Arnoldo Cuellar
10/12/2015 - 12:00 am
¿Principio de Peter en León, Guanajuato?
Uno de los mayores secretos del éxito obtenido por el hoy Alcalde de León, Héctor López Santillana, y el equipo que encabezó durante una década en la Secretaría de Desarrollo Económico del estado, fue su convicción y disposición a cumplir la palabra empeñada. Ante los altos ejecutivos de empresas de presencia global, de cuyo si […]
Uno de los mayores secretos del éxito obtenido por el hoy Alcalde de León, Héctor López Santillana, y el equipo que encabezó durante una década en la Secretaría de Desarrollo Económico del estado, fue su convicción y disposición a cumplir la palabra empeñada.
Ante los altos ejecutivos de empresas de presencia global, de cuyo si o no dependen decisiones que significan inversiones de cientos de millones de dólares; creación de miles de empleos y el aterrizaje en cadena de cadenas de proveedores que multiplican el impacto, no se puede titubear, caer en el bluff o quedar mal.
López Santillana recorrió el mundo de la mano de Juan Manuel Fernández, el misterioso entrepreneur coahuilense que constituye uno de los secretos mejor guardados de los gobiernos panistas de Guanajuato, conquistando a los CEO de importantes armadoras y empresas de autopartes, para que consideraran a Guanajuato en sus planes de expansión o de reingeniería de procesos globales.
Lo lograron con creces, hicieron historia y transformaron, quizá para siempre y aún no sabemos con qué consecuencias, la vida de Guanajuato. Para ello, López Santillana trabajó en dos frentes: la negociación con los inversionistas y el trabajo de consenso al interior del gobierno estatal, por lo menos con tres gobernadores cada uno de ellos con idiosincrasias diferentes y hasta contrapuestas.
La última batalla quizá fue la más complicada, pues el mandatario actual, Miguel Márquez, aún hablaba en campaña de cambiar la estrategia y no respaldar más a las empresas extranjeras, sino a las locales, lo que en más de una ocasión le puso los pelos de punta a Juan Manuel Fernández.
La buena imagen pública de López Santillana se cimentó en esos diez años: eficiencia, corrección política, firmeza de carácter y seriedad en los compromisos.
Eso fue lo que vendió, con discreción e inteligencia, para llegar a la candidatura panista sin despeinarse, como la solución al acertijo que armó el PAN con torpezas locales y agandalles nacionales.
Fue también lo que le guió en una campaña que fue en realidad un paseo, dado el escenario de desastre creado meticulosamente por Bárbara Botello y sus barbieboys.
Sin embargo, esa imagen, precisamente, es la que no acaba de aparecer ahora que ya despacha en la oficina de Alcalde. La disciplina táctica con la que manejó a la SDES brilla por su ausencia ante un ayuntamiento Montessori donde pesan más las ocurrencias de Carlos Medina que la mesura de Luis Ernesto Ayala.
En estos días escuché el discurso de Héctor López durante la toma de protesta de los nuevos consejeros de cultura de la ciudad, un selecto club elegido a dedo por Federico Zermeño, otro de los regidores protagónicos del actual Ayuntamiento. Ahí el alcalde dijo una frase significativa: “no venimos a administrar la ciudad, venimos a transformarla”.
Se trata de un compromiso muy serio, además de una necesidad urgente, pues León vive jaloneado por tensiones crecientes entre su pujante desarrollo comercial, inmobiliario e industrial y su creciente desigualdad.
Sin embargo, para incidir de verdad en esa realidad, López Santillana tendrá que apretar tuercas en su equipo y en su ayuntamiento, donde hoy por hoy predomina una soberbia basada en virtudes de hace dos décadas y una ineficiencia que parte de no saber dónde están parados.
Es hora, por ejemplo, que ni siquiera acaban de encontrar dónde quedó la bolita de los recursos dilapidados por la administración barbarista, pese a que le han dedicado ya dos meses a la pesquisa, auxiliados por un despacho externo.
López Santillana sabe que los resultados no llegan solo por los discursos. Que a las palabras deben seguirle los hechos y que los compromisos hay que cumplirlos ceñidos a las reglas del juego.
Quizá los leoneses no sean japoneses o alemanes, pero hoy por hoy son los clientes a los que tiene que servir el alcalde y con los que se ha comprometido. Esperamos que su palabra valga tanto como entonces.
Si no logra imponer esa visión en el equipo y realinear a los desperdigados, seguirá perdiendo un tiempo precioso. Y entonces ni transformación, ni reelección y mucho menos candidatura a gobernador, seguirán en el escenario.
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