su experimento. En un tramo de 12 kilómetros, la diferencia entre ir a 80 km/h o a 100 km/h es menor a dos minutos. Ese argumento bien podría hacerle sentido a quienes están a favor de ese límite de velocidad. Dos minutos son muy poco tiempo. No tan poco si uno lleva una o dos horas manejando.
Haciendo de lado el asunto subjetivo, lo cierto es que son dos minutos multiplicados por cientos de miles de automóviles al día. Me parece sensato desear que haya menos coches en las calles y no que éstos permanezcan más tiempo en las mismas. Y eso que sólo hablamos de la velocidad en donde se puede ir así de rápido. El límite de los 50 km/h suena en verdad ridículo.
Si al incompleto experimento de mis exalumnos sumamos la nota que se ha repetido en varios medios de que la empresa encargada de las fotomultas tiene una cuota por cumplir, que a nadie le extrañe que pronto pongan cámaras en las bajadas y en todos esos lugares donde casi es inevitable ir un poco más rápido.
Mis exalumnos prometen hacer un cálculo sobre cómo aumenta el consumo de gasolina si se va a más de 50 km/h. Como lo hacen por hobby, tal vez nunca emprendan la labor. Si lo hicieren, lo compartiré sin duda.
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