La gestión del Presidente Enrique Peña Nieto termina este año acumulando tres duras caídas.
Tres duras caídas de las que ya jamás se podrá levantar:
La primera es el escándalo de la «casa blanca», que ya quedó consignado en un libro para la memoria de todos los mexicanos.
La segunda es la indignación de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, que confirmaron el gran embuste de las instituciones de justicia con un asunto que abrió en canal la sensibilidad nacional.
Y, en tercer lugar, la fuga del Chapo Guzmán, que convirtió a nuestro país en una burla.
Estas tres caídas reflejaron a su vez los tres males mayores de nuestro país: la corrupción (casa blanca), la impunidad (muertos de Ayotzinapa) y el deterioro de nuestro estado de Derecho (fuga del Chapo).
De estas tres duras caídas derivan muchos más bandazos que la administración peñanieista no supo sortear y, seguramente, no conseguirá legitimar en lo que resta de su malogrado mandato.
La sociedad hemos pasado con pasmo de un alentador «Mover a México», que prometía reformas estructurales que pondrían a nuestro país a la altura de las potencias mundiales (entre ellas la Energética y la Educativa), a una bancarrota no sólo de nuestro estado de bienestar sino, incluso, de nuestros propios valores éticos y civiles, que se arrastran por el suelo.
La administración de Peña Nieto ha confirmado la gran mentira del proyecto político priista y la doble moral de todos sus aliados, a quienes no les ha importado el clamor de una sociedad lacerada por la injusticia, la corrupción y la impunidad.
Esperemos que el próximo año el dolor sea más leve y el desencanto, menos prolongado.